Nuestros dichos: Las cuentas de El Gran Capitán / Hacer las cuentas de El Gran Capitán / Echar las cuentas de El Gran Capitán

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Nuestros dichos

Las cuentas de El Gran Capitán / Hacer las cuentas de El Gran Capitán / Echar las cuentas de El Gran Capitán


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Denominamos así a las cuentas exageradas, a las hechas de forma arbitraria y poco seria. También a las que suelen presentarse sin ningún tipo de justificante.

"Cuando vi la factura del hotel me quedé blanco ¡Aquello eran las cuentas de El Gran Capitán! Catorce mil de teléfono; ocho mil de minibar y veinte de servicio de habitaciones".

"A mí no me vale que me cuentes que te has gastado tanto en taxis, tanto en comida y tanto en gastos personales. Esto son las cuentas de El Gran Capitán. Necesito las facturas o los tickets".

El dicho se refiere a don Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515), el militar de más renombre de la España de los Reyes Católicos. Participó en la conquista de Granada y expulsó a los franceses del reino de Nápoles, del que fue nombrado virrey. Tras la muerte de la reina Isabel en 1504 sus relaciones con el rey Fernando se deterioraron considerablemente, especialmente cuando el monarca le pidió que rindiera cuentas de la campaña de Nápoles. Al rey tampoco le agradaron tales cuentas -hechas con toda la ironía y mala intención del mundo- ni la forma en que se presentaron, hecho que, al parecer, provocó la ruptura definitiva entre los dos y la vuelta, en contra de sus deseos, de El Gran Capitán a España, donde murió.

La versión apócrifa de parte de los apuntes que don Gonzalo hizo llegar al rey es ésta: «Cien millones de ducados en picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del enemigo. Ciento cincuenta mil ducados (según otras versiones «sólo» dos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales) en frailes monjas y pobres, para que rogasen a Dios por las almas de los soldados del rey caídos en combate. Cien mil ducados en guantes perfumados, para preservar a las tropas del hedor de los cadáveres del enemigo. Por reponer y arreglar campanas, destruidas de tanto repicar a victoria, ciento sesenta mil ducados. Finalmente, por la paciencia al haber escuchado estas pequeñeces del rey, que pide cuentas a quien le ha regalado un reino, cien millones de ducados».

No hay duda, tras la lectura de esa declaración, que el Gran Capitán expresaba una tremenda ironía a través de unas cuentas inverosímiles.

Ver también: A enemigo que huye, puente de plata.

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