Intento comprender la verdad, aunque esto
comprometa mi ideología.
El mejor olor, el del pan; el mejor sabor, el de
la sal; el mejor amor, el de los niños.
Si conociéramos el verdadero fondo de todo
tendríamos compasión hasta de las estrellas.
La política está en el aire mismo que
respiramos, igual que la presencia o ausencia de
Dios.
Siempre hay un momento en la infancia en el que
se abre una puerta y deja entrar al futuro.
El odio no es más que carencia de imaginación.
Todo niño viene al mundo con cierto sentido del
amor, pero depende de los padres, de los amigos, que
este amor salve o condene.
Pienso que la Navidad es una fiesta necesaria;
necesitamos un aniversario durante el cual podamos
lamentar todas las imperfecciones de nuestras
relaciones humanas. Es la fiesta del fracaso, triste
pero consoladora.
La gente habla de la mayoría de edad. Eso no
existe. Cuando uno tiene un hijo, está condenado a
ser padre durante toda la vida. Son los hijos los
que se apartan de uno. Pero los padres no podemos
apartarnos de ellos.
Es imposible ir por la vida sin confiar en
nadie; es como estar preso en la peor de las celdas:
uno mismo.
Llamamos sentimentalismo a los sentimientos que
no compartimos.
No podría creer en un Dios al cual comprendiera.
En el fondo de nosotros mismos siempre tenemos
la misma edad.
El peligro es el gran remedio para el
aburrimiento.
Las personas reales están repletas de seres
imaginarios.
Quienes comparten nuestra niñez, nunca parecen
crecer.
Nunca convencerás a un ratón de que un gato
negro trae buena suerte.
Nunca llegamos a hacernos a la idea de que
contamos menos para los demás de lo que ellos
cuentan para nosotros.
Los historiadores son personas que se interesan
por el futuro cuando éste ya es pasado.
La mayoría de las personas prefieren confesar
los pecados de los demás.