Hitoria militar: La batalla de Palestina; los antecedentes históricos

La batalla de Palestina; los antecedentes históricos Los últimos acontecimientos sucedidos en la convulsa zona de Oriente Próximo, son de suficiente entidad como para dedicarles un espacio en nuestro Blog. En este sentido, parece oportuno hacer una referencia sobre los antecedentes históricos a la creación del Estado de Israel, para que los lectores puedan hacerse una composición de lugar sobre las cuestiones políticas y militares que se dirimen en esa región, en el intento de obtener criterio propio sobre la situación actual, aunque siempre de difícil resolución cuando se trata de conseguir un posicionamiento acertado sobre las razones y legitimidad que esgrime cada bando, pues también se enfrentan en nuestra conciencia cuestiones morales, además de las puramente de derecho, y donde la población civil suele ser víctima inocente.

El Estado de Israel nació combatiendo, y todavía en la actualidad sustenta su supervivencia en el poder militar. La zona de Oriente Próximo en donde se encuentra, constituye una de las regiones del mundo más turbulentas en lo que se refiere a las relaciones vecinales. Pero, ¿dónde, cómo y porqué se originó el proyecto de creación del Estado de Israel?, pues resulta evidente que durante el proceso de creación, los promotores y el pueblo que secundó ese objetivo, asumió que se rodearían de potenciales enemigos, obligándose a defender militarmente la posesión, y viviendo en una situación de continua inestabilidad. Esta es una cuestión que abordaremos en los siguientes párrafos:

Los orígenes

Los judíos soñaron, desde siempre, retornar a su patria histórica. Para ellos esa reivindicación tiene fundamentos histórico-religiosos, que se remonta al menos 3000 años atrás. Comprenderlo significaría profundizar en los textos sagrados de los judíos, lo cual daría, a su vez, para varios tratados teológicos, pues la doctrina del judaísmo ofrece diversas interpretaciones, según provenga de los estudiosos de la tradición oral o escrita, resultando en comunidades y seguimientos religiosos más o menos ortodoxos.
Desde una visión puramente histórica y documentada, los judíos habitantes de Judea han sido un pueblo que sufrió la Diáspora en mayor o menor grado en varias ocasiones. La Primera Guerra Judeo-Romana (llamada la “Gran Revuelta”), no tuvo inicialmente una influencia importante en el éxodo de los judíos, aunque constituyó una base para la conciencia de unidad de su pueblo.

Un hecho histórico destacable de esta Gran Revuelta fue el asedio a la fortaleza de Masada por los romanos, en el 72-73 d.C., en el que todos sus defensores (hombres, mujeres y niños) prefirieron suicidarse colectivamente antes que rendirse a las tropas romanas. En la actualidad, esa montaña y los restos de la fortaleza tienen un gran significado para el nacionalismo judío, pues constituye el símbolo de la última resistencia de su pueblo antes de abandonar la Tierra de Israel.

Fortaleza de Masada

Es la Segunda Guerra Judeo-Romana la que cobra relevancia histórica, y la que afianza los lazos culturales y religiosos de los judíos como pueblo. Se considera por los historiadores que la Rebelión de Bar Kojba (132–135 d.C), fue un hecho decisivo para el inicio de la verdadera Diáspora judía. En esta ocasión, a diferencia de lo que sucediera en la Primera Guerra Judeo-Romana, la gran parte de la población judía fue asesinada en un número superior a 100.000 personas, y el resto se vio obligada al exilio o fue utilizada como esclavos. El símbolo de este hecho más recordado por la tradición judía es la fortaleza de Betar, cuya población fue masacrada sin distinción de sexo o edad.

En esta guerra, el Imperio romano destruyó la ciudad y el templo de los judíos en Israel, y toda actividad religiosa (prohibida a partir de entonces) pasó a Babilonia. Sólo en el siglo IV, Constantino I el Grande permitió que una vez al año los judíos regresaran a Jerusalén para lamentar ante un muro aquella derrota; el Muro de las Lamentaciones tendría desde entonces un enorme significado para el pueblo judío en la Diáspora.

