CENTENARIO DE CARLOS LUIS FALLAS «CALUFA» (COSTA RICA)

Nació en Alajuela (21.01.1909) y murió en la capital, San José (07.05.1966);  hijo ilegítimo de Adelina Fallas Sibaja y Roberto Cantillano Vindas (director de bandas militares costarricenses originario de Santo Domingo de Heredia). Su madre contrajo matrimonio cuando él ya había cumplido cinco años, fruto de esa relación llegaron al hogar seis hermanas. De origen humilde realizó una formación básica hasta octavo grado y comenzó a trabajar de aprendiz en los talleres ferroviarios; a los 16 años, inició su relación con la célebre United Fruit Company en Limón, costa atlántica costarricense. Después se convierte en zapatero y ese proletario oficio familiar le acaba dejando en manos del Partido Comunista, fue electo regidor de la capital tica y llegó a Diputado nacional; jugó un importante papel en la política costarricense, sobre todo en el tema social y derechos de los trabajadores, varias veces acabó en la cárcel al encabezar protestas contra las draconianas condiciones laborales de las multinacionales fruteras. En 1933 fue herido, condenada al destierro en Limón, al año siguiente movilizará a más de 15.000 trabajadores, hecho inaudito en la historia del pequeño y tranquilo país centroamericano. Durante la Guerra Civil de 1948 fue el jefe de los batallones obreros que, como en otros escenarios, estaban mal entrenados y miserablemente armados: carne de cañón. Evidentemente los ejemplos de otros países -Guerra Civil Española- tampoco sirvieron de vacuna para los costarricenses que repitieron errores.

Su labor literaria no es muy conocida fuera de su tierra donde su legado está considerado «trascendental en la historia de la literatura costarricense». Pablo Neruda hizo que traspasara fronteras y su «Mamita Yunai» (1940) se conociera en todo el mundo, aunque no sea un título fácil de localizar en España. En 1962 la Fundación William Faulkner le otorgó el Premio Novela Iberoamericana por su trabajo «Marcos Ramírez» (1952), obra que para los ticos vendría a equivaler al célebre Tom Sawyer de Mark Twain; es un libro de aventuras infantiles que se publicó en varios idiomas y países, entre ellos el alemán, francés y polaco. El 11 de abril de 1966 recibió el «Magón» (Premio Nacional de Cultura) que concede la Dirección de Artes y Letras. Políticamente fue honrado por la Asamblea Legislativa a título póstumo cuando el 14 de noviembre de 1977 se le nombra Benemérito de la Patria.

Otras piezas que brotaron de su pluma fueron «Gentes y Gentecillas (1947)», «Mi madrina (1959)», «Tres cuentos (1967)», «Un mes en la China Roja», etc.  La herencia literaria de Fallas es única: tomó sus experiencias, su vida cotidiana, les dio alma y denunció las injusticias sociales de su tiempo con el lenguaje del pueblo. Son obras realistas y directas que honran su legado como un mudo testigo y una denuncia de su época. Su legado literario fue vertido a varios idiomas, entre ellos el ruso, algo habitual en los tiempos de la URSS cuando se divulgaba literatura de todo el orbe a precios de saldo o incluso de manera gratuita. Recuerdo que en algunos aeropuertos era posible escoger libros «gratis» en un centenar de idiomas, eso sí: la maleta acababa pesando una tonelada.

En 1965 viaja a Moscú, pero el cáncer ya había iniciado su devastadora carrera. La «pelona» se lo llevó al año siguiente y fue enterrado en el Cementerio Obrero junto a otros doce cuerpos; ahora se trata de honrar a los escritores ticos y se ha solicitado al gobierno que se hagan los pasos necesarios par convertirlo en el Panteón de los Escritores Costarricenses.

El correo tico le ha honrado con motivo del centenario de su natalicio, el sello conmemorativo apareció el 30 de abril de 2009, tenía un facial de 150 colones y, en formato vertical, nos ofrece su rostro de perfil, en la parte superior vemos a un niño subido en un muro con su tirachinas (tiragomas) como tantos críos de la época, para intentar abatir a alguna de las avecillas allí posadas, divertimento que rara vez nos permitía hacernos con la pieza, pero servía para ejercitar la paciencia y el sigilo hasta lograr obtener el mejor ángulo de tiro para probar la puntería. Hoy ya no se ve chiquillería con este popular artilugio que cada niño se hacía y los pajarillos prácticamente han desaparecido debido al uso intensivo de los pesticidas. Esta ilustración fue tomada por Sonia María Calvo Chaves de la obra que recibió el Premio Nacional de Cultura de 1966. El retrato de Carlos Luis Fallas fue realizado a plumilla por Jorge Illá; ambos artistas realizaron el diseño del sobre de primer día que se canceló en San José el 30.04.09, va ilustrado con una piña de plátanos simbolizando su paso por la célebre multinacional frutera norteamericana que prácticamente colonizó todos los países tropicales del continente americano y cuyo uso de la tierra ha provocado no pocas catástrofes naturales con el paso de los temidos huracanes.

Las huellas visibles de una agricultura intensiva que dio paso a grandes zonas desérticas o improductivas son fácilmente localizables en zonas de Guatemala y Honduras [imagino también por otras latitudes, pero no conozco el resto centroamericano] contrastaban con el uso que los nativos hacían de las tierras en las selvas del Petén para lograr el sustento sin destrozar el lugar que la tierra ponía en sus manos para sobrevivir, pero esa ya es otra historia que nada tiene que ver con la literatura aunque estuviera alfabetizando, como voluntario, en uno de tantos campamentos que los desplazados levantaron en los confines del Ixcán, junto a la selva lacandona mexicana. El matasellos lleva el título que le abrió las puertas a la literatura universal «Mamita Yunai», en 1956 el título se incorporó a la editorial francesa Gallimard y compartió honores en una colección en la que aparecieron las obras de Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Gilberto Freyre, Rómulo Gallegos, Ernesto Sábato, Ricardo Guiraldes o Jorge Amado. La tirada oficial fue de 30.000 sellos de los que mil se emplearon para confeccionar los sobres de primer día que distribuye el servicio filatélico costarricense.

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JUAN FRANCO CRESPO
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