El mundo no puede dar alegrías tan grandes como
son las que quita.
La experiencia es el primero de los filósofos,
pero el más doloroso cuando hemos llegado a conocer
bien su ciencia.
Siempre se interpone algo entre nosotros y lo
que creemos que es nuestra felicidad.
El mismo placer es un moralista mucho más severo
que toda la sabiduría de los sabios.
Cuando la edad enfría la sangre y los placeres
son cosa del pasado, el recuerdo más querido sigue
siendo el último, y nuestra evocación más dulce, la
del primer beso.
El amor del hombre es algo aparte en su vida,
mientras que el de la mujer es su existencia entera.
El que cae desde una dicha bien cumplida, poco
le importa cuán hondo sea el abismo.
El amor encontrará su camino, incluso a través
de lugares donde ni los lobos se atreverían a
entrar.
La amistad es el amor, pero sin sus alas.
Sólo salgo para renovar la necesidad de estar
solo.
La consecuencia de no pertenecer a ningún
partido será que los molestaré a todos.
Cuanto más conozco a los hombres, menos los
quiero; si pudiese decir otro tanto de las mujeres
me iría mucho mejor.
Luchar contra nuestro destino sería un combate
como el del manojo de espigas que quisiera
resistirse a la hoz.
Nunca aconsejéis a un hombre que desconfíe de
una mujer con la que ya esté casado. Es demasiado
tarde para él.
La vida es demasiado corta para dedicarse al
ajedrez.
Es fácil morir por una mujer; lo difícil es
vivir con ella.
La sangre sirve sólo para lavar las manos de la
ambición.
No hay cosa más incierta que el numero de años
de las señoras que se dicen de cierta edad.
El mejor profeta del futuro es el pasado.
El que no ama su patria no puede amar nada.
El matrimonio es al amor lo que el vinagre al
vino. El tiempo hace que pierda su primer sabor.
Apenas son suficientes mil años para formar un
Estado; pero puede bastar una hora para reducirlo a
polvo.
Ciertamente, es agradable ver estampado el
propio nombre; un libro es siempre un libro, aunque
no contenga nada.
Jamás mueren en vano los que mueren por una
causa grande.