Nacía adventicia en el límite de mi propiedad y nunca me preocupé de buscarle un espacio reservado para ella, pero después del último incendio forestal que sufrimos y a pesar de que no le rozó el fuego, desapareció misteriosamente.
Hace dos días me sorprendió ver unos retoños de nébeda plantados dentro de un viejo cesto de la vendimia al aire libre, mi madre estaba intentando sacarlos adelante. Pensé, que estando casi en invierno volveríamos a perder esta planta, así que me llevé uno de los retoños para el invernadero. Como se aprecia en la foto no está para bailar sevillanas; de un largo tallo asoman en la base unas pocas hojitas que al menos parecen aguantar. Es una planta pequeña, en condiciones saludables y bien desarrollada no suele superar los 75 cm de altura. Sus hojas son perennes.
En Galicia, sobretodo en las zonas rurales, sabemos bien de esta plantita, porque era uno de los ingredientes que utilizábamos para aromatizar las castañas cocidas, en agua cuando eran para acompañar algún plato, o en leche azucarada si eran para servir de postre. Otro ingrediente que solía acompañar a la nébeda era el hinojo silvestre, que en Galicia conocemos como fiuncho, y que tiene un fuerte aroma anisado.
El perfume de la nébeda es, para cualquiera que la olfatee por primera vez, de un aroma y dulzura que no olvidará; a partir de entonces ya le dejará unas sensaciones que le serán inconfundibles. Basta rozar ligeramente con los dedos las suaves hojitas y llevarlos a las fosas nasales, para sentir esa intensidad olfativa que, siendo una planta de la familia de la menta, nos recordará a ella, junto con una mezcla de toques dulces y penetrantes, como de anís y orégano.
Sabemos que por toda Galicia proliferan variadas recetas caseras en las que la nébeda es un ingrediente estimado, como pueden ser las natillas, también en determinados guisos, embutidos de zorza y filloas de sangre, sin olvidar el plato estrella: las castañas cocidas.
La nébeda, de nombre científico Satureja nepeta, Calamintha nepeta y otras nomenclaturas (según las fuentes), es además una planta medicinal. Tomada en infusión es tónica y estomacal, carminativa, expectorante, diurética… Es emenagoga (que favorece la menstruación), por eso no conviene que sea consumida durante el embarazo.
Aparece habitualmente en estado silvestre en muros, senderos y zonas calizas. El cultivo no ofrece dificultad, se puede multiplicar por esqueje o semilla. Soporta suelos secos y pobres, y de hecho los prefiere, no está presente en suelos demasiado fertilizados o con exceso de nitrógeno; es indicadora de pH alcalino. Ama la sombra más que el sol directo. Las heladas tardías no le convienen. Suele florecer a comienzos del verano.
Así que, me he puesto a la tarea de recuperar esta entrañable plantita, y aliñar con ella las próximas castañas, recordando viejos tiempos y sabores.
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