GEOGRAFÍA - PAÍSES: India - 4ª parte
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Geografía

PAÍSES

India - 4ª parte


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Historia: hasta 1930

as más antiguas huellas de actividad humana en el subcontinente indio nos son suministradas por hallazgos de guijarros tallados y lascas de hace unos 400.000 años. La transición de estas culturas paleolíticas hacia las industrias microlíticas del Mesolítico permanece oscura. En el II milenio a C se extendieron de N a S la agricultura, la cerámica y los metales. En el valle del Indo y la meseta de Irán se desarrolló una civilización urbana basada en cultivos de irrigación, que tuvo contactos con Mesopotamia. Mediado el II milenio a C se extinguió esta civilización del Indo coincidiendo con la primera penetración de los arios (pueblo indoeuropeo) en la península indostánica, aunque no se ha probado la relación entre ambos hechos.

Tras varias oleadas sucesivas, los arios se asentaron y formaron diversos reinos tribales por toda la mitad N de la India, donde constituyeron una unidad cultural: se extendió el cultivo del arroz, así como el uso del hierro y la moneda; del vedismo antiguo se derivó el brahmanismo, basado en los sacrificios y en la jerarquía de castas. El extremo S de la península quedó al margen de las influencias arias y desarrolló una cultura autóctona: la de los drávidas. Las expediciones del Imperio persa, de fines del s. VI a C, y de Alejandro Magno, en el 326 a C, pusieron el valle del Indo en contacto con el mundo mediterráneo; la relación entre hinduismo y helenismo se mantuvo durante siglos. Al mismo tiempo, uno de los reinos arios, el de Magadha, abordó una primera fase de unificación imperial. La dinastía de los Nanda dominó desde allí toda la India gangética.

El año 321 a C un aventurero de la familia Maurya usurpó el trono y extendió su dominio, en forma de federación de principados tributarios, a casi todo el subcontinente, apoyándose en un ejército permanente y en la burocracia. Desde entonces, en todas las aventuras militares que se sucedieron subsistió la idea imperial. Los emperadores Maurya potenciaron el budismo para intentar escapar al control de la casta sacerdotal brahmánica. Pero la unidad fue efímera, debido a una oleada de invasiones de pueblos nómadas (escitas, mongoles yuezhi y siongnu) que, empujados por la expansión del Imperio chino desde fines del III milenio a C, provocaron la disgregación del país. Durante los cinco siglos que siguieron al declive de los Maurya, el desarrollo del comercio (los invasores abrieron la ruta del Asia central y China) fue un elemento de continuidad. Las castas comerciales, que practicaban el budismo y el jainismo, provocaron con su mecenazgo un florecimiento artístico. En el s. IV a C reapareció una Magadha, un fermento de unidad con la dinastía Gupta. Con ellos se impuso el hinduismo por todo el N del subcontinente. El Imperio Gupta se fragmentó en soberanías locales a mediados del s. V, a causa de los ataques de los kis, hunos heftalitas. Entretanto, el país dravidiano del S, que había ido siempre culturalmente a remolque del N, al estar libre de invasiones desarrolló una variante del hinduismo, la cultura tamil, que difundió hacia Ceilán e Indochina. En la escena política septentrional, pasaron los siglos hasta que se produjo un nuevo impulso centralizador, impuesto por un invasor musulmán.

Los primeros contactos con el islam se remontaban a la instalación de colonias mercantiles árabes, vinculadas al califato de Bagdad, en las costas meridionales del Deccán, y desde el iniciofuertemente indianizadas. La penetración islámica del s. X por los pasos montañosos del NO fue protagonizada por turcos seminómadas recién islamizados, teóricamente al servicio de los emires iraníes, y que acabaron por instaurar un reino en Afganistán, sin tener una presencia permanente en el valle indostánico. La amenaza de estos clanes afganos renació en el s. XII y esta vez progresó hasta el golfo de Bengala, con la fundación del sultanato de Delhi, que fue destruido en 1398 por la expedición de saqueo del mongol Tamerlán. Del sultanato de Delhi quedó la convivencia, potencialmente antagónica, entre hinduismo e islamismo. La India del s. XV estuvo fraccionada en estados regionales, sultanatos musulmanes o reinos hindúes restaurados. A mediados del siglo, el Imperio de Vijayanagar consiguió englobar a todos los reinos del centro de la península, de mar a mar, basando su cohesión en un potente ejército que desalentaba las veleidades autonómicas. Su prosperidad reposó en la agricultura irrigada de las llanuras costeras y los deltas arroceros, y también sobre el comercio marítimo con los puertos del Índico ejercido por ciertas castas y por las comunidades musulmanas. Este Imperio sostuvo oficialmente al hinduismo y patrocinó las artes y las letras (no sólo en sánscrito, sino también en lenguas regionales como el tamil).

