INTRODUCCIÓN
El actual estado de interconexión y dependencia de las naciones del mundo, comúnmente denominado «globalización», constituye un fenómeno que trasciende lo puramente económico, abarcando un ámbito que integra también lo social, político, tecnológico o cultural. Y es lo cultural lo que más nos interesa destacar aquí, por el alcance que el movimiento de las lenguas ha tenido en las últimas décadas, favorecido por una explosión tecnológica, especialmente de las telecomunicaciones, que ha permitido la inmediatez y facilidad para el intercambio de ideas y conocimientos sin fronteras.
El fenómeno globalizador también dio un impulso notable al turismo internacional, donde los viajes de placer, culturales y de ocio, rivalizan constantemente entre sí por los lugares más exóticos, lejanos o singulares. Paralelamente, discurre la comunicación, el entendimiento entre lenguas y culturas, y obviamente el conocimiento de uno o más idiomas que nos permita el intercambio de información. Esa necesidad está cada vez más cubierta gracias a la tecnología; hoy, ya no necesitamos abandonar el sofá para estudiar un idioma, podemos, por ejemplo, recibir clases de francés online en la comodidad de nuestro hogar, conservando la calidad de las clases presenciales.
Esto ha sido posible en los últimos años, porque la tecnología de audio y vídeo, favorecida por las redes de alta velocidad, tanto de cable como de datos móviles, se ha manifestado con un potencial que permite interconectar personas en tiempo real sin cortes ni latencias en la información. Esta realidad no sólo se circunscribe al ámbito de las actividades empresariales, sino que ha sido convenientemente adoptado por el mundo docente con notable éxito, y en el caso que nos ocupa, para la impartición de idiomas. Sin abandonar nuestra residencia, oficina o lugar de vacaciones, sea a través de ordenador, smartphone o tableta, podemos realizar una videoconferencia con el aula virtual y seguir las clases de un idioma, generalmente con una mayor flexibilidad de horarios que si optáramos por clases presenciales.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
Sucedió siempre, a lo largo de la historia, que la humanidad ha viajado, aunque por motivos diversos. Inicialmente, la supervivencia ha sido la motivación principal de los desplazamientos, marcadamente en la época de los recolectores, cuya forma de alimentación consistía en servirse de los frutos silvestres que iban encontrando a lo largo de su camino. La búsqueda de ambientes y climas más favorables también fueron razones de peso para los cambios de residencia, así como la localización de aquellas áreas capaces de suministrar lo más básico para la vida: agua, caza, frutos… La llegada del sedentarismo, propiciado por el aprendizaje de la agricultura y ganadería, dio un parón importante a esos movimientos de población, mediante asentamientos que formaron sociedades, cada vez más populosas.
Con el crecimiento de esas sociedades apareció la necesidad del comercio, y a la par se incrementaron los conflictos por el control de los recursos, por lo que la práctica de la guerra significó otra razón para el movimiento de personas, no solo de tropas militares, sino también de civiles huyendo de las contiendas, y en busca de lugares que les permitieran mantener paz y estabilidad. La religión, con el advenimiento de creencias, deidades y lugares de culto, dio lugar a la aparición de una nueva forma de viajar: el peregrinaje.
LENGUAS Y DIALECTOS
En este enjambre de pueblos y colectivos nacen y se perfeccionan las lenguas, cada cual con sus peculiaridades e idiosincrasia y, en consecuencia, surge una nueva necesidad: la comunicación y entendimiento. Tanto es así, que muchas comunidades comienzan a forjar un habla en sus pequeños entornos, algunos consiguen trascender y hacerse de importancia para otras comunidades vecinas, por lo que dejan de ser dialectos minoritarios y se convierten en lenguas vivas y crecientes.
En Europa, por ejemplo, aún hoy conviven dialectos que no han conseguido prosperar en cuanto a número de hablantes, pero algunas ramas de esos dialectos hallaron la manera de establecer la norma. Es el caso del alemán, cuyos antecedentes se anclan unos 2.000 años a.C. Los movimientos migratorios, con la formación de numerosas tribus, comenzaron una separación de las lenguas germánicas de las indoeuropeas, con profundos cambios lingüísticos, dando lugar a diferentes dialectos, dividiéndose con el tiempo su demarcación entre el alto alemán y el bajo alemán. Con la traducción que Martín Lutero hiciera de la Biblia en alto alemán, comenzó a difundirse por todas las regiones, surgiendo el alemán como lengua escrita y de uso generalizado a partir de primeros del siglo XVI.
