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Cinematografía
HISTORIA
El cine estadounidense de los 40 y 50
Fuente: Recursos educativos del Mº de Educación de España (Licencia Creative Commons)
a década de los cuarenta se inicia con una
auténtica bomba creativa: la película Ciudadano Kane (1940),
dirigida por un recién llegado llamado Orson Welles, que rompió
muchos esquemas desde el punto de vista visual y narrativo, y en la
que tuvo un gran protagonismo el director de fotografía Gregg
Toland.
Estos años estuvieron marcados por la producción de películas de "cine negro", con excepcionales aportaciones en obras como El halcón maltés (1941), de John Huston, con Humphrey Bogart; Casablanca (1942), de Michael Curtiz, con una pareja protagonista inolvidable: Ingrid Bergman y Bogart; Laura (1944), de Otto Preminger, con Gene Tierney y Dana Andrews; y Gilda (1946), de Charles Vidor, con Rita Hayworth y Glenn Ford.
Casablanca
El gran dictador
Tras el ataque japonés a Pearl Harbor, la industria del cine también participó activamente en la guerra. Directores como John Ford, Frank Capra, William Wyler y John Huston se hicieron cargo de grupos cinematográficos en los diversos cuerpos del ejército. También participaron montadores, directores de fotografía y actores, cada uno realizando las tareas que mejor podían desarrollar. Los dos trabajos más recordados de toda la producción fueron la interesante serie Why We Fight, dirigida por Capra, y el excepcional corto documental de Huston La batalla de Midway (1942), por el que recibió un Oscar.
No obstante, el cine estadounidense de los cuarenta se vio delimitado en su producción por la entrada del país en la Segunda Guerra Mundial, que impulsó el cine de propaganda desde el documental y el cine de ficción, en películas en las que el heroísmo del soldado estadounidense quedaba bien destacado, como en Treinta segundos sobre Tokio (1944), de Mervyn LeRoy, y Objetivo Birmania (1945), de Raoul Walsh, con un Errol Flynn capaz de solucionar él solo todos los problemas. En el lado contrario se encontró También somos seres humanos (1945), de William A. Wellman, un retrato realista de los soldados que caminan hacia sus objetivos, de los jóvenes que sufren, tiene miedo y angustia, que pasan hambre.
También se vio condicionado en su creación por la las iniciativas del Comité de Actividades Antiamericanas. Directores, guionistas y actores sintieron la persecución implacable de la Comisión dirigida por el senador Joseph McCarthy. Fue la denominada "caza de brujas", una batalla política con la que se pretendió sanear Hollywood de comunistas.En El gran dictador (1940) -primera película hablada de Chaplin- Charles Chaplin realiza una sátira política sobre Hitler y Mussolini, interpretando un doble papel: el de Hynkel y el de un barbero de un ghetto judío. Entre sus muchos aciertos está la secuencia en la que Hynkel (Hitler) juega con el globo terráqueo. La película tuvo prohibida su exhibición durante años en varios países. En España no se estrenó hasta 1976.
En esta tesitura se moverá la producción cinematográfica en los cincuenta, en la que el cine de género continuará su marcha con singulares aportaciones. En el western se revisan sus planteamientos, con películas como Flecha rota (1950), de Delmer Daves en la que el indio ya deja de ser el malo de la película-, Sólo ante el peligro (1952), de Fred Zinnemann, y Raíces profundas (1953), de George Stevens. El cine negro con La jungla de asfalto (1950), de Huston, muestra su eficacia.
El musical alcanza su cumbre con las aportaciones de Stanley Donen y Gene Kelly (Un americano en París, 1951; Cantando bajo la lluvia, 1952). Hollywood produce mucha ciencia-ficción influenciado por la literatura de la época y por la tensión de la "guerra fría" entre las dos superpotencias (Ultimátum a la tierra, 1951, de Robert Wise; El increíble hombre menguante, 1957, de Jack Arnold). Y también, comedias (Con faldas y a lo loco, 1959, de Billy Wilder), melodramas (Obsesión, 1954, de Douglas Sirk), historias de ambiente juvenil (Rebelde sin causa, 1955, de Nicholas Ray) y mucho cine de entretenimiento que llega con las superproducciones (Los diez mandamientos, 1956; Ben-Hur, 1959, de Wyler) que acomete la industria estadounidense para intentar atraer a la sala al público que durante estos años vive más pendiente de la televisión y del esparcimiento social.