GEOGRAFÍA - PAÍSES: Estados Unidos de América - 9ª parte
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Geografía

PAÍSES

Estados Unidos de América - 9ª parte


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Arte

as primeras pinturas americanas son retratos debidos a artistas anónimos nostálgicos de sus países de origen. Les siguieron retratistas al servicio de los nuevos ricos del siglo XVIII, que no escaparon al academicismo provincialista. Se impusieron bastante después de la independencia los naïfs (ingenuos), ya fuesen retratistas, paisajistas o pintores de la vida cotidiana, más interesantes y personales.

El patriotismo nacido de la guerra inspiró a los pintores que exaltaron el paisaje nacional. A menudo con talento, pero jamás audaces, esos pintores quedaron muy alejados de las investigaciones de sus contemporáneos europeos. No fue hasta la segunda mitad del siglo XIX que el más avanzado arte europeo penetró en Estados Unidos. La nostalgia del pasado provocada por la guerra civil se empeñó resueltamente en la vía del romanticismo. Esta época romántica fue un período crítico, dado que los mejores artistas se instalaban en Europa para hacer carrera (Thomas Eakins, Winslow Homer).

A inicios del siglo XX, pese a la buena acogida a los impresionistas, los americanos aún mostraban gran timidez hacia las vanguardias. El marchante Alfred Stieglitz organizó un acontecimiento capital en la historia del arte americano: la exposición del Armory Show de 1913. Junto a los maestros americanos y europeos del siglo XIX, el público, estupefacto y en general hostil, descubrió las corrientes más avanzadas del arte moderno: fauvismo, arte abstracto, cubismo y expresionismo. Pero ante el clima hostil, el primer movimiento de arte abstracto americano sólo fue un espejismo (John Marin, Marsden Hartley).

En la década de 1930 se impuso el realismo. Sólo la aparición de Marcel Duchamp pudo romper esa resistencia; en 1915 introdujo el dadaísmo, y cinco años después fundó, junto al fotógrafo Man Ray, la Sociedad Anónima destinada a convencer a los americanos de las bondades de las búsquedas más avanzadas del siglo XX, organizando conferencias y exposiciones. De esos tiempos difíciles puede retenerse a Edward Hopper. Esa apertura hacia las vanguardias cesó brutalmente en 1929. La fase de reacción nacionalista que atravesó Estados Unidos se tradujo en el retorno del figurativismo. Entre esa regresión artística devino la Segunda Guerra Mundial; los Estados Unidos acogieron a numerosos artistas huidos del nazismo. Posteriormente se han producido polémicas estériles sobre qué o cuánto debían los artistas americanos a los europeos. De hecho, los contactos personales fueron muy reducidos. La nueva generación americana entendió las ideas y técnicas de los surrealistas y expresionistas abstractos europeos, pero encontrando su propia línea (Jackson Pollock, Frane Kline, Mark Tobey).

El final de la década de 1940 marcó el nacimiento de un arte nacional. Desde 1955, la reacción contra el action painting (pintura de gestos violentos y sin control) se manifestó en dos direcciones opuestas vigentes hasta hoy: el retorno a una abstracción rigurosa e intelectualista (Barnett Newman, Ellsworth Kelly o los escultores Tony Smith y Robert Morris), y una renovación brutal de la figuración. En 1965 Richard Wollheim, otro crítico, empezó a hablar de minimal art, obras sin recurso a ningún contenido, contando sólo la disposición en el espacio (Donald Judd, Dan Flavin). Les sucedió el post-minimalismo y el Land art, que produjo earth works, intervenciones a gran escala en la naturaleza. Se trata de obras efímeras (happenings y performances), del gesto y el comportamiento, sólo perpetuadas por la fotografía y el vídeo (Eva Hesse, Sol Lewit, Denis Oppenheim, Christo). Otro crítico, Seth Siegelaub, anunció en 1969 el arte conceptual, reflejo artístico de los descubrimientos de la sociología (Nel Bochner, Robert Barry).

