El «Coltan» o la guerra que viene

Alberto Vázquez Figueroa acaba de lanzar su nuevo libro «Coltan» a través de la Editorial B. Esta obra la pone el autor a disposición pública para su libre descarga a través de Internet.

Alberto es un ser polifacético: periodista, prolífico escritor,  inventor, empresario, viajero… En correspondencia con su espíritu investigador, ha escrito esta novela que incluye intriga y acción en torno a un producto desconocido para la inmensa mayoría de nosotros: el «coltan».

Sin duda, las obras de Alberto Vázquez Figueroa constituyen un atractivo para cualquier lector, y más aún para quienes le siguen fielmente. Sin embargo, todos, seguramente, hemos fijado la vista en el título «Coltan», y nos hemos preguntado ¿qué significa?

¿Qué es el coltan?

El coltan es un mineral compuesto, formado por las abreviaturas de columbita y tantalita, en sus composiciones aparece manganeso y diversos metales ferrosos. De este mineral de color oscuro con brillos metálicos se extrae un producto llamado «tantalio».

Pero, ¿qué atractivo puede tener un mineral como este en el momento de escribir un libro? ¿Es materia suficiente como para captar la atención de un lector y atraparlo entre las páginas de principio a fin? Alberto lo ha conseguido, toca pues adentrarnos en las propiedades de este mineral y desvelar qué le hace tan especial.

Hay que precisar, que el tantalio extraido del coltan constituye una materia prima de primer orden en nuestro actual sistema tecnológico. Hace apenas 20 años ni se sospechaba que su producción podría ser objeto de gran atención por los países industrializados, y que pasaría a ser el nuevo «oro» de nuestro tiempo. En el pasado cercano, el tantalio era sólo objeto de curiosidad, y sus aplicaciones de escasa importancia en cuanto a nivel o volumen productivo.

El tantalio es un mineral que presenta determinadas propiedades eléctricas y termoeléctricas, su resistencia al calor es muy alta. Debido a sus características, se pueden fabricar condensadores electrolíticos muy reducidos, que construidos con otros materiales serían de tamaño muy superior.


Arriba, 2 condensadores de tantalio; abajo, 4 condensadores electrolíticos clásicos

El lector habrá deducido rápidamente, que la tecnología actual pasa inevitablemente por los teléfonos móviles –cada vez más diminutos y sofisticados–, los ordenadores portátiles, los GPS, MP3, PDAs, televisores de plasma, baterías de larga duracción, etc., pero no menos importante son los satélites artificales y, especialmente, determinadas armas dirigidas electrónicamente, que son objeto de estudio y desarrollo prioritario por parte de la industria armamentística a nivel mundial. Todos estos equipos utilizan componentes electrónicos que basan su fabricación en la existencia del coltan.

¿Quién tiene el coltan?

El principal productor de coltan, con cerca del 80% de las reservas mundiales estimadas, es la República Democrática del Congo. El resto se encuetra repartido en pequeñas cantidades por otros países, como Australia o Brasil. Con estos datos, queda claro que el coltan es un recurso estratégico de primer nivel, al ser imprescindible para la fabricación de determinados componentes electrónicos incluidos en variados equipos de gran consumo mundial, y también en otros de naturaleza militar o relacionados con la investigación espacial.

El hecho de que los mayores recursos de este mineral se sitúen en un sólo país, ya ha comenzado a generar conflictos, y se sabe que la sangrienta Segunda Guerra del Congo (cuyo balance de víctimas se cuentan por millones), se ha financiado en parte gracias a los beneficios de la exportación de coltan. Muchas de esas exportaciones proceden de Uganda y Ruanda que, conocedores de su inestimable valor, exportan a occidente –principalmente Estados Unidos– coltan extraido ilegalmente en territorio del congo. Además, los señores de la guerra que dominan en las zonas de explotación del mineral, son beneficiarios de las luchas que entablan las multinacionales en la puja por obtener las concesiones de producción. La provisión de armas y el mantenimiento militar de esos grupos, son parte de los pagos obtenidos por la prebenda de explotación.

En consecuencia, las guerras inacabadas en esas latitudes reciben un impulso, cuya magnitud está todavía por determinar. Pero, es previsible y estimable que habrá un punto álgido en la «guerra del coltan». Cuando este mineral se convierta en un producto mucho más escaso y ferozmente protegido por quiénes tienen la ventaja de su posesión casi en exclusividad, las comunicaciones mundiales podrían sufrir un colapso, al depender en su práctica totalidad de este elemento, que es imprescindible para la fabricación de los componentes electrónicos que instalan los aparatos; la guerra que viene podría resultar dramática.

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