GEOGRAFÍA - PAÍSES: Francia - 11ª parte
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PAÍSES

Francia - 11ª parte


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Arte

esde el s. VI al X el arte de Francia, después del de la primitiva Galia (del que aún se conservan obras como la Maison carrée de Nîmes o el Anfiteatro de Arles), había sido una derivación del arte «bárbaro» impuesto en toda Europa, y que los carolingios intentaron entroncar con la Antigüedad (iglesia de Germigni-des-Prés). En el s. XI los monasterios fueron los focos de una renovación de la cultura y el arte, bautizada en el s. XIX como románico. En toda Francia se comenzaron a reconstruir las iglesias, ya no bajo la forma basilical romana, sino transformadas en complejos edificios de naves múltiples y alzados ordenados en pisos, cuyo equilibrio descansa en sistemas de bóvedas.

La arquitectura románica alcanzó plena madurez favorecida por la orden cluniacense (Santa Magdalena de Vézelay y Santa Fe de Conques). También, tras varios siglos, se recuperó la imagen en tres dimensiones, la escultura, con una estremecedora intención pedagógica y evangelizadora. Fue el románico un arte extremadamente vital, con una inacabable variedad de formas regionales y fundamentalmente monástico, dedicado a difundir la idea que del mundo se hacían los monjes (en torno al año 1000, milenario de Cristo) frente a otras construcciones imaginarias: la revolución feudal o, sobre todo, las herejías. En la segunda Edad Media, a partir del s. XII, surgió una nueva forma de arte muy original, vinculada al resurgir de la idea monárquica y al auge de las ciudades en que ésta se apoyó. La primera gran obra en este nuevo estilo, el gótico, se levantó, lógicamente, en la Ile de France; concretamente en la abadía de Saint-Denis, cuyo abad, Suger, fue el ideólogo de los reyes Capetos. El gótico era audaz en su manera de construir, basada en el empleo metódico de la bóveda de ojiva y de las grandes arcadas, que permitían una máxima amplitud y altura, y la sustitución de los muros por vidrieras. El edificio gótico estaba basado en relaciones matemáticas, que creaban una composición orgánica y un ritmo modular.

Las obras góticas por excelencia son las catedrales (París, Reims, Chartres). Si la iconografía románica pretendía aterrorizar, la gótica quería convencer y enseñar: la escultura estilizó y humanizó sus figuras. Las vidrieras sustituyeron a los frescos románicos, jugando con la luz como no era posible en la pintura. Se puede afirmar que pintores y escultores góticos siguieron la tendencia de desmaterializar y aligerar las figuras que marcaron los iluminadores de códices y miniaturistas vinculados a la Universidad de París.

Desde fines del s. XIV el arte empezó a adquirir nuevas funciones: el refinamiento y la riqueza de una aristocracia que se hacía urbana reclamó rodear la vida principesca de lujos mundanos (tapices, joyas y manuscritos iluminados). El ascenso de la burguesía coincidía con una cierta laicización de la vida. La piedad religiosa se hacía más íntima: la alta sociedad reclamaba objetos de devoción personales (relicarios, libros de oración, grabados y estampas). El arte dejó de expresar un ideal plástico espiritual y aristocrático y quiso reflejar la vida, incluida la psicológica. De ahí el gran auge del retrato, intentando reflejar la vida interior. El tema favorito del arte francés fue el de la femineidad, retratando todos los matices del alma femenina.

Durante los ss. XV y XVI Francia cedió la primacía a las dos grandes potencias artísticas del Renacimiento, Italia y Flandes, pero supo asimilar las innovaciones conservando una cierta originalidad. El primer desvío de la tradición gótica se observó en la arquitectura: los progresos de la artillería liberaron a los castillos de un inútil aparejo de fortificaciones, convirtiéndolos en residencias solariegas. Se trata de conjuntos organizados asimétricamente, creciendo espontánea pero armoniosamente en torno a una escalera (Fontainebleau). La penetración del italianismo hizo renunciar a esta espontaneidad en favor de una composición regulada al estilo clásico. El academicismo se mantuvo durante los ss. XVI y XVII, bajo distintas órdenes y tendencias. Mientras en el resto de Europa se evolucionó hacia el manierismo y el Barroco, en Francia se desembocó en una especie de dogmatismo del clasicismo, promoción artística en beneficio del prestigio monárquico efectuada por Luis XIV y su ministro Colbert. Este racionalismo estético se apoyaba en instituciones, como la Academia de Bellas Artes de París que había fundado el cardenal Richelieu. El palacio de Versalles fue la culminación de este arte de la monarquía absoluta, imitado en toda la Europa del s. XVIII. En la misma época, se desarrolló un nuevo urbanismo centrado en la construcción de plazas en torno a la estatua del monarca (las «plazas reales» de toda Europa). También la pintura se convirtió en ilustración de la vida del soberano y de su corte (decoración del Louvre por Le Brun), en pintura de cámara.