En la línea figurativista se anunció el pop-art neoyorquino, volcado en la fotografía, el dibujo y los carteles cinematográficos (Andy Warhol). A finales de los años 60 triunfó el hiperrealismo, con una pintura y escultura próximas al trompe-l'oeil, ilustrando el aspecto más banal de la vida cotidiana. En Estados Unidos nacen nuevos movimientos (o modas) cada año. Los más recientes son el arte pobre, el ecological art o el earth, todos muy alejados de la pintura y la escultura tradicionales. La arquitectura colonial se caracterizó por la sobriedad, expresión del desprendimiento religioso de los puritanos. Ofreció una gran variedad de formas, cambiando de N a S sus materiales (madera, piedra, ladrillo). Justo al concluir la Guerra de Independencia fueron necesarios, por los imperativos de la nueva república democrática, multitud de nuevos monumentos públicos (capitolios, bibliotecas, universidades, hospitales, prisiones), siempre dentro de una austera simplicidad y un eclecticismo de estilos clásicos. Con ese clasicismo rompió Henry Hobson Richardson, representante del racionalismo desprovisto de todo formalismo. La obra que le hizo célebre fue la Trinity Church de Boston (1877). La asociación de McKim, Mead y White se alejó del racionalismo de Richardson y llevó el estilo pintoresco a su perfección. El sentido del material se asocia a una maestría de formas obtenida por combinación de superficies curvas y de rincones triangulares. También participó Richardson del nacimiento de la Escuela de Chicago, desarrolladora de la arquitectura metálica. El rascacielos de estructura metálica fue posible a partir de la utilización comercial del acero.

El año 1879 fue el debut de la era de los rascacielos (el más bello de Chicago fue el Reliance Building de John Wellborn Root). Sin embargo, la Escuela de Chicago no tuvo continuidad; decidieron renunciar a los efectos modernos por un nuevo clasicismo (Boston Public Library). En aquel momento se impuso el prestigio de la Escuela de Bellas Artes de París. Edificios como el Lincoln Memorial de Washington, de Henry Bacon (1917) marcan el apogeo del estilo Bellas Artes. En los años previos a la Primera Guerra Mundial el monumentalismo triunfante se identificó con las catedrales góticas; por eso la arquitectura desarrolló un estilo neogótico teñido de art déco. Tras la crisis del 29 se apreció un profundo cambio con obras desprovistas de estilo de referencia, cuya única característica común es el sentido de la masa. En esta época se desarrolló colosalmente el mercado de viviendas individuales, creándose métodos de fabricación en serie, aunque algunos arquitectos conservaron su clientela individual, singularmente Frank Lloyd Wright, que regresó de su exilio en Japón. La recesión certificó la muerte de la arquitectura de estilo clásico y abrió la vía del modernismo.

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial llegaron a Estados Unidos arquitectos huidos del nazismo (Walter Gropius y Mies Van der Rohe, entre otros). Poco después de la guerra, Le Corbusier construyó el edificio de la ONU en Manhattan, que inauguraba la era de los modernos rascacielos. En los 60, agotado el repertorio tecnológico, la arquitectura americana se volvió hacia el academicismo, no necesariamente de reminiscencias clásicas. Sólo en el dominio de los rascacielos se mantuvo la inventiva: en cuanto al volumen, la altura y las técnicas de construcción (World Trade Center de Nueva York, 1974). Los proyectos americanos de los años 70 parecían marcados por el escepticismo o el manierismo: basculan entre la eficacia comercial o la brillantez preciosista. Charles Moore impuso en Nueva Orleáns el collage entre materiales del mundo industrializado y elementos del clasicismo romano. El post-modernismo americano, pese a su gran concienciación teórica, apenas se llevó a la práctica. Todavía se busca una vía de escape al retorno del clasicismo sometido a una estructura técnica y profesional infeudada a la gran industria.

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