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Conservación
PROTECCIÓN
Acuerdos internacionales - 2ª parte
Las convenciones y actividades balleneras
as primeras naves balleneras concentraron los esfuerzos de caza en las especies más grandes, que podían rendir las mayores cantidades de grasas, aceites y otros productos derivados. El más ambicionado de estas criaturas, la ballena azul, es el animal mamífero más grande de la Tierra.
Se estima que cuando comenzó la actividad ballenera había 200.000 ballenas azules en al Antártico. En 1965 la población había quedado reducida a aproximadamente 2000 ejemplares. Precediendo a los periodos en que se realizaron las concentraciones sobre las ballenas azules, los balleneros habían perseguido la especie de ballena franca en todos los océanos del mundo, y habían reducido su existencia a números ínfimos. La ballena gris del Pacífico también fue llevada al punto de casi extinción.
Los balleneros antárticos enfocaron entonces sus esfuerzos en las especies más pequeñas; la ballena jorobada, en un tiempo muy abundante, quedó reducida a una estimación de 1000 ejemplares en 1962. Otras ballenas como las de aleta, recibieron el mismo trato; en general todas las especies han sido objeto de caza indiscriminada.
En 1962 la ballena jorobada quedó reducida a una estimación de apenas 1000 ejemplares.
A pesar de los esfuerzos de conservación, los intentos por restringir las actividades balleneras encontraron poco éxito inicial. Como las poblaciones de ballenas menguaron espectacularmente y el peligro de extinción era evidente, las propias naciones involucradas en su caza estuvieron de acuerdo en suscribir la Convención Ballenera Internacional de 1946. Esto llevó al establecimiento de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), que autorizó el patrocinio de estudios científicos de las poblaciones de ballenas, y recomendar a las naciones las limitaciones de capturas con objeto de perpetuar las especies y que se pudieran mantener las industrias balleneras. Puesto que ninguna nación firmante del acuerdo dio poder o autoridad alguna a la Comisión cuando entró en vigor, cualquiera de ellas podía ignorar a voluntad las recomendaciones de los consejos científicos. Todo dependía del interés particular de cada nación en obedecer y respetar las reglas. Aunque no existían evidencias firmes de que las naciones desobedecieran deliberadamente las recomendaciones, las poblaciones de ballenas continuaban declinando, indicio suficiente para corroborar que los instrumentos de la Comisión eran absolutamente ineficaces.
Después de 1967, a las ballenas más amenazadas de extinción (azul, franca, gris y jorobada) se le dio protección completa. Comenzando el año 1970 se redujeron los niveles de capturas para otras especies, con objeto de mantenerlas en límites seguros de población. En la reunión de la Comisión de 1983, con las objeciones de Japón, Noruega y la antigua Unión Soviética, estuvieron de acuerdo en acabar con la caza comercial de la ballena antes de 1986; no obstante, las capturas continuaron después de esa fecha límite, aunque a niveles más reducidos.
Así, el nivel de cooperación internacional que proveyó la Convención Ballenera tuvo sus altibajos, y aunque no se lograron todos los resultados deseados, realmente la conservación de las ballenas estaría en una situación complicada si no hubiera existido este acuerdo internacional.