LA RADIO EN LA LITERATURA: PANCHEN LAMA

 

Obra de Gilles Van Grasdorff con prólogo de José María Mendiluce, fue editada por Imagina, San Sebastián, 2005. [www.editorialimagina.com].

En esta ocasión las referencias radiales las encontré en una obra que es una recopilación de la historia tibetana y que, junto a otra que en su día comentamos EL CORAZÓN DEL MUNDO, puede recrearnos la historia de este pueblo milenario que a mediados del siglo XX fue invadido por China. El que tenga interés en la temática tiene un excelente material sobre esta zona del orbe denominada también EL TECHO DEL MUNDO.

LA RADIO EN LA LITERATURA: PANCHEN LAMA

Algo más de 350 páginas de letra apretada le transportan al lector a un universo no sólo distante, sino diferente y, llegado el caso, incluso puede quedar atrapado ante una filosofía y unas vivencias que están lejos de nuestro imaginario espiritual y vital.

Poca cosa para lo que nos interesa, pero vamos a transcribir los datos sobre radio televisivos que han quedado reflejados. Es una obra donde la paciencia pone a prueba el tesón humano y la capacidad de adaptación al medio hostil.

“Los tibetanos, por su lado, conocieron la noticia por la radio.  Su alegría fue intensa pero de breve duración.

El mismo día, en el camino que lleva a Lhasa, Chadrel Rinponche, director del Comité de Gestión Democrática de Tashilhunpo, logró ponerse en contacto telefónico para transmitir un mensaje antes de que la línea se interrumpiese súbitamente.”  [19]

“A finales de ese mismo año, en concreto el día 29 de noviembre, se organizó en el templo de Jokhang, en Lhasa, una verdadera farsa política y espiritual. Eran las dos de la mañana. La ceremonia fue grabada y emitida durante seis semanas por Tele Lhasa.” [20]

“Así cuando el general chino abandonó Lhasa para dirigirse a Nankin a finales de noviembre dejó también entreabiertas las puertas de la capital tibetana. Dejaba tras de sí a dos funcionarios a cargo de la estación de radio para cuya instalación había obtenido el permiso a su llegada. Esa unidad, un tanto particular, se convirtió rápidamente en la delegación oficial china desde donde actuaban todo tipo de agentes. No obstante, las negociaciones políticas se habían mantenido hasta la fecha en el status quo de 1934.

Entretanto, la delegación británica de la India había establecido también una estación de radio [la emisora de radio se transformaría más tarde en el consulado general de la India a partir del 15 de agosto de 1947, la célebre “noche de la libertad” cerrando sus puertas en 1962 durante la guerra entre China e India] y abierto un dispensario en donde trabajaba un médico militar. En esa misma época, el gobierno tibetano decidió reforzar el Ministerio de Asuntos Exteriores creado por el Dalai Lama veinte años antes. Y si los británicos transmitían sus mensajes a través de dicho ministerio, los chinos no actuaban de la misma forma e, ignorando su existencia oficial, eludían su autoridad y se dirigían directamente al Kashag [Consejo de Ministros compuesto por tres laicos, los kalön y por un religioso, el kalön lama]”. [122]

“En la pequeña y retirada aldea en donde nació el niño reencarnado a orillas del río Amarillo al este de la montaña de Mari, se celebraba como todos los años el Losar [las ceremonias se inician el veintinueve del duodécimo mes, el día de Gutor, en el que se exorciza todo lo negativo del año anterior. El Losar es momento de numerosas ceremonias], el Año Nuevo tibetano. Sin radio,  periódicos, escuela o medios de comunicación, los habitantes se encontraban prácticamente aislados del resto del mundo. No tenía el menor conocimiento del conflicto que enfrentaba a China y Japón, y tampoco sabían que el noveno Panchen Lama había fallecido”. [167]

“El Dalai Lama alcanzó la frontera de Assam el 30 de marzo. La radio india transmitió la noticia al mundo entero. Nehru envió un mensaje de bienvenida a Tenzin Gyatso que acababa de anuncia la creación del gobierno tibetano en el exilio”. [221]

“A los visitantes se les hacía pasar generalmente al reducido despacho del Panchen Lama, que se sentaba detrás de una mesa de madera casi vacía sobre la cual resonaba un viejo transistor negro de la marca Panasonic. Los visitantes de mayor renombre recibían con frecuencia una invitación para cenar en la gran sala situada frente al despacho del maestro. Chökyi Gyaltsen ofrecía a sus invitados una cena consistente en cordero cocido de la región de Amdo”. [251]

En agosto, las autoridades procedieron a celebrar un ensayo general de la ceremonia manchú de la urna de oro en el templo de Jokhang que fue grabado por un equipo de televisión especialmente llegado de Pekín”. [303]

La secuencia grabada en video se retransmitió durante seis semanas en Tele Lhasa y presentó como protagonistas a dos funcionarios chinos, así como a Gyaltsen Norbu,, el gobernador de la Región Autónoma del Tíbet. La manipulación de los medios de comunicación llegaba a sus cotas máximas”. [304]

La verdad es que el libro me enganchó, quizá porque en el viaje hacia China [vía Doha, la continuación del vuelo siguió a través de Pakistán hasta sobrevolar suelo tibetano y luego territorio chino en la ruta hacia Pekín. Ni yo mismo me imaginé que horas después estaría paseando por  Ningxia, unos lugares que previamente había sobrevolado] me sacié de esas inmensas montañas y de la luminosidad del Everest con un sol naciente que, libre de nubes, nos lo mostraban como una de esas grandes y míticas metas que atraen a miles de alpinistas a un territorio donde difícilmente se encuentra nada plano.

La lectura del mismo, a pesar de su longitud, me hacían imaginar las penalidades que ofrece la zona para el ser humano y, sin embargo, ellos viven ahí arañando a la naturaleza todo lo que es posible para la vida, pero sobre todo, con una espiritualidad que, vista desde fuera, nos puede parecer incluso infantil, cuando la realidad es que nos dan cientos de vueltas en cuanto a su capacidad de resistencia y dominio de sus vidas [para muchos de nosotros, enloquecidos por una sociedad mercantilizada y una vertiginosidad inabarcable, nos parece un milagro].

Así que es lógico decir que la vida merece la pena vivirla; después de ella, nada nos llevamos en ese último viaje. Nos hemos echado demasiadas obligaciones y éstas han resultado ser nuestra cárcel. Un libro para leer con paciencia y donde la naturaleza pone a prueba a los seres humanos y sólo, cuando en alguna ocasión de tu vida te has visto al límite de tus fuerzas, lo interiorizas mejor.

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