La historia del cómic es tan antigua como el hombre; algunos teóricos retroceden a las pinturas rupestres, otros nos llevan hasta las célebres inscripciones de la Columna Trajana en Roma en donde se recogen las andanzas de este Emperador nacido en lo que actualmente es provincia de Sevilla; más reciente será la teoría que nos acerca a la difusión masiva de una obra que no se produce hasta la llegada de la imprenta (que no invención) de la mano de Gutenberg.
Fuente: Wikimedia Commons
El mundo de la historieta, el tebeo, el cómic o como queramos denominarlo, tiene diferentes perfiles y fuentes; de todas ellas tenemos que beber o será imposible recrear el mundo mágico que representan los dibujos y ese género literario que no siempre ha sabido valorarse cuando en realidad nos está ofreciendo el mejor sedimento para los futuros lectores.
Hoy nos detendremos en un personaje varias veces filatelizado; especialmente en el área germana, en esta oportunidad son ocho ejemplares que también aparecieron reunidos en hojita minipliego que puso en circulación el principado alpino de Liechtenstein para conmemorar el centenario de su muerte.
Wilhelm Busch (Wiedensahl, 15 de abril de 1832; Mechthausen/Seesen, 9 de enero de 1908); pintor, poeta y dibujante alemán, originario de la Baja Sajonia. Su formación superior la encaminó hacia el mundo de la mecánica, había iniciado su carrera de Ingeniería en la Escuela Politécnica de Hannover, pero su inteligencia natural le lleva hasta las Academias de Bellas Artes de Dusseldorf, Amberes y Munich.
Realizó historietas desde una perspectiva satírica, sus personajes más famosos fueron Max y Moritz (Maximiliano y Mauricio). Ambos personajes de ficción fueron considerados, a finales del XIX, una pareja sumamente subversiva que provocaba rebeldía e indisciplina en los jóvenes de la época. Sin embargo la obra se alzó con el título de libro juvenil de mayor éxito en lengua alemana, su lectura se convirtió en algo habitual para varias generaciones y aún hoy es raro encontrarse con algún alemán que no sepa narrarnos algunos de los pegadizos versos de ambos niños rebeldes.
Hay que tener en cuenta que la obra de Busch apareció en una época en la que la literatura juvenil se caracterizaba por la propagación de valores burgueses, su fina ironía, el ritmo y la gracia de sus versos, unidos a la expresividad de los protagonistas de las historietas harán el resto para acabar cautivando a la chiquillería alemana que devoraba con fruición las travesuras de los dos héroes que aterrorizaban a los vecinos de un pueblecito en el que el autor centró su obra (fue traducida a más de 100 idiomas) y en el 2008, con motivo del centenario de su muerte, se recuperaron una serie de obras biográficas y se montaron varias exposiciones para honrar su memoria. Dispone de un museo en Hannover que recoge su legado desde el año 1937, allí podemos admirar su famosa colección de arte satírico que logró formar a lo largo de su vida y que abarcaba nada menos que cuatro siglos del arte satírico internacional; el archivo se complementaba con más de 20.000 dibujos y una biblioteca especializada en su vida y obra. Según el director, Hans Joachim Neyer, «Busch fue un crítico tanto de la gente como de la sociedad de su tiempo y fue su vida campesina, en la Baja Sajonia, la que le sirvió y le inspiró para crear sus satíricas historietas».
Hijo de un tendero de Wiedensahl, con su mordaz y crítica mirada, supo crear un humor en donde caricaturizó la vida de su entorno más inmediato: las cercanías de Hannover. Para ello exageró sus obras y puso como ejemplo a niños malcriados que acabaron rompiendo los esquemas de la sociedad de su tiempo. No se caracterizaba precisamente por la compasión y, quizá, sea ese el motivo por el cual este alemán ha ejercido tanta influencia en los autores de tiras cómicas de medio mundo, muchos simplemente han copiado hasta la saciedad elementos característicos de sus historietas, ¿quién no recuerda nuestra pareja de inseparables y traviesos Zipi y Zape? Se le ha acabado reconociendo como el «padre del cómic moderno», no hay que olvidar que fue uno de los grandes pintores paisajistas, aunque su vida privada no fue fácil, solterón empedernido, antes de morir, decidió quemar toda su correspondencia y archivos.
Busch se encargó de reflejar en su literatura lo equivocado, lo feo y lo malo, todo lo contrario de lo que hiciera Goethe o Lessing; curiosamente, en un momento en que la sociedad (sobre todo la clase media) celebraba con regocijo su desparpajo y la constante violación de lo políticamente correcto, de ahí que las aventuras de Max y Moritz (en el mundo de habla hispana recibieron el nombre de Paco y Pedro tal y como nos recuerdan las publicaciones de la Editorial Reclam) los dos traviesos muchachos que amargaban la vida a todo el mundo y no provocarán un estado de angustia cuando finalmente son castigados y triturados en un molino del que saldrán convertidos en pienso para patos. Un fin brutal, terriblemente cruel, que duda cabe, era lo que buscaban sus ávidos lectores, Busch supo dosificar esa característica que hizo que sus historias perdurasen en el tiempo y fuera una literatura de consumo masivo, dándose la paradoja de que mucha gente no tenía nada para comer, pero si lo que tenía en el bolsillo le permitía comprar un ejemplar de sus historietas, no dudaba en hacer esto último.
Busch se convirtió en millonario desde que apareció su historia sobre un ratón que acaba perturbando la paz en 1860, aunque el éxito realmente lo conocerá con los dos traviesos que aún hoy logran deleitar a los alemanes. Su primera edición en color apareció en 1925. Publica su primera historieta a los 27 años en la revista satírica Die Fliegende Blätter (1859) y en el Münchener Bilderbogen. Las principales obras dibujadas y publicadas, muchas de ellas de contenido político, fueron Bilderpossen (1864), Max und Mortiz (1865), Schurrdibur oder die Bienen (1869), Der heilige Antonius von Padua (1870), Bilder sur Jobsiade (1871), etc. También compuso algunas poesías sin texto, entre ellas Kritik des Herzengs, Eduards Traum o Der Schmetterling.
En su producción con textos es un dechado de agudeza magistral en donde abundan ingeniosas ideas rítmicas y verbales en un estilo trivial que desemboca en un humor pesimista pero de gran alcance entre sus seguidores. En su legado nos encontramos pocas concesiones a la galería: siempre se burló de la hipocresía ¡Cuánto daríamos hoy por tener un autor en estos momentos de «talante burlesco» en la piel de toro! Su etapa más prolífica se dio en las décadas de 1864 a 1884, le reportó bienestar, fama y una holgada posición económica hasta el último de sus días.
Los sellos son todos del mismo facial: 1,30 francos suizos y representan a La lámpara institutriz, Hans Huckebein, Max y Moritz, La viuda Bolte, Elena la pensadora, El mono Fipps, El sastre Böck y El poeta sin inspiración Balduino Bählmamm. Han sido diseñados por Leone Ming y Christine Böhmwalder, fueron realizados en la Imprenta Estatal Austriaca (Viena) sobre papel de 102 gramos. En la parte superior derecha de la hojita va una caricatura del personaje, por supuesto hubo los correspondientes sobres de primer día (dos) y tarjetas máximas (ocho) que fueron canceladas con un cuño especial donde aparece la firma autógrafa del escritor y su fecha de puesta en circulación el 1 de septiembre de 2008.
JUAN FRANCO CRESPO
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