La Coruña del siglo XVIII era en aquellos tiempos el principal centro administrativo del antiguo reino de Galicia. Carlos III y sus ministros fueron los artífices que hicieron que se consolidara como tal, haciendo despegar la economía de la ciudad herculina. El irlandés Felix O’Neille jugó también un papel destacable en la Historia de La Coruña de ese periodo, y que me gustaría recoger hoy aquí.
Es reseñable el hecho de que La Coruña fuese una ciudad eminentemente militar, como se recoge en obras como las de Manuel Mª de Artaza. Tal carácter se intensificó a raíz de que, en 1769, el general Alexander O’Reilly (otro militar irlandés al servicio de España y que fue Capitán General de Andalucía) zarpase hacia Luisiana desde La Coruña, al mando de las tropas españolas desplazadas para contener las insurrecciones coloniales en aquel virreinato español.
Y así, a partir de 1769 La Coruña fue el centro de aprovisionamiento de la ayuda española a las trece colonias americanas que se habían revelado contra Londres. Diez años más tarde, cuando se desataron las hostilidades entre Gran Bretaña y España, el puerto de Coruña comenzó a ser utilizado como refugio por los corsarios norteamericanos. En este puerto se realizaba con frecuencia el intercambio de prisioneros.
Los capitanes generales formaban parte de la élite social de la época. Estos funcionarios eran nobles que procedían de fuera de Galicia, e incluso de países extranjeros. La Corona española los valoraba ampliamente; consideraba que los irlandeses eran fieles y leales servidores, que se hallaban liberados de las «rémoras de la alta nobleza hispana y sus intereses patrimoniales», eran idóneos como inspectores militares y podían ser ubicados en puestos periféricos, donde los militares castellanos levantaban suspicacias. Además, eran susceptibles de poder ser desplazados geográficamente, sin que presentaran reticencias personales a los movimientos de destinos.
Felix O’Neille es el noble personaje que interesa destacar aquí. La primera vez que aparece su nombre es en las Actas Municipales de La Coruña de 12 de diciembre de 1774, cuando ya era Capitán General. En esa Acta se recogía la queja de los mandos de los regimientos de Navarra y Milán, por la cantidad y calidad de la carne, que dejaba mucho que desear, proporcionada a los soldados durante su estancia en La Coruña, describiendo las raciones como una excesiva cantidad de hueso y escasa carne.
A partir de entonces el nombre de Felix O’Neille figura varias veces en las Actas municipales por diferentes causas, y es que las funciones desempeñadas por él eran muchas y diversas: desde proporcionar alojamiento a los distintos regimientos que iban llegando a La Coruña, supervisar todo lo relacionado con la intendencia, así como las relaciones formales con los demás poderes de la ciudad y regionales.
Y ciertamente las relaciones entre el Capitán General y los poderes municipales y eclesiásticos tuvieron sus diferencias. Como ejemplo, en una de las Actas del Ayuntamiento se recoge la queja por el uso exclusivo de los militares de dos carnicerías sin pagar tributos:
«La ciudad de La Coruña se ha quejado de que contra lo prevenido en la RlPragmatica de 21. de Mayo de 1734. y otras resoluciones posteriores, se han establecido en ella dentro de sus muros desde 4. de Marzo de 1769. dos carnicerías por dos Cuerpos militares de su Guarnicion, con el titulo de abastecerse solo la Tropa sin pagar derechos…»
El Capitán General tenía que hacerse cargo de temas incluso de orden doméstico, alejadas de la administración de las tropas, y que en principio deberían ser gestionadas por la alcaldía. Así, se recoge en otra Acta municipal la necesidad de que el Capitán se haga cargo de la reparación de unos arcos del Puente del Burgo:
“…algunos arcos del Puente del Burgo necesitan repararse como tambien a la salida de el una porcion de camino que en dos terminos del lugar del temple desmoronó la fuerza del mar…”
Más asuntos cotidianos, aparentemente alejados de las funciones militares, eran supervisados por Felix O’Neille, como los relativos a las edificaciones incontroladas de casas por los vecinos, y otras obras como cercas o demoliciones. También, discusiones sobre la iluminación en los palcos de la Casa de Comedias; o incluso conflictos sobre la costumbre de los vecinos de colgar las ropas a secar sobre los muros de defensa de la ciudad, o el despliegue de ganado en sus alrededores.