En 1498 Vasco de Gama desembarcó en Calicut, abriendo así la era de las relaciones entre Europa y Oriente sin la mediación del islam. En el s. XVI los mogoles anexionaron el N de la India a su Imperio centroasiático. Los «grandes mogoles» constituyeron, durante un siglo y medio, un imperio que englobaba casi todo el subcontinente indio y Afganistán. Aseguraron la cohesión de su dominio con una hábil política de integración de los jefes locales a la jerarquía de gobierno, así como con una tolerancia sistemática hacia el hinduismo; también reorganizaron el ejército, la administración y el sistema fiscal. El símbolo de la magnificencia alcanzada por la dinastía de soberanos mogoles fue el mausoleo llamado Taj Mahal. En el último cuarto del s. XVII se inició la decadencia de este Imperio, debido a diversos factores: el retorno a la discriminación antihindú, que nutrió de desafectos a los jefes rebeldes hindúes, y, principalmente, la imposibilidad de mantener duramente sometidos a los innumerables caudillos locales en un espacio territorial inmenso. Tras décadas de campañas militares inútiles y ruinosas, la unidad imperial estaba afectada por fuerzas centrífugas. Entretanto, la presencia europea se diversificaba y consolidaba, y las grandes compañías comerciales (británicas, holandesas y francesas) se disputaban el predominio en los negocios sobre el propio terreno de la India, diplomática e incluso bélicamente. Naturalmente, de inmediato concibieron la posibilidad de constituir un vasto dominio territorial en el Deccán. La oportunidad fue propiciada por la disolución del Imperio mogol, que hacia 1750 era ya sólo una minúscula soberanía rodeada por una constelación de reinos abandonados a la aventura y el bandidaje.

En los años 60 del s. XVIII Inglaterra había vencido a sus competidores y la East India Company dominaba los enclaves estratégicos, abriéndose ante ella la posibilidad de una verdadera conquista. Hacia 1819 ésta se había completado en lo esencial con el dominio directo de los hinterlands de Calcuta, Bombay y Madrás, y con los tratados pactados con centenares de príncipes que aceptaban la soberanía británica. Un último impulso expansionista llevó la dominación inglesa hasta la frontera con Afganistán y a la baja Birmania hacia 1830. Únicamente la frontera NO permaneció en situación de paz armada, considerándose el resto pacificado. A medida que progresó la conquista la dominación colonial cambió de naturaleza, relegando los móviles comerciales para afrontar los problemas del gobierno. El Parlamento británico fue reduciendo la East India Company al control de la Corona (aprovechando la rebelión de los cipayos en 1858).

Mientras, en 1877 se coronaba emperatriz a la reina Victoria. La administración colonial se aseguró unos ingresos regulares instaurando un mosaico de sistemas fiscales basados en la idea de propiedad privada occidental, destruyendo de paso las solidaridades tradicionales (se planteó una legislación para proteger a los perjudicados, pero nunca se aplicó). Se levantó un aparato judicial que administró y adaptó la ley brahmánica. Los dos pilares del Imperio británico fueron el ejército y un reducido, pero muy eficaz, cuerpo de funcionarios. Desde su conquista, la India fue una pieza esencial de la Gran Bretaña victoriana, a la cual proporcionó recursos y un inmenso mercado. Las invasiones británicas en el país se alimentaron de capitales obtenidos allí mismo, mientras los beneficios se iban a la metrópoli. La India sufrió la descapitalización y pérdida de recursos. Ciertas prácticas sociales y «culturales» (esclavitud, autoinmolación de viudas, infanticidio) fueron erradicadas y se difundió la educación inglesa, formando una intelligentsia anglófona. Por último, se introdujeron el telégrafo y el ferrocarril, al tiempo que se emprendieron trabajos públicos.

Tras algunas revueltas antibritánicas, que tuvieron un carácter tradicionalista al mezclarse a las víctimas del régimen económico colonial aquellos que sentían atacadas sus convicciones y su cultura, la administración colonial trató de limitar discretamente su actuación a mantener el orden y la orientación económica; se reforzó la economía de mercado y la vinculación de la India al capitalismo mundial, en detrimento de la economía tradicional de autosubsistencia. Las desigualdades sociales se hicieron más flagrantes, de manera que cualquier asomo de empresa indígena moderna fue cercenado por el capital europeo. Pese a la fundación del Congreso Nacional Indio en 1885, el movimiento nacionalista no obtuvo amplios apoyos hasta la Primera Guerra Mundial. Hasta entonces, el Congreso sólo fue un grupo de intelectuales anglófonos de las castas altas. Pero la aparición de líderes radicales, con una connotación religiosa, que hablaban de reformar la tradición, empezó a hacer llegar el mensaje a las masas. La cohesión alcanzó un grado preocupante para los británicos cuando Mahatma Gandhi catalizó con su discurso de no violencia todos los movimientos de masas, lanzando las campañas de no cooperación (1921-22) y de desobediencia civil (1929-31). Entre tanto, la minoría musulmana empezó a temer por su futuro en un país independiente de mayoría hindú.

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