El poder político empleado como medio de poder social -siempre hablando en términos de control y manipulación-, es una característica por la cual un grupo o institución puede ejercer el control sobre una población y encauzarla ideológicamente hacia sus planteamientos.
Habitualmente, esta manipulación no es coercitiva, sino que se realiza echando mano del «poder discursivo», es decir, manipulando las mentes a través de la palabra apoyada por otras acciones de tipo social y educativo.
Cuando las personas son manipuladas o alienadas -típica forma de actuar de los tiranos y dictadores de variados signos- éstas van perdiendo la conciencia crítica de si mismas, y van asumiendo los roles, pensamientos o ideologías que los manipuladores intentan implantar. Cuando los manipulados han perdido totalmente esa capacidad de autocrítica, es cuando sus acciones futuras pueden ser dirigidas con suma facilidad.
Mediante la manipulación mental, los tiranos ideológicos limpian progresivamente la mente del incauto de cualquier idea propia que pueda enfrentarse a las ideas o doctrinas que ellos desean introducir (habitualmente revoluciones de signo comunista o socialista, aunque la historia nos ha obsequiado también con fascistas de extrema derecha muy sanguinarios).
Curiosamente, con este procedimiento los tiranos no necesitan forzar a nadie para que realice una acción, sino que, una vez alienadas las víctimas, éstas son capaces de dirigir su libre albedrío (en realidad, aunque parezca contradictorio, es un «albedrío dirigido») en un sentido único y de forma siempre recursiva.
La víctima de la manipulación ideológica jamás reconocerá que está siendo o ha sido manipulada, sino que afirmará siempre con rotundidad que sus ideas y planteamientos son fruto de su libertad de pensamiento. Más aún, rebatirá siempre (a veces con argumentos peregrinos) cualquier otra idea que intente apearle de la suya, incluso en ocasiones con violencia verbal, insultos o amenazas. El extremo de esta situación se da cuando la víctima ya manipulada pasa de la simple idea al ejercicio de la violencia física contra otras personas de ideas contrarias, aunque esas otras personas se manifiesten pacíficamente por sus derechos o por la libertad que no disfrutan. Ahí, la extensión del brazo del manipulador ideológico se materializa físicamente y actúa como un mando a distancia en los cuerpos y mentes de los manipulados.
Todo este proceso de manipulación requiere un tiempo más o menos largo (a veces décadas), a través del cual se van asentando en las víctimas los principios corrompidos que, finalmente, no podrán ser «limpiados» sin un largo periodo de reflexión personal de la personas contaminadas, siempre apoyadas externamente por aquellas otras que disciernen claramente la realidad ficticia en la que se desenvuelven esas personas.
Dicho proceso de manipulación, como he dicho, no sólo es mental a través del «poder discursivo», sino también a través de otras técnicas que el tirano o dictador tiene a su disposición cuando ejerce el poder absoluto.
Algunos ejemplos significativos:
1) El control de los medios de comunicación (habitualmente sólo permiten la existencia de un periódico y una radio/televisión del régimen) para, de esa forma, intervenir cualquier noticia o información contraria a la doctrina imperante y, más al contrario, enfatizar siempre el discurso doctrinal.
2) La existencia de un único partido y un único sindicato. De esta forma impiden la representación ciudadana de cualquier otra idea contraria a la doctrina del régimen. Aún así, suelen enmascarar este burdo totalitarismo con la existencia de algún llamado «parlamento» o cualquier otro término sucedáneo, en el que un mínimo atisbo de representación popular es totalmente ficticio, y sólo una imagen adornada para el consumo interno.
3) La absoluta intervención sobre las líneas educativas para, desde muy temprana edad, crear los modelos mentales sobre la realidad que el tirano o dictador desea grabar. Los maestros son casi siempre funcionarios del régimen, por lo que sus enseñanzas irán siempre en la línea oficial. Las mentes infantiles son sumamente moldeables, y en pocos años (sobre todo teniendo en cuenta que el ambiente familiar también es propicio a preservar las mismas ideas) se ha asentado en los alumnos los principios básicos para que prosperen en sus mentes esas realidades prefabricadas.
|
4) La intervención de las comunicaciones en cualquiera de sus formas (física o electrónica), con objeto de evitar que las disidencias puedan hacer llegar su voz fuera de los canales que los tiranos o dictadores controlan. Un ejemplo esclarecedor es el empeño de los manipuladores en realizar, pero también con alguna dificultad, el control efectivo sobre Internet y las redes sociales, al haberse convertido prácticamente en sistemas de ámbito global.
5) La inoculación popular de un sentimiento fuertemente nacionalista. De esta forma, el tirano o dictador podrá echar mano de ese recurso cuando se vea acosado externamente, o incluso internamente por sectores fuertemente críticos, y así repudiarlos y tacharlos de antipatriotas. Los sectores fieles al régimen se levantarán siempre en defensa de su líder y repudiarán a los contrarios amilanándolos o arrinconándolos, tanto física como ideológicamente.
6) También, habitualmente, la creación por parte del tirano o dictador, de un enemigo externo, a veces abstracto (ejemplo la «economía capitalista») y a veces identificable (ejemplo «EEUU y su bloqueo a Cuba»), sobre el que descargar todos los males que la población pueda sufrir. De esta forma, cualquier disidencia, asomo de crítica o malestar de los ciudadanos, será inmediatamente achacable al enemigo externo, el cual será acusado de impedir al «pueblo soberano» progresar y ejercer su propia autonomía.
|
Así pues, y en resumen, observamos que los aparatos ideológicos de los tiranos y dictadores tienen toda una maquinaria a su servicio para el control de las mentes. Y sea por necesidad, ignorancia, interés, juventud o rutina doctrinal durante años, las mentes de las víctimas se van moldeando a semejanza de los intereses de los manipuladores, corrompiendo las ideas originales (si existen), suplantándolas en personalidades débiles (allí donde las ideas propias no estuvieran firmemente asentadas), o implantándolas (allí donde las mentes sean vírgenes o abiertas).
-Abel Domínguez-
(Twitter: @abeldomi)
Fuente consultada: «Discurso y Dominación» (Teun A. van Dijk)