Después de leer numerosos testimonios de mujeres maltratadas, he llegado a la conclusión de que existe luz al final del túnel, y que de esa situación se puede salir airosamente, con orgullo y dignidad. Pero, en muchas ocasiones requiere de un trabajo pedagógico, llevado a cabo por profesionales, o por otras mujeres que han sufrido esas experiencias y dispuestas a compartirlas con las que todavía no saben cómo superarlas.
¿Las cosas han cambiado?
Cada país puede tener una idiosincrasia diferente por motivos culturales, en lo que respecta a los derechos sociales de las mujeres. Así, existen sociedades patriarcales donde la mujer no puede ejercer derechos en igualdad de condiciones con el hombre. En muchos de esos países la mujer está supeditada al marido, con obligación de obedecerle, y a la muerte de éste puede verse sometida a su cuñado u otro miembro varón de la familia del marido. Además, al amparo de crueles leyes, muchas veces tribales, se juzga y condena a las mujeres a la pena capital, por cuestiones que para las sociedades occidentales han quedado olvidadas en la Edad Media, como puede ser el adulterio o la homosexualidad. Lograr que estas sociedades evolucionen en derechos en el sentido occidental que todos entendemos, es una cuestión larga y complicada, porque las tradiciones están profundamente arraigadas, y el intento de cambiarlas supone chocar frontalmente con el conservadurismo, igualmente arraigado y mantenido de la mano del hombre.
Pero ¿qué decir de nuestras sociedades avanzadas, donde se legisla a favor de eliminar barreras entre sexos que impiden a la mujer desenvolverse en igualdad con el hombre en cualquier ámbito familiar, social o laboral?, ¿Las cosas han cambiado? Ciertamente no parecería así, a la vista de los numerosos casos de mujeres que mueren cada año a manos de sus maridos o parejas. Probablemente, la causa se encuentre en el efecto acción-reacción, es decir, se producen más casos ahora con nuevas leyes protectoras, porque más mujeres se atreven a decir «basta», y denunciar a su agresor, lo que provoca en demasiados casos la ira del maltratador, que ve frustrada su posición dominante de mando y control, y no puede soportar verse humillado por alguien que considera inferior. Esto también nos evidencia que el hecho del maltrato a la mujer, sea físico o psicológico, es más generalizado de lo que podríamos sospechar, posiblemente por efecto de la larga tradición machista que persiste en el subconsciente.
La palabra clave para entender el problema…
Existen métodos y cuestionarios para saber si una mujer está sufriendo maltrato físico o psicológico, pero en bastantes ocasiones la propia mujer no es consciente de esa realidad. Se encuentra anulada en su capacidad para evaluar con independencia su forma de vida, y es ahí cuando puede ser necesario la intervención de una tercera persona que esté alejada de la influencia de su círculo, que le ayude a entender y convencerse de su condición de víctima.
La palabra clave que cualquier mujer puede formularse a sí misma para entender el problema sin necesidad de someterse a ningún test es: ¿soy libre? Tan fácil como eso, simplemente preguntándote si eres libre para decidir tu vida y tu destino. Y si no eres libre, ¿quién está coartando tu libertad? La libertad es un bien por el cual se ha luchado y dejado la vida en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, por tanto, no permitas ahora que otra forma de prisión encierre tu libertad y te haga morir lentamente en vida.
Si no eres libre para salir con otras amigas cuando lo desees, para maquillarte, para vestir con esa falda que te gusta, para ir de compras, para administrar tu dinero sin tener que dar cuentas a nadie, para trabajar, y, en fin, para cualquier cosa que pudiera hacer tu marido o pareja sin pedirte permiso. Si no es así, eres una víctima, y cuanto antes asumas esa realidad antes podrás adoptar las medidas para ponerle remedio.
Hay una vida fuera
Hay que abandonar y romper con esa terrible cadena que impide a una mujer maltratada abandonar su calvario, la de pensar que fuera está la ruina y el fin. No es así, fuera hay vida, sonrisas y alegría, y el sentimiento de que se ha vuelto a nacer y recuperada la estima y las ganas de vivir. Que sepas, que cada día que pasa sin tomar la decisión, es un día menos de vida para disfrutarlo en libertad.
Abel Domínguez, editor web de Canal Tolerancia