Ni una agresión más

Testimonio recibido de Ana (se omiten todos sus datos conocidos para conservar su anonimato)
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Tengo 35 años y llevo 12 de casada. La verdad es que el tiempo de novios fue maravilloso, e incluso el primer año de casada fui bastante feliz, pero no sé porqué él cambió tanto. No me pareció raro que mi marido fuese aislándose de la familia y de los amigos, pues su trabajo le apartaba mucho tiempo en el despacho, pero si me pareció más extraño que me pusiese todo tipo de pegas para que yo mantuviera mis propias amistades. Por amor cedí en muchas cosas, y sin querer terminé siendo una ama de casa encerrada en ella. Hasta las llamadas telefónicas que yo recibía eran intervenidas por mi marido; tras cada llamada tenía que ponerle al corriente con todo tipo de detalles, y si era un hombre no paraba hasta auyentarlo para que no se relacionara más conmigo. Si íbamos alguna vez a una reunión familiar, de Navidad o Fin de año, siempre tenía que llevar la voz cantante, impidiéndome exponer mis puntos de vista a los demás sobre el tema de conversación, e incluso mandándome callar diciéndome TÚ QUE COÑO SABES DE ESO. El mal carácter pasó a ser algo normal en él, a pesar de que al principio era muy cariñoso y tenía muchos detalles conmigo. Cuando él llegaba a casa sólo decía hola, se encerraba en su despacho y ya no aparecía hasta la hora de comer. En todo el día, si hablábamos era solo para discutir, la mayor parte de las veces por cosas que me parecían tonterías, como el que yo recibiese alguna carta sólo a mi nombre, o que yo decidiese hacerle algún regalo a mi hermano. Llegó un momento en que las discusiones fueron a mayores, con gritos e insultos por su parte. En una de esas ocasiones se alteró tanto que me dio un bofetón con la mano abierta. Me quedé tan paralizada y atontada que no fui capaz de articular palabra. Me encerré en el cuarto de baño llorando sin parar y estuve tres días sin hablarle, justo lo que él tardó en volver a camelarme con peticiones de perdón, ramos de flores y promesas de que no volvería a suceder algo así. Pero no pasaron más de 15 días y ya había vuelto a las andadas, apareció de nuevo su mal humor y desconfianza hacia mi. Volvieron los gritos e insultos, y finalmente otro bofetón. Pero esta vez yo se lo devolví dándole un puñetazo en el estómago. Entonces él se cayó de rodillas con la boca muy abierta, la cara roja y sin respiración. Me asusté tanto que no sabía como hacer para que me perdonara. A partir de ahí mi vida se convirtió en un infierno: Me daba empujones contra la pared, me agarraba por el cuello como si quisiera ahogarme, y me amenazaba con matarme en cualquier momento. Una de sus frases favoritas era: VIVE CADA DÍA COMO SI FUESE EL ÚLTIMO DE TU VIDA, PORQUE UNO DE ESTOS TE MATO, o también: SI ME ABANDONAS MATO A TU HIJA. No tuve más remedio que demandarlo y pedir un alejamiento, pero nos amenazó con buscarnos a las dos aunque sea en el fin del mundo para matarnos si él era condenado.

Animo a todas las mujeres a no ceder, ¡¡Ni una agresión más!!

 
 
 
 
 

 

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