Los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como
suele decirse; antes al contrario, la hacen más
profunda.
La necesidad es un obstáculo indestructible;
todo lo que sobre ella se lanza se estrella.
La humanidad es como es. No se trata de
cambiarla, sino de conocerla.
Cuidado con la tristeza. Es un vicio.
A un alma se le mide por la amplitud de sus
deseos, del mismo modo que se juzga de antemano una
catedral por la altura de sus torres.
Hay que esperar cuando se está desesperado, y
andar cuando se espera.
Cuando llegamos a viejos los pequeños hábitos se
vuelven grandes tiranías.
La felicidad es una cosa monstruosa. Quienes la
buscan encuentran su castigo.
La patria, posiblemente, es como la familia,
sólo sentimos su valor cuando la perdemos.
A los ídolos no hay que tocarlos: se queda el
dorado en las manos.
El corazón es una tierra que cada pasión
conmueve, remueve y trabaja sobre las ruinas de las
demás.
La añoranza se asfixió bajo el hábito.
No lean, como hacen los niños, para divertirse
o, como los ambiciosos, para instruirse. No, lean
para vivir.
La manera más profunda de sentir una cosa es
sufrir por ella.
Amad el arte, entre todas las mentiras es la
menos mentirosa.
La melancolía es un recuerdo que se ignora.
Creo que sí mirásemos siempre al cielo
acabaríamos por tener alas.
¡Hay tantas maneras de leer, y hace falta tanto
talento para leer bien!.
El futuro nos tortura y el pasado nos encadena.
He ahí por qué se nos escapa el presente.
Un corazón es una riqueza que no se vende ni se
compra, pero que se regala.
No le demos al mundo armas contra nosotros,
porque las utilizará.
Ten cuidado con tus sueños: son la sirena de las
almas. Ella canta. Nos llama. La seguimos y jamás
retornamos.
Ser estúpido, egoísta y estar bien de salud, he
aquí las tres condiciones que se requieren para ser
feliz. Pero si os falta la primera, estáis perdidos.