El European Green Deal o Pacto Verde Europeo, constituye el más ambicioso de los planes de la historia en materia medioambiental y de sostenibilidad. Desde sus inicios, en la Cumbre de París de octubre de 1972, la política medioambiental europea se fue afianzando hasta su consolidación actual, con ese novedoso y ambicioso acuerdo que fue aprobado por el Consejo Europeo el 13 de diciembre de 2019. El tratado se enmarca en un nuevo ciclo institucional para construir una Europa ecológica, justa, social y climáticamente neutra, de aquí hasta el 2050, mediante la acometida de una profunda transformación en materia económica, energía sostenible, medidas sociales, etc., y del cual nació la estrategia europea «De la granja a la mesa», en el que nos detendremos más adelante.
Aunque la transición hacia sistemas más sostenibles ya ha comenzado, aún persiste el reto de alimentar a una población mundial en rápido crecimiento con los patrones actuales de producción. Para 2050 nos enfrentaremos al desafío de alimentar a más de 9.700 millones de personas en todo el mundo, una cifra que podría seguir creciendo hasta el 2100 a razón de 19 millones por año, lo que dejaría para entonces un panorama demográfico mundial de 11.200 millones de personas. Estas tendencias provocan cambios importantes en la demanda de agua y alimentos, pero también se dan otros relacionados con los hábitos alimenticios poco saludables o ambientalmente no sostenibles.
En el plano medioambiental, todavía es patente la contaminación del aire, el suelo y el agua, lo que contribuye al cambio climático, la pérdida de biodiversidad y un consumo excesivo de recursos naturales. También se manifiesta un desperdicio importante de los alimentos. En consecuencia, la Comisión Europea ante la sensibilización ciudadana y las nuevas tecnologías y descubrimientos científicos, presentó en julio de 2020 la estrategia «De la granja a la mesa» (Farm to Fork Strategy F2F), la cual persigue un sistema alimentario justo, saludable y ecológico. Se trata de una apuesta por la sostenibilidad y la reducción de la huella ambiental y climática, manteniendo la seguridad alimentaria como premisa fundamental.
Se plantearon cuatro objetivos cuantitativos para 2030:
Estas estrategias deben conducir a una práctica de agricultura sostenible, como la agricultura ecológica, agroecología o agrosilvicultura, con los objetivos de exigencia de una mayor reducción en el uso de plaguicidas, químicos y antibióticos, así como caminar hacia normas más estrictas en bienestar animal. Como veremos seguidamente, en agricultura los bioestimulantes pueden ayudar significativamente a conseguir los objetivos marcados por la estrategia europea «De la granja a la mesa».
Si acabamos de llegar a este mundo de la agricultura sostenible, nos encontraremos con numerosos términos que pueden infundirnos confusión, como bioestimulantes, fitoestimulantes, biofertilizantes o fitoreguladores, entre otros muchos. En este artículo pretendemos centrarnos expresamente en los diferentes tipos de bioestimulantes, pero existe variada terminología que, aunque parezcan ser sinónimos, albergan diferencias que es preciso abordar antes de sumergirnos en los bioestimulantes propiamente dichos.
Como ya resumimos anteriormente, un bioestimulante es una mezcla compleja de sustancias. Pueden ser de origen vegetal (fitoestimulantes), como hongos, algas, semillas, raíces o extractos de otras plantas; pueden contener microorganimos, como bacterias; pueden consistir en extractos de proteínas de origen animal; o también pueden ser ácidos húmicos o formulaciones químicas a base de compuestos que incluyen aminoácidos, hormonas, enzimas, vitaminas y elementos minerales.
En la agricultura, las funciones de los bioestimulantes es actuar como una ayuda suplementaria para las plantas, ejerciendo la acción sobre sus procesos bioquímicos naturales, favoreciendo el crecimiento, asimilación de nutrientes y otras muchas funciones vegetativas, dependiendo de los tipos de bioestimulantes agrícolas empleados. El objetivo final es mejorar la productividad de las cosechas y obtener productos de calidad.
Los principios de funcionamiento de los bioestimulantes son diferentes a los que rigen para los fertilizantes ordinarios, pues actúan con independencia de que haya presencia de nutrientes, aunque muchos tipos de bioestimulantes son compatibles con su uso simultáneo, de hecho una consecuencia positiva del uso de bioestimulantes es que favorecen la asimilación de nutrientes.
Las respuestas de una planta a los bioestimulantes pueden ser muy variadas, desde inducir la floración, ayudar a que el fruto cuaje, incrementar su peso, o defenderse de las inclemencias contra el estrés por frío o calor. Al tratarse de un complemento auxiliar para la fisiología de la planta, su función puede resultar vital en condiciones limitativas para un cultivo, pudiendo incluso determinar que una cosecha culmine con éxito en presencia de sequía, patógenos o un clima poco propicio.
