Hace un tiempo compartí el siniestro que sufrimos en el sur de Galicia, un incendio devastador que calcinó el 90% de la masa forestal de mi municipio. El eucalipto, un árbol foráneo originario de Australia pero que se halla ampliamente extendido en mi Comunidad, sirvió de poderoso combustible para propagar un incendio que se inició en Portugal, atravesó el río Miño y convirtió en cenizas todo a su paso, en un pavoroso frente de fuego que ni los más ancianos del lugar recuerdan con tanta violencia.
Algo cambió desde entonces, la conciencia de que el eucalipto es una plaga en estas latitudes, estaba latente pero no había aflorado con suficiente intensidad como para tomárnoslo en serio. Yo he tomado el compromiso de eliminar todo vestigio de eucaliptos de mis propiedades, y reemplazarlos por otros árboles nobles, como el castaño, el roble carballo, el aliso…
Aprovechando que tengo rehabilitado el invernadero, ya conseguí que comenzaran a germinar las primeras semillas, en este caso de castaña, un fruto típico sobretodo en Galicia y Asturias, que dan lugar cada año a una fiesta gastronómica llamada en Galicia magosto, y amagosto o amagüestu en Asturias.
Podemos germinar castañas sometiéndolas primero a un invernado (dejándolas unos meses en la bandeja de hortalizas del frigorífico), pasado ese tiempo hay que semienterrarlas con la parte plana hacia abajo, dejando la parte cóncava asomando ligeramente en la superficie. Seguidamente regamos. Debemos mantener la tierra siempre húmeda, pero no encharcada. Muchas castañas, si aún conservan su poder germinativo, en un ambiente de humedad y temperatura adecuados comenzarán a germinar antes de un mes. Al principio aparecerá un brote que se irá hundiendo en la tierra (es la raíz), para más tarde comenzar a emerger el tallo. Esperaremos a que el tallo tenga al menos 30 cm. de altura antes de trasplantarlo.
Sobre el castaño ya compartí en su día información, pero para aquellos que no hayan tenido ocasión de leerla la recupero a continuación:
Los castaños son árboles nobles y admirables, portentosos, y de un gran valor económico, tanto por su excelente madera como por su fruto, la castaña. Antes de que llegara a España la tan recurrida hoy en día patata (o papa), procedente de América, a la cual apenas se le dio importancia en los primeros siglos (el nabo era lo más parecido a ese tubérculo que se conocía en la España de aquellos tiempos), la castaña jugaba un importante papel en la alimentación, sobre todo en aquellas regiones donde no era posible el cultivo de cereales. La castaña formaba parte de la gastronomía, con ella se elaboraban variados platos, cocinados o en crudo (asadas, glaseadas, en almíbar, en puré… incluso para licores), y de ellas también se obtenía harina para diferentes preparaciones culinarias.
Cuando llega el otoño, el perfume característico de las castañas asadas copan el ambiente en numerosas poblaciones españolas, especialmente en Galicia y Asturias.
No se pude olvidar también, que en la farmacopea popular tenía mucho predicamento, en tisanas para tratar la tos, en gargarismos como antiinflamatorio, o en compresivos para las heridas infectadas.
Aunque existen al parecer registros polínicos de que el castaño pululaba hace 5.000 años sobre una verde Iberia (hoy, vista la inmensa aridez del centro peninsular parecería un mito). Dice la tradición que los romanos lo trajeron desde Grecia, y a Grecia habría llegado a través de una famosa expedición, la conocida como «Expedición de los Diez Mil» (allá por el año 401 antes de Cristo), que fue una campaña de persas y mercenarios griegos reclutados por Ciro el Joven, con el objetivo de hacerse con el trono que ostentaba su hermano mayor. Esa expedición fue relatada por Jenofonte (él mismo formó parte de ella), y cuenta en su obra Anábasis, como al regreso de Asia vivieron innumerables odiseas para sobrevivir por la falta de víveres, y así, saqueando poblaciones, consiguieron alimentarse gracias a una especie de «nueces lisas»; eran los frutos del castaño.
Los aspectos místicos del castaño nos refieren a los druidas, que eran silvícolas y tenían especial adoración por los árboles, como el roble, el castaño, y muy especialmente cuando sostenía el muérdago, una planta epífita que, cuando era hallado, se le recogía con elaborado ceremonial.
Sobre estos árboles místicos atesoro una historia familiar que ya compartí hace un tiempo, pero que me gustaría rescatar para todos los amigos/as del grupo. Podéis leerla en el siguiente enlace: http://www.cultureduca.com/blog/historias-de-mis-ascendientes-pasar-o-neno-polo-carballo/
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