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Intervención francesa (continuación)

n septiembre de 1864 Maximiliano tomó lo que equivalía a una visita guiada a las ciudades que apoyaron su imperio. Las cálidas bienvenidas que recibió de la gente lo llevaron a concluir que la mayoría de los mexicanos quería la paz y la justicia, que las actividades de los guerrilleros republicanos amenazaron. Por lo tanto, para cortejar a sus partidarios e invitarles a su consejo de estado, decretó el 4 de noviembre que, a partir de entonces, los republicanos serían considerados bandidos y bandoleros, sujeto a sanciones extremas.

En 1865 las tropas francesas perseguían a Juárez hasta la frontera con Estados Unidos. Creyendo que el presidente mexicano había salido del territorio nacional, y que el republicanismo se había derrumbado, Maximiliano emitió el 2 de octubre un fuerte decreto, ordenando que todos los guerrilleros capturados portando armas debían ser juzgados sumariamente dentro de las 24 horas; las mismas sanciones se aplicarían a las personas que les ocultaban o les ayudaban. Juárez había emitido anteriormente un decreto paralelo (enero de 1862) contra los que ayudaran a los intervencionistas franceses y los imperialistas.

Las tropas francesas, aunque eficaces para mantener a los republicanos en las afueras de las principales áreas productivas, también eran costosas. La aventura mexicana de Napoleón fue objeto de una prensa muy crítica y de fuego parlamentario en Francia sobre los costes en hombres y dinero sin ventajas económicas o políticas que compensaran los gastos. Hubo críticas desde el extranjero, y cuando Estados Unidos terminó su guerra civil comenzó a afirmar su influencia. William H. Seward, el secretario de Estado norteamericano, llevó una creciente presión diplomática sobre Napoleón para que retirara las tropas francesas; en febrero de 1866 Napoleón acordó reducir las tropas extranjeras de México. A petición de Estados Unidos al gobierno de Austria para detener la inscripción de voluntarios para el ejército imperial mexicano, también recibió una respuesta afirmativa.

Mapa de las expediciones francesas en México (Ilustración Wikimedia Commons)

En la liquidación de su aventura mexicana, Napoleón dijo que, dado que Maximiliano no había llevado a cabo su parte del pacto para traer paz y gobierno ordenado a México, los franceses fueron relevados de sus obligaciones para el apoyo militar y financiero. Desconcertado, Maximiliano trató de que la decisión revertiera. La emperatriz Carlota intentó sin éxito persuadir al gobernante francés en honor a su promesa solemne. Desde París viajó a Roma para defenderlo ante el Papa; allí sufrió una enfermedad mental, fue trasladada a Bélgica donde se mantuvo en ese estado de locura hasta su muerte en 1927. El comandante francés, Achille Bazaine-François, ordenó retirar todas las tropas francesas de inmediato, se subastó el material de guerra porque no valía la pena el envío a Francia, incluyendo caballos y sillas de montar, y se destruyeron grandes cantidades de pólvora y proyectiles en lugar de entregarlos a Maximiliano. En febrero de 1867 Bazaine dejó la ciudad de México, y el 12 de marzo su ejército de casi 29.000 hombres se había embarcado.

Como el poder francés se había retirado, las fuerzas republicanas reconquistaron México, y Maximiliano se quedó sólo con un regimiento de húsares austríacos, un batallón de infantería, y un pequeño ejército de reclutas mexicanos relativamente entrenados. Maximiliano decidió defender su estatus imperial y su honor de los Habsburgo al hacerse tan fuerte como fuera posible, y en caso de derrota negociar un exilio honorable. La mayor parte de sus tropas concentraban 9.000 hombres de Querétaro, una ciudad leal a la causa imperial. El 5 de mayo de 1867, las fuerzas republicanas pusieron sitio, inicialmente con 32.000 hombres, más adelante, con un adicional de 10.000. Para el 14 de mayo, la fuerza imperialista quedó reducida por hambre a cerca de 5.000; decidió entonces retirarse y tomar una posición en la montaña. Un oficial imperial desafecto, a cambio de la promesa de que se salvaría Maximiliano, colocó soldados republicanos en lugares estratégicos en Querétaro, a quienes hizo pasar por las tropas de socorro. El asedio terminó el día siguiente, cuando Maximiliano y sus generales se rindieron.

Ejecución del emperador Maximiliano. Pintura de Édouard Manet (imagen Wikimedia Commons)

En los decretos de Juárez de 1862, Maximiliano y sus dos generales principales fueron a un consejo de guerra y condenados a muerte por fusilamiento. El presidente Juárez, consciente de que casi 50.000 mexicanos habían perdido la vida luchando contra el francés, se negó a dejarse llevar por las peticiones de misericordia que llegaron de los gobiernos extranjeros. Quería demostrar que México podría actuar de forma independiente; que, como La Reforma sostuvo, todos los hombres eran iguales ante la ley; que las aventuras monárquicas extranjeras en México fueron inútiles; y que el honor de los muertos de México sería redimido. Maximiliano y los generales fueron ejecutados el 19 de junio de 1867, terminando un extraño interludio de la historia mexicana.

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