ESLOVENIA: BICENTENARIO REINO DE ILIRIA

Los ilirios llegaron a estas tierras en el año 750 a.C., se trataba de un pueblo de origen indoeuropeo proveniente de Centroeuropa y que introdujo el uso del hierro en la región, en el XIX alcanzaría el estatus políticos de reino.

Esencialmente ocuparon la zona denominada Dolenjska, levantaron poblados fortificados y desarrollaron la metalurgia. Hacia el 400 llegarían los celtas que se fusionaron y lograron crear el denominado reino nórico [hoy habría que ubicarlo en el sur de la actual Austria] y los siguientes en penetrar fueron los romanos en el año 181. Este último imperio ya consolidó una extensa red de posiciones militares que se encuadraron en la histórica Claustra Alpinum Iuliarum pero, el desmembramiento del Imperio [y parece que no se quiere aprender de la historia] trajo consigo la llegada de los “bárbaros” que no tuvieron empacho en cometer toda clase de tropelías: visigodos, ostrogodos, lombardos, pueblos eslavos [ahí llegaron los primeros eslovenos] acabarán asentándose en toda la región y desarrollando una economía agropecuaria que les permitió vivir permanentemente sin necesidad de desplazarse lo que rápidamente se tradujo en la introducción de políticas relativamente estables hasta la fuerte presión de los ávaros, frente a ellos aparece el mercader franco Samo (626 d.C.) que logró oponerse y acabó formando una aristocracia que acabaría con la peculiar y tradicional igualdad de los eslovenos: su masa campesina quedó sometida al duro yugo de la servidumbre feudal de los Duques de Carintia, hasta prácticamente la desintegración yugoslava, sus destinos estuvieron unidos a los Habsburgo, no debemos olvidar el período del XIII cuando la región estuvo bajo la Serenísima República de Venecia, etapa que se alargó hasta el 1815.

El reino de Iliria tomó carta de naturaleza en 1816 tras la disolución de las Provincias Napoleónicas de Iliria, funcionó como un sistema administrativo de transición que fue incorporado al Imperio Austriaco, finalmente, la última mención al Reino de Iliria se realizará en 1849, entonces las denominadas tierras de la corona [Carniola-Carintia-Goritza-Trieste e Istria] se integraron en el imperio austriaco. Las seis provincias de lo que hoy conocemos como Eslovenia y Croacia y de las que Napoleón había establecido la capital en Ljubljana, se consolidaban de nuevo la igualdad de los ciudadanos ante la ley y ya el aprendizaje del esloveno se podría realizar en todas las escuelas. Fue un hecho que insufló una alta autoestima que les llevaría a reclamar la autonomía a Viena, aunque sin éxito es lógico que la semilla estaba sembrada y llegaría el momento de germinar; la sociedad tenía una idea latente y Eslovenia aprovechó la primera oportunidad que le ofrecía la historia para proclamar la independencia; esta oportunidad de oro fue la desmembración de la entonces Federación de Yugoslavia cuando, tras la muerte de Tito, saltaron todos los remaches.

En la práctica son poco más de dos millones de almas que diríamos pasan desapercibidos en el gran puzzle europeo [no en los Balcanes donde los conflictos son latentes y pueden saltar en cualquier momento]. Falta saber si, la oleada de gentes de todo el orbe, que afluyen constantemente al continente europeo, serán capaces de respetar este bello rincón del conflictivo mundo balcánico que tampoco está exento de contradicciones y matanzas. No olvidemos las de los que partisanos de Tito, un espeluznante testimonio es la enorme fosa común de Tezno (Maribor): tres kilómetros repletos de cadáveres ejecutados sobre el terreno a partir de mayo de 1945, Quizá por ese hecho, Eslovenia llegó a ser la más industrializada de todas las ex repúblicas de la federación yugoslava: el sistema político resultante trató de ocultar la ignominia.

El sello de 0,42€ nos muestra el escudo heráldico de aquel efímero reino, fue diseñado por Edi Berk y conmemora el bicentenario de aquella provisional entidad administrativa. Comenzó a circular el 27 de mayo de 2016, se imprimió en cuatricomía offset, hojas de 25 efectos y una tirada de 50.000 ejemplares.

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JUAN FRANCO CRESPO
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