A finales del siglo XIX este idioma, con todas sus variantes dialectales, convivía a través de varias normas escritas, por lo que a partir de comienzos del siglo XX una conferencia internacional consiguió adoptar un sistema uniforme de ortografía, perfeccionándose como el alemán estándar. En la actualidad, esta norma, la del alemán estándar, es el que se usa en el ámbito administrativo, y también el que se enseña en las academias de idiomas, tanto si optamos por clases de alemán online o presencial.
APRENDER OTRAS LENGUAS
Históricamente, la motivación de aprender lenguas surge de una necesidad de comunicarse con otras culturas. Esa necesidad se basó principalmente en los intercambios económicos y sociales. Muchas de esas culturas crecieron hasta hacerse muy importantes, por lo que crearon dependencia en aquellas que se hallaban en desarrollo.
No obstante, también surgieron sociedades relevantes que se interesaron por la comunicación con otros pueblos, independientemente de su nivel económico. Por ejemplo, en el mundo clásico a los romanos les atraía aprender el griego, una cultura que causaba admiración en el mundo latino. De hecho, esa fascinación les llevó a adoptar los dioses de la cultura griega como propios, manifestándose una total helenización de la religión romana. Así, deidades griegas como Afrodita, Ares, Febo o Poseidón, pasaron a llamarse respectivamente en la cultura romana: Venus, Marte, Apolo y Neptuno. El fenómeno no se limitó a la transcripción de nombres, sino que se reprodujeron incluso las propiedades e historias de esos dioses, y aunque adoptaron numerosos de ellos, eran doce los principales.
En el mundo romano, el estudio e instrucción del idioma griego estaba a cargo de un esclavo o liberto, que transmitía a los interesados no solo el conocimiento de la lengua, sino también la cultura y la literatura. En algunos casos, incluso viajaban a Grecia y realizaban inmersiones mezclándose directamente con los hablantes helenos.
Roma, también aportó el latín como lengua importante para otros pueblos. Así, la lingua franca fue adoptada como lengua común por muchos nativos de otras culturas, y de hecho la Iglesia la ha tenido por siempre como oficial en ceremonias e intercomunicación.
EL TURISMO Y LOS INTERCAMBIOS CULTURALES
En la actualidad, el turismo es un fenómeno de masas especialmente ligado a la sociedad de consumo, y aunque desde antiguo se ha viajado básicamente por comercio y exploración, es en nuestro siglo XX y XXI en que se manifiesta su máxima expresión, propiciado por los medios de comunicación, vías marítimas, aéreas y terrestres, que progresivamente han ido creciendo en competencia, rapidez y seguridad.
Es evidente que los tiempos cambian, y asimismo las tendencias y modas. Las sociedades avanzadas, ya con sus necesidades vitales aseguradas, recurren al esparcimiento y el alimento cultural con mayor asiduidad. Alejarse sólo unos kilómetros del hogar ya no es la norma, la humanidad actual dedica una parte de su existencia a viajar, conocer otros lugares y culturas, tradiciones y gastronomía. Vivir una experiencia en un país exótico es una opción comúnmente demandada.
El mundo está interconectado en todos los ámbitos, el tecnológico, político, social, económico y por supuesto el cultural, y todo ello debido al fenómeno de la globalización del que ya hablamos. En este contexto, las lenguas son parte fundamental de la cultura de un país, y no sólo herramientas para la comunicación humana con fines educativos, lo son sobre todo para representar la realidad. En consecuencia, para conocer la cultura de una sociedad no es suficiente con aprender la gramática o vocabulario de una lengua, sino que es necesario sumergirse en los parámetros culturales en que esa lengua se desarrolla. Por ejemplo, si viajamos a Gran Bretaña con niños, puede sorprender que cuando pretendamos alojarnos en un hotel veamos un rótulo que avisa «Children are welcome», algo que para un foráneo puede darle a entender que por norma general no se aceptan niños en los hoteles de ese país. En Italia, sin embargo, resultaría extraño que un hotel no aceptase niños como huéspedes.
Las lenguas también pueden influir decisivamente en otras culturas y sociedades, fundamentalmente por el fenómeno de la globalización. Es significativo el caso de Islandia, donde habitan unas 350.000 personas. Debido a su aislamiento y a que el islandés mantiene diferencias notables con las otras lenguas nórdicas, los nativos recurren al inglés porque les resulta más útil, en consecuencia la tendencia puede concluir en la desaparición de esta lengua. El mismo ejemplo podríamos aplicar a las lenguas precolombinas que se hablan en América, como el aimara, quechua o guaraní, que pueden quedar reducidas a lenguas testimoniales al ser reemplazadas progresivamente por el castellano, fundamentalmente por ser éste un vehículo mucho más potente para la comunicación internacional. Es pues notorio, que con la desaparición de una lengua, conlleva también la de una cultura y una historia que le preceden.