Muro de las Lamentaciones

El regreso a la Tierra de Israel

El sueño histórico del retorno a Sion (término que define la Ciudad de David, y por extensión Jerusalén y la Tierra de Israel), comenzó a plantearse desde principios del siglo XVII, pero no se vislumbró su materialización hasta finales del siglo XIX, en que Theodor Herzl lo recuperó en su obra “El Estado judío”. Herzl abogaba por la creación de un estado independiente y con población solamente hebrea. Más tarde, el movimiento sionista haría suya esta consigna.

Esta cuestión podría tal vez no tener continuidad y trascendencia real, si no fuera que las comunidades judías diseminadas por variados países, especialmente en Europa Central y Oriental, comenzaron a ser intensamente perseguidos y acosados, alcanzando en ocasiones cotas dramáticas. De esta situación se deriva el congreso de Basilea de 1897 del movimiento sionista, inspirado directamente por Herzl, donde tomó forma concreta la idea original del retorno a la Tierra de Israel.

En 1917, el gobierno británico, en contrapartida al apoyo recibido durante la Primera Guerra Mundial del movimiento sionista, volcado por su líder Chaim Weizmann, aprobó la idea de crear un “hogar” para los judíos en Palestina, idea que se propuso mediante la llamada Declaración Balfour (en referencia al secretario de Asuntos Exteriores Arthur Balfour), declaración que, tras el fin de la guerra y la desmembración del Imperio turco, sería confirmada por la Sociedad de Naciones en 1922 mediante el llamado Mandato Británico de Palestina. Así, se acordó que Gran Bretaña recibiera el mandato de administrar y facilitar la inmigración y asentamiento de los judíos en la zona de Palestina bajo su control.

Una cuestión no menor que se planteó, fue cómo devolver a los judíos su territorio histórico, sin causar perjuicios en sus derechos civiles o religiosos a otros colectivos no judíos que habitaban Palestina.

Aunque en Palestina ya existía una comunidad judía, ésta era minoritaria desde que se produjera el éxodo histórico. Así, en 1882 la población hebrea no superaba las 25.000 personas, pero en sólo 20 años había duplicado ese número, y a comienzos de la Primera Guerra Mundial ya alcanzaba las 85.000. Pero, no sería hasta comienzos de la década de 1930, en que se produciría una inmigración masiva tras la campaña antisemita que Hitler lanzó en Alemania cuando llegó al poder, y cuya intensidad y amplitud no tenía precedentes. A finales de esta década la población judía de Palestina alcanzaba ya los 100.000 habitantes, la mayoría entrando ilegalmente huyendo de la represión y acoso de la Alemania nazi. El ritmo de inmigración creció tan rápidamente que en sólo siete años –hacia 1946– se llegó a los 700.000 regresados. Por su parte, la población palestina no judía era multiétnica y ascendía a 1.300.000 habitantes.

Pero el camino de los judíos hacia la ansiada independencia y consecución de su Estado no fue fácil. Varios movimientos de resistencia más o menos violentos (Haganah, Irgun, Lehi…), actuaron duramente contra los árabes que se oponían a la implantación judía, y también haciendo frente a los británicos (aunque alguno llegó a colaborar con éstos contra la Alemania nazi), mediante sabotajes y guerras de guerrillas. A lo largo de tres años, tras concluir la Segunda Guerra Mundial, los combates y acciones de los grupos paramilitares judíos resultaron dramáticos en ocasiones (los británicos llegaron a calificarlos como terroristas). Los primeros meses de 1948 fueron decisivos, y tras duras batallas entre árabes y judíos por el control de las comunicaciones y del territorio que se había asignado a Israel en la partición, la ofensiva árabe terminó y se produjo su retirada.

Constitución del Estado de Israel

Igualmente, los británicos se retiraron y el proceso de Independencia se aceleró. El 14 de mayo de 1948 se materializó la declaración de constitución del Estado de Israel. Los judíos habían derrotado a los británicos en una guerra que se libró prácticamente en la clandestinidad, y a los árabes palestinos que intentaban evitar el asentamiento. A partir de aquí, hasta la actualidad, Israel, ya como Estado, no pudo relajar un solo día la defensa militar de sus posesiones, pues la mayoría de estados árabes vecinos unieron sus fuerzas en guerras abiertas contra el nuevo estado sionista. Los resultados de estas guerras merecen ser abordados con más detenimiento en artículos posteriores.

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