ANTÁRTIDA - ECOLOGÍA: Recursos minerales
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Antártida

ECOLOGÍA

Recursos minerales


e conoce la geología antártica suficientemente para predecir con bastante seguridad la existencia de una gran variedad de yacimientos naturales, algunos probablemente muy extensos. El hecho de que no se detecten tamaños significativos, aparte de carbón en las montañas trasantárticas y hierro cerca de la montaña de Antártida oriental de Príncipe Charles, se debe a la dificultad de extraer las muestras.

La cantidad de terreno libre de hielo en la Antártida se estima entre el 1 y el 5%, la probabilidad de encontrar una beta potencial en un espacio tan reducido es prácticamente inexistente. Además, considerando que durante varias generaciones se han peinado las montañas antárticas, principalmente por expediciones de reconocimiento en misión científica después del Año Geofísico Internacional, el alto grado de certeza de la existencia de yacimientos minerales, se basan en las estrechas similitudes geológicas que se han observado entre áreas de la Antártida, y provincias ricas en mineral de América del Sur, Sudáfrica y Australia, y el acuerdo general de como se realizó la configuración geológica de la Antártida durante el mesozoico. Los estratos auríferos sudafricanos, se corresponderían con el formato de la tierra antártica occidental de Reina Maud. El cinturón de las montañas jóvenes de los Andes sudamericanos son ricos en cobre, su extensión continúa hacia el sur por la región antártica del Mar de Scotia, en la Península Antártica, y probablemente más allá de la Tierra de Ellsworth. El hielo cubriría áreas de la Tierra de Wilkes, ricas en oro y platino.

Se ha encontrado ocasionalmente en algunas áreas antárticas, minerales como antimonio, cromo, cobre, oro, molibdeno, estaño, uranio y zinc, pero ninguno de una calidad o tamaño que garantice un interés económico. Tampoco se han considerado viables los yacimientos encontrados de carbón y hierro, a causa de los altos costos de producción polares. Pocos recursos son concebibles de ser explotados comercialmente salvo quizá el platino, oro y diamantes.

Los recursos de petróleo es una materia diferente. El hallazgo de hidrocarburos en prospecciones de carácter científico realizados en el Mar de Ross en 1973, despertó un considerable interés internacional. Naves de investigación de Estados Unidos realizaron estudios geofísicos en varios reconocimientos en el margen continental del Antártico. Desde finales de 1970, la investigación oceanográfica de muchas naciones, algunas como Francia, Alemania (la del Oeste hasta 1990) o Japón, emprendieron estudios detallados de la estructura de dicho margen continental usando técnicas geofísicas sofisticadas de reflexión sísmica, gravedad y magnetismo.

Acumulaciones regulares de petróleo existirían en áreas del margen continental de los mares de Ross, Amundsen, Bellingshausen y Weddell, y quizás cerca de la Barrera de Hielo de Amery. Algunas otras existirían también en cuencas interiores cubiertas por el hielo continental, particularmente en la Antártida del Oeste, aunque parece improbable no obstante que existan los volúmenes requeridos para una explotación comercial.

A pesar de que resultaría difícil, aunque no imposible, las prospecciones petrolíferas en áreas antárticas con plataformas heladas, tal como se han desarrollado en el Ártico, los equipos de prospección serían afectados por los icebergs flotantes y pack´s de hielos en mayor medida que en el Ártico. Así pues, se considera en la actualidad que el petróleo sería el recurso con más probabilidades de ser explotado en la Antártida, aunque entretanto y mientras las posibilidades de prospección sean más accesibles en otras áreas del mundo, cabe estimar que solo se llevaría a cabo a largo plazo.

Las preocupaciones medioambientales y políticas sobre la explotación comercial y desarrollo de los recursos minerales, llevaron a seis años de arduas negociaciones en una convención que regulaba las actividades antárticas sobre recursos minerales (CRAMRA), conocida como Convención de Wellington, y que concluyó en junio de 1988 en Nueva Zelanda con la firma por 33 naciones. Este era un asunto no cubierto por el Tratado Antártico en 1959. Varias naciones expusieron fuertes objeciones y la convención quedó en suspenso. Varias reuniones del Tratado Antártico en París (1989) y Chile (1990), forzaban al CRAMRA a acordar y exigir una prohibición completa y permanente en toda actividad sobre recursos minerales en la Antártida. En octubre de 1991 la reunión de Madrid finalizó con la derrota del CRAMRA; el artículo VII del Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente declaraba simplemente: "Cualquier actividad relacionada con los recursos minerales, salvo la investigación científica, estará prohibida". El Protocolo ha sido aceptado por los Estados miembros del tratado. Con la eliminación de la amenaza de explotación del recurso mineral, el régimen de la Antártida como un lugar reservado para la ciencia parece seguro, aunque muchos flecos políticos quedan todavía pendientes.

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