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La Televisión
DEPORTES
Ciclismo
Fuente: Recursos educativos del Mº de Educación de España (Licencia Creative Commons)
l ciclismo es desde la perspectiva de la televisión un producto clásico. Por descontado que no todas las pruebas ciclistas poseen el mismo atractivo para el público. En la actualidad la demanda se ha construido sobre la importancia del Tour de Francia y en menor medida sobre la Vuelta a España, las pruebas del campeonato del Mundo y algunas clásicas.
La propia estructura de la competiciones básicas beneficia a los intereses de programación. Son carreras de 21 días, con sólo dos jornadas de descanso, compuestas por etapas de varias horas de duración, teniendo muchas, como las que se desarrollan en la montaña o las de contrarreloj muchos y muy distintos puntos de atracción. El corolario es que el programador puede llenar toda una parcela de la parrilla durante las tres semanas que dura la competición, permitiéndose realizar con aparente libertad cortes publicitarios en diversos momentos.
Es precisamente este diseño temporal el que fomenta la identificación y la atracción del aficionado. La larga duración de las etapas se asocia emocionalmente con una jornada laboral, aumentando su sensación de verismo – de verdadero trabajo – y de dureza que transmiten ‘los esforzados de la ruta’. La competición también puede ser condicionada por la televisión reservándose, cuando es posible, las mejores etapas– habitualmente las etapas reina de montaña y contrarreloj decisivas –para el fin de semana.
En el pasado los equipos que competían en el Tour de Francia no eran marcas comerciales sino selecciones nacionales.
Sin llegar a los extremos del mundo del motor, el ciclista se convierte también en un hombre anuncio rodante. De hecho, son los únicos deportes de equipo que no se identifican por determinado ámbito geográfico sino por una marca. En el ciclismo el nombre del equipo emana de quien paga el presupuesto anual – ONCE, Euskastel Euskadi, Kelme-Costa Blanca... - y este patrocinio se refleja en el maillot del deportista. A su vez los distintos premios de la carrera los conceden distintas empresas, por lo que no es extraño ver al líder de la competición portando un vestuario compuesto por diversos nombres de marcas.
La retransmisión se organiza con unas singularidades de realización difíciles de encontrar en otros tipos de transmisiones deportivas:
La Vuelta a España tenía lugar entre el Giro y el Tour, lo que suponía casi tres meses continuos de ciclismo – mayo, junio, julio – y que se trasladó a septiembre para posibilitar la presencia de los grandes ciclistas mundiales y no saturar televisivamente a los espectadores y aficionados.
En primer lugar el uso del plano aéreo con fines narrativos. Mientras en fútbol y otros deportes podemos encontrar alguna vez este tipo de perspectiva, también llamada plano cenital si la cámara se coloca próxima a la vertical de la acción, con meros fines descriptivos – mostrar una perspectiva distinta del campo de juego – en ciclismo este plano, realizado desde helicóptero, muestra el avance de la serpiente multicolor a través de los diversos paisajes de la etapa.
En segundo, los planos desde moto (travelling en paralelo); con ellos el espectador puede estar junto al ciclista, gracias a que en las carreras siempre hay vehículos motorizados que se introducen directamente entre ellos acercando a la audiencia los rostros del sufrimiento y del esfuerzo de los competidores.
En tercero y último, en el ciclismo no se establece ningún eje de referencia. Las cámaras cambian de lado constantemente sin hacer por ello que el espectador se sienta perdido. La larga distancia y la duración de la prueba permiten que psicológicamente el televidente tenga en todo momento una sensación abstracta de la referencia de posición de los ciclistas sólo concretada por los datos que aportan los comentaristas y diversos gráficos con los que completa la transmisión.