O’Neille tenía un especial enfrentamiento con los otros poderes, como el alcalde, el clero y los diputados de la Xunta del Reino, como quedó demostrado en varias Actas, alguna de ellas extensas. Así, cuestionó el derecho de la Xunta a recibir honras militares, hecho que fue duramente respondido por los diputados ocupando el expediente numerosos folios en comparación con otros temas de gobierno de la Alcaldía. Igualmente, intentó limitar los honores que las tropas estaban obligadas a dedicar al «Santísimo Sacramento en los días del Corpus y su Octava», sucediéndose la disputa con los poderes eclesiásticos de la ciudad.
O’Neille estaba muy molesto con el nuevo alcalde, el cual decidió comprar harinas extranjeras, provocando un aumento de precios. Con sus palabras, el Capitán calificó el hecho como:
“no solo perjudicial a la livertad del comercio, sino contra la salud publica…»
Pero resulta que la picaresca española ya es de antiguo; intuyó el Capitán que el alcalde estaba realizando extraños negocios. Ésto podemos deducirlo hoy en día después de revisar variadas Actas municipales, donde asoma la corrupción tras enlazar todos los datos. Así, se sabe por el Libro de Actas Municipales de 1778, la presencia de extranjeros que realizaban negocios mercantiles en La Coruña, algunos afincados en la ciudad. Uno de ellos era el Apoderado del Congreso Americano Miguel Laguaner, que tenía una fábrica de lienzos pintados en Cecebre desde 1772. A Laguaner, curiosamente, se le atribuyó el abastecimiento de grano foráneo al mercado local y regional. Por otra parte, Gustavo Cunyngham era otro extranjero que aparece mencionado por varios autores como un corsario inglés, y que tuvo igualmente un oscuro papel en el tema de importación de harinas foráneas.
Resultó, según la descripción del problema en el Libro de Actas, que el abastecimiento de estos productos básicos, como la harina (figura como «Arina flor»), estaba controlado por las autoridades locales para poder mantener los precios constantes y hacerlos accesibles para la gente común. Pero, una cantidad relativamente importante de la mercancía escapaba a la regulación gubernamental. El citado Gustavo Cunyngham compraba la harina a una tercera persona y quedaba bajo la protección de Lagoanere, produciéndose una especulación que les reportaba buenos beneficios, ya que en aquellos tiempos la harina no podía mantenerse en buenas condiciones durante largo tiempo. Aquí, Felix O’Neille acusa al alcalde por permitir que esta circunstancia se repita constantemente, indicio de que estaba obteniendo un oscuro beneficio.
A pesar de todo, La Coruña era en esas fechas un potente punto comercial de la Península, pero comenzó a decaer en 1779 cuando estalló la guerra entre Gran Bretaña y España. Una Real Cédula prohibía comerciar con Inglaterra, lo que significó un importante golpe en la economía de La Coruña.
Felix O’Neille cesó en sus funciones de Capitán General de Galicia y pasó a ser corregidor de Gerona. Dos años más tarde fue nombrado gobernador militar y corregidor de Barcelona. En 1784 llegó al culmen de su carrera al ser nombrado Capitán general de
Aragón y Presidente de la Audiencia de Zaragoza, en cuyo destino moriría.
Poco antes de su muerte, Felix O’Neille fue nombrado caballero de la Real Orden de Carlos III.
Bibliografía: FELIX ONEILLE: UN IRLANDÉS CAPITÁN GENERAL DE GALICIA ENTRE 1774 Y 1778
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