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Se indica con esta frase que cada cual debe hablar u opinar sólo de lo que conoce o entiende, o hacer aquello para lo que se halle capacitado, sin entrometerse en otros asuntos ni trabajos ajenos. Ej. "No intentes arreglar tú el coche, que no tienes ni idea de mecánica, zapatero a tus zapatos", "¿Porqué te tiñes tú el pelo si siempre te queda mal?, zapatero a tus zapatos".

Esta frase procede del siglo IV a.C., y se le atribuye al pintor griego Apeles, pintor de Alejandro Magno. Era habitual en aquel tiempo que los artistas expusiesen sus obras en plazas públicas. Apeles había llevado a la plaza (el ágora ateniense), una pintura, concretamente un retrato, para obtener la opinión de sus conciudadanos. Entre los observadores se hallaba un zapatero, que advirtió al autor de un error en las sandalias que portaba el retratado, criticando la forma y el color. Apeles, aceptando las críticas, retiró el cuadro y volvió a su estudio para retocarlo siguiendo las instrucciones del zapatero. De regreso al ágora con su obra modificada, apareció de nuevo el zapatero, el cual, orgulloso de que sus comentarios se hubiesen tenido en cuenta, se permitió seguir opinando sobre el resto de la obra de Apeles, como los rostros, las manos o las vestimentas que portaba el personaje del retrato. Fue entonces cuando Apeles, molesto por esas observaciones, aunque con mirada serena, le sonrió y le espetó "Zapatero, a tus zapatos".

Existe un refrán que viene a advertir de lo mismo: "El zapatero, juzgue de su oficio y deje el ajeno".

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