Como ya se dijo, los bioestimulantes pueden estar formados por variados compuestos. Describimos los más habituales:
Los aminoácidos son sustancias orgánicas que permiten sintetizar las proteínas, vitaminas, nucleótidos y alcaloides. Los aminoácidos pueden hallarse en tres formas distintas: libres, en proteínas o formando péptidos (unión de varios aminoácidos). Los que nos interesan a nivel agrícola son los aminoácidos libres, que proceden de la hidrólisis de proteínas, y que no se hallan unidos a ningún otro aminoácido. Las plantas pueden asimilar rápidamente los aminoácidos libres (debido a su bajo peso molecular) y mostrar un efecto en su metabolismo mucho más definido, son por ello de gran importancia en la absorción de los nutrientes por las plantas, resultando especialmente útiles en los momentos más críticos de un cultivo. El motivo tiene que ver con el esfuerzo energético que las plantas deben ejercer en etapas complicadas para su desarrollo, por ejemplo cuando tienen que sintetizar gran cantidad de elementos, como el nitrógeno, oxígeno, hidrógeno, carbono…; en esos momentos los aminoácidos libres favorecen la absorción de los nutrientes con un menor gasto de energía.
Los aminoácidos más habituales presentes en los bioestimulantes son: ácido glutámico, glicina, L-metionina, ácido fólico, ácido algínico.
Los extractos de algas son sustancias naturales que pueden incorporarse a los bioestimulantes. Estos vegetales contienen macronutrientes, micronutrientes, polifenoles, alginatos, polisacáridos y manitoles entre otros elementos. Actúan beneficiando los suelos, favoreciendo el intercambio iónico y el desarrollo de la flora bacteriana, además de contribuir a incrementar la capacidad de retención del agua. Tienen efectos de refuerzo y firmeza de las paredes celulares de las plantas, mejorando la vida útil del fruto.
Una de las especies de algas más utilizadas como bioestimulante, es la Ascophyllum nodosum, una alga marrón muy común cultivada no sólo con destino a la agricultura, sino también para la elaboración de algínicos utilizados en la industria alimentaria humana, como clarificante de los vinos, también para alimentación animal. En medicina es útil para elaborar productos contra úlceras cutáneas y quemaduras,
La descomposición de las plantas y otras materias orgánicas (animales y microorganismos) forman las sustancias húmicas y fúlvicas, que se incorporan al suelo como parte de su estructura. Son varios los efectos bioestimulantes de esas materias, desde el incremento en la disponibilidad de fósforo para las plantas hasta una protección extra frente al estrés oxidativo. Éste es una causa común en el deficiente desarrollo de los cultivos, ya que las plantas invierten mucha energía en defenderse de ese estrés, presentando problemas metabólicos de absorción de los nutrientes, y en consecuencia reduciendo el potencial de crecimiento de forma considerable.
Determinados elementos químicos son beneficiosos para el crecimiento de las plantas, como el sodio, selenio, aluminio, silicio o el cobalto. Estos elementos ayudan a fortalecer las paredes celulares de los tejidos vegetales, así como mejorar la defensa frente al ataque de patógenos, entre otros beneficios.
Aunque habitualmente se relacionan las bacterias y los hongos con patógenos que son dañinos para la agricultura, existen una variedad de ellos que, lejos de ser perjudiciales, ayudan a mejorar la eficiencia nutricional de las plantas, ya que interactúan con las raíces, ayudan a fijar nitrógeno en el suelo y protegen los cultivos contra el estrés tanto biótico (relacionado con todo lo vivo) como abiótico (relacionado con lo físico).
Las hormonas vegetales o fitohormonas, son moléculas orgánicas que actúan sobre el crecimiento vegetativo de las plantas a nivel celular, actuando como mensajeros químicos sobre gran parte de la fisiología de las plantas, incluyendo las raíces, floración, formación del fruto y germinación de las semillas.
Deben utilizarse en bajas concentraciones. Las más usadas son las auxinas, giberelinas y citoquininas. La auxina natural más importante es el ácido indolacético. Las giberelinas tienen muchas funciones, entre ellas la inducción de germinación de las semillas, también el crecimiento de los tallos favoreciendo la división celular y la mejora de la floración. Finalmente, de las citoquininas la más común es la zeatina, muy útil en el estímulo y desarrollo del fruto y los primeros brotes o yemas.
Los bioestimulantes son moléculas de estructura muy amplia, que pueden estar compuestos a base de extractos vegetales metabólicamente activos, hormonas, derivados sintéticos, etc. Se utilizan principalmente para incrementar el crecimiento y rendimiento de las plantas, además de acondicionarlos para sobrellevar mejor los periodos de estrés.
En agricultura, los bioestimulantes tienen utilidad en el desarrollo y producción vegetal de los cultivos, ejerciendo funciones fisiológicas que incrementan la calidad de los mismos, al activar el crecimiento de diferentes órganos, desde las raíces, las hojas, frutos y otros, reduciendo los daños causados por enfermedades, frío, calor, etc.
Los bioestimulantes trabajan tanto fuera como dentro de la planta, permitiendo aumentar la disponibilidad de los nutrientes, mejorando la estructura y fertilidad de los suelos, e incrementando la velocidad y eficiencia metabólica y fotosintética. En estas funciones no se ven alterados los procesos naturales del metabolismo de las plantas, porque su forma de actuar es mediante el incremento de las defensas que ya poseen.
FUENTES DE CONSULTA
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Un artículo genial. Mucha gente confunde estos términos y muchos piensan en transgénicos.
Se deberían de inculcar este tipo de conocimientos de medioambiente a la sociedad