Cuando el diseñador Louis Réard presentó en Francia en 1946 un traje de baño de dos partes, ninguna modelo quiso lucir tan extraño atuendo, por considerarlo algo inmoral.
Sólo una bailarina de cabaret llamada Micheline Bernardini aceptó vestirlo, desfilando con él en una piscina del Hotel Melitor de París. Ella fue la que, sin proponérselo, dio nombre a esa atrevida prenda, cuando comentó a su creador: «ese bañador va a ser más explosivo que la bomba del atolón Bikini«.
Aclarar, que Bikini era uno de los arrecifes de las Islas Marshall, en el Pacífico Sur, donde Estados Unidos realizaba por aquella época sus pruebas con bombas atómicas.
Finalmente, sería Brigitte Bardot la que sin ningún rubor popularizó la prenda por las playas de Cannes y Saint Tropez. Por cierto, playas muy concurridas que tuve ocasión de visitar hace muchos años; imagino el revuelo que la diva organizó cuando apareció por allí vestida de esa guisa.
Para los que se crean que el bikini es un invento moderno, decir que hace 2000 años ya lo usaban las mujeres romanas. Así lo confirman los mosaicos decorados con imágenes de mujeres vestidas con esas dos prendas independientes, y hallados en Piazza Armerina (Sicilia). Pero, las modas aparecen, se transforman o desaparecen, y en este caso transcurrieron dos milenios, no sólo para reaparecer, sino también para romper con los tabúes propios de cada época.
En España, la prenda fue muy polémica y estuvo prohibida durante un tiempo. Pero, como no se pueden poner puertas al campo, terminó calando en las féminas españolas. Una de las playas más conocidas del norte de España, en Santander, es precisamente la playa de los bikinis. Su historia es curiosa: cerca de ella se encuentra la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, donde se llevan impartiendo cursos de español para extranjeros desde las primeras décadas del pasado siglo XX; a partir de 1960, las jóvenes extranjeras bajaban a la playa con sus bikinis, causando gran expectación y revuelo en la población del lugar, que en su vida habían visto semejante cosa. A partir de entonces se le conoce como «playa del bikini» o «playa de los bikinis».
En lo que se refiere a su escritura, hemos adoptado la «K» de bikini, y así lo recoge también el diccionario de la Real Academia, en vez de proponer biquini, que debería ser lo correcto, ¿será por ahorrarnos una «u»? , no extrañaría en concordancia con la típica pereza española.
Por otro lado, parece increíble que la RAE no acepte en el diccionario trikini, ni monobikini, y sin embargo haya sucumbido al uso popular del anglicismo top-less.
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