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Literatura prosista
LA LITERATURA EN EL SIGLO XVIII
El teatro - 4ª parte
Principales dramaturgos
Ramón de la Cruz
Introducción biográfica
ació en Madrid (1731-1794) y en esta ciudad pasó prácticamente toda su vida, que fue bastante tranquila, alejado como estuvo de preocupaciones ajenas a su labor literaria. Recibió una educación de tipo neoclásico y en esta línea inició su actividad teatral, con traducciones de obras dramáticas. Con el tiempo, su afición por la vida popular hizo que abandonara su orientación neoclásica y se dedicó a escribir con gran éxito sainetes, un género dramático humorístico y popular. Ello le valió las críticas y la enemistad de los escritores neoclásicos. Murió en Madrid, en 1794.
Obra
Se inició en la literatura por medio de traducciones de comedias y tragedias de autores franceses (Racine, Molière, Voltaire, Beaumarchais), ingleses (Shakespeare) e italianos (Metastasio), así como por refundiciones de autores españoles, como Calderón (Andrómeda y Perseo) o Cañizares (Ifigenia).
Su obra original consta de algunas zarzuelas (Quien complace a la deidad, acierta a sacrificar, 1758; Las segadoras de Vallecas, 1768; Las foncarraleras, 1772, entre otras) y de más de cuatrocientos sainetes, que son los que le dieron éxito en vida y le han asignado un lugar en la historia de la Literatura. Los sainetes fueron la forma que adoptaron los entremeses de la época barroca; solían estar escritos en verso (generalmente octosílabo) e incluían algunas canciones.
Él mismo los publicó (1786-1791) en diez volúmenes con el título Teatro o colección de los sainetes y demás obras de don Ramón de la Cruz. Podría calificarse a todos ellos de costumbristas; el ambiente es madrileño, en muchos casos, sobre todo en los que han llegado a ser más famosos. El humor es componente esencial de estas obras; algunos títulos son La pradera de San Isidro, El Rastro por la mañana, Las castañeras picadas, El fandango del candil, La noche de San Juan...
En un grupo de sainetes, al humor se une la burla de las ideas y de las modas extranjeras (francesas en especial), que constituían el "buen gusto" neoclásico. Esto sucede, por ejemplo, en La chupa bordada, Inesilla la de Finto, El muñuelo y, sobre todo, en Manolo, tragedia para reír y comedia para llorar, posiblemente su obra más famosa, en la que satiriza la tragedia neoclásica.