Mitos y Leyendas - Galicia: La isla errante de San Barandán - 1ª parte
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Mitos y Leyendas

GALICIA

La isla errante de San Barandán, o San Brandán - 1ª parte


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arto abundantes son los testimonios como para rechazar, sin más, que no existe, que nunca existió, que es sostenida y contumaz ilusión la isla errante de San Barandán.

Nosotros sabemos que científicos soñadores de hoy, de esos que con el saber, la imaginación han recuperado, como Fernando Alonso Romero, trastocador del tiempo, puesto que dialogó por extenso con druidas, se lanzarán un día no lejano a la aventura de localizar esa tierra errática por los mares infinitos, refutando al benemérito orensano Padre Benito Jerónimo Feijóo, quien en su ensayo intitulado "Fábula de las Batuecas y países imaginarios" ―podéis comprobarlo en el tomo cuarto de su "Teatro crítico universal" si os lo prestan los herederos del doctor Darío Álvarez Blázquez, que atesoraba una primorosa edición príncipe― niega su existencia y la achaca a imprecisos fenómenos de espejismo, basándose en saberes de Física meramente empíricos.

Cuando se exploren de modo exhaustivo los ricos fondos del Museo Massó de Bueu, hoy felizmente adquirido por la Xunta de Galicia, se hallarán derrotas para emproar hacia San Barandán, y hasta descripciones de su perfil, vegetación y cursos fluviales, que parece que los tuvo, que los tiene, según puntuales trabajos de gentes nada sospechosas, que van desde Ptolomeo, bien es verdad que al través de Plinio, hasa el excelentísimo señor (cuya alma goce de Dios) don Juan de Mur y Aguerre, capitán general que fue de las Islas Canarias, quien en 1721 ―ayer mismo en el calendario, como quien dice― ordenó la última expedición para localizar esa tierra a la deriva que motivó la diatriba del erudito benedictino de Casdemiro.

Mapa de Abraham Ortelius (Theatrum Orbis Terrarum, 1570). Se muestra la isla S. Brandain frente a las costas irlandesas
Mapa de Abraham Ortelius (Theatrum Orbis Terrarum, 1570). Se muestra la isla S. Brandain frente a las costas irlandesas

Y vamos a la historia, o tradición, que en definitiva es lo que importa, y cómo se cuenta, en las más autorizadas versiones, os la contamos, para que seáis vosotros, cada uno de vosotros, amables lectores, quienes, con vuestro particular criterio, juzguéis si los muchos tienen fundamento o hay que darle la razón a los pocos que la negaron.

Sin olvidar que asunto tan disputado no comienza, sino que concluye (si es que ha concluido, que bien sostenemos lo contrario) en esta bendita tierra gallega y más exactamente en sus costas, allí donde las llaman de la Muerte, en esta causa emotiva y tremenda en que lo extraordinario está presente o, cuando menos, siempre latente.

Los más viejos datos razonados que hemos podido hallar sitúan los hechos, porque de hechos se trata, allá por los albores de nuestra patria, en la centuria sexta de la Era Cristiana.

Un seráfico monje irlandés, obispo de Confler, había embarcado, con su cabildo y la más experta marinería que hallar pudo, en lugar denominado Brigantia, que unos datan como patria de Breogán, cuyo gozoso hogar, ya lo sabemos por el bardo Pondal, es Galicia, aunque indeterminada, y otros concretan en la actual y muy antigua Betanzos, que antaño, por las aludidas calendas, duplicaba sus caseríos, directamente, en el espejo del océano tenebroso.

Nuestro mitrado tenía por nombre Brandán, aunque después las múltiples versiones orales del relato lo transformaron y deformaron en Blandán, Barandán, Brandón y hasta Borondón, y así consta, de tan variada suerte, en pergaminos y palimpsestos.


La isla de San Barandán según una ilustración de un antiguo atlas de Leonardo Torrini (1592)

Se hizo a la mar bajo la piadosa disculpa de evangelizar lejanas tierras bárbaras, pobladas de celtas ágrafos y feroces, más en realidad lo que buscaba, animado por su ingenua fe, era el Paraíso terrenal, desde la lógica, elemental si queréis, pero logica al fin, de que ese lugar para el goce infinito del Creador se hallaba en algún lugar de la tierra, que de ahí le venía el nombre.

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