Al final del reinado de Luis XIV el exceso decorativista y suntuoso desembocó en el rococó. Cuatro siglos después ya no era la corte quien imponía la moda, sino la alta sociedad de París. Las mujeres (Madame Pompadour, María Antonieta) jugaron un papel de animadoras y promotoras del arte. La vivienda se organizó según principios de comodidad y las artes menores se adaptaron a esa nueva forma de vivir, pero siempre dentro del clasicismo de un rococó amable y moderado (Petit Trianon de Miquet). Los retratistas se dedicaron a proporcionar a esta sociedad hedonista una grata imagen de sí misma (Chardin, Boucher). A partir de 1760 se impuso el neoclasicismo como reacción a la desnaturalización de la sobria antigüedad operada en los siglos precedentes. El neoclásico fue un arte «oficial», dirigido por la administración.

El XIX fue un siglo revolucionario, donde cada generación intentó romper con lo anterior, desconcertando a un público que se aferraba al academicismo, cada vez más degenerado. La arquitectura se hundió en un eclecticismo en que la única novedad fue el empleo de la tecnología del hierro (torre Eiffel) hasta la llegada del modernismo o art nouveau, que revivificó el neoclasicismo a través del estudio de la Edad Media y de la naturaleza. Sólo la pintura experimentó una verdadera revolución en la época del romanticismo; en ella se contraponían quimera y realidad, idea y naturaleza. Su máximo representante fue Eugène Delacroix. Paralelamente, Ingres devenía el más importante retratista del siglo, mientras que Antoine Gros traspasaba la estética heróica a temas contemporáneos (Napoleón en el campo de batalla de Eylau).

El espíritu realista fecundó a Théodore Géricault (La balsa de la «Medusa»), y el misticismo social se sobrepuso a la naturaleza en Jean François Millet. Finalmente, a partir de 1870, la búsqueda de la luz culminó en el impresionismo: Eduard Manet redujo el cuadro a un simple juego de colores, despreciando el tema. El impresionismo nació espontáneamente, pero creció como movimiento bajo la protección de escritores realistas (Zola) ante la hostilidad del público. A partir de 1874 los impresionistas se asociaron para mostrar su obra, buscadora del elemento fugitivo: Edgar Degas lo encontró en el movimiento, Monet en las infinitas variaciones de la luz, Renoir en el lirismo. Mientras, Seurat creaba el neoimpresionismo, reconsideración científica de los anteriores. Próximos al simbolismo, se situaron Gauguin, Redon y Rousseau; Toulouse-Lautrec (con el holandés Van Gogh) reflejó la naturaleza como un drama; y Cézanne se situó en los umbrales del cubismo. En el tránsito al s. XX, pese a algunas realizaciones interesantes anteriores (Villa Saboya de Le Corbusier), se debió esperar a 1930 para introducirse en el mercado de demandas oficiales por medio de la vivienda social, donde se experimentó con la técnica de la prefabricación (Beaudovin y Lod en el ayuntamiento de Clichy) o las «unidades de habitación» de Le Corbusier en Marsella. En París se desarrolló el mercado de inmuebles para oficinas con los trabajos de Jean de Mailly.

El Taller de Urbanismo y Arquitectura (AUA) desarrolló las casas experimentales de Jacques Bardet. Todavía conviene resaltar el desarrollo de la arquitectura comercial, cuya manifestación más característica es el polideportivo de Avoriaz. El mercado de la construcción tiende actualmente hacia los inmuebles burocráticos y residencias de lujo privadas, así como hacia la vivienda social. En pintura, Juan Gris prolongó el cubismo, mientras el dadaismo se apagaba por el ostracismo de su máximo representante, Marcel Duchamp. En el paso a la abstracción, Max Ernst era el mayor exponente del surrealismo. No obstante, y siguiendo la ley del péndulo, volvió el ansia de retorno a la tradición, contrastada por artistas como Chagall. Tras la Segunda Guerra Mundial se impuso Picasso como modelo a seguir. En 1960 el neorrealismo europeo correspondía al pop-art estadounidense, con sus técnicas fotográficas, de collage y de ensambladura. En la actualidad, no existe separación entre las distintas artes, inmersas en un período de búsqueda, donde aparecen referencias sociológicas, tecnológicas o biográficas.

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