LITERATURA PROSISTA - LA LITERATURA EN EL SIGLO XVIII: El teatro - 1ª parte
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Literatura prosista

LA LITERATURA EN EL SIGLO XVIII

El teatro - 1ª parte


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Introducción

l teatro fue quizás el género que más polémicas levantó en el siglo XVIII y también aquel en que se intentó con mayor interés la aplicación de las teorías neoclásicas. Y a la vez, en el teatro es donde se consiguen los mayores logros estéticos del Neoclasicismo, con las obras de Leandro Fernández de Moratín.

Durante todo el siglo conviven distintas líneas temáticas, cuya base es una distinta concepción del teatro y, sobre todo, la existencia de una diferenciación en los públicos que las apoyaban. El público más o menos homogéneo con que contó el teatro clásico barroco se divide ahora, con lo que los dramaturgos tienen que optar por los destinatarios de sus obras.

Así, pueden señalarse dos orientaciones principales del teatro en el siglo XVIII: una popular y otra culta neoclásica. En los dos casos existen matices y variaciones, pero pueden servir para encuadrar todo el teatro de este siglo.

El teatro popular

Hasta mediados del siglo subsisten casi como únicas muestras teatrales las derivaciones del teatro barroco, que, como en los demás géneros literarios, suponen una exageración y degradación de las formas del siglo XVII. Sobre todo, la representación de Autos sacramentales llegó a grandes excesos (formales y temáticos), que todos los neoclásicos criticaron; fueron prohibidos en 1765.

Esta línea teatral era la única existente en la primera parte del siglo; se basaba en una potenciación de lo sorprendente e inesperado, con grandes efectos escénicos y gran sonoridad de los versos. En gran medida, los autores eran repetidores de la fórmula barroca y refundidores de las obras de éxito del siglo anterior.

De entre los muchos dramaturgos de este tipo de teatro, destacan: Antonio de Zamora (1660-1728), que escribió obras históricas, de figurón, entremeses y, sobre todo, religiosas o "fantásticas", donde lo sobrenatural ocupaba un lugar principal y permitía todo tipo de trucos escénicos muy del gusto del público; en este último grupo hay que situar su obra más conocida: No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o el convidado de piedra, sobre el tema de Don Juan. Y José de Cañizares (1675-1750), que, además de los géneros citados en el caso de Antonio de Zamora, escribió comedias de magia, de gran éxito aunque fueran muy criticadas, como Marta la romarantina.

Derivado de este teatro posbarroco, en la segunda mitad del siglo existirá un teatro popular, con una gran aceptación de público y que sigue dos direcciones:

Un tipo de comedia llamada "heroica", con grandes exageraciones formales y temáticas (por ejemplo, aparición de cientos de personajes en desfiles militares), cuya crítica hizo entre otros Leandro Fernández de Moratín en La comedia nueva o el café; su más conocido representante es Luciano Francisco Comella (1751-1812); El teatro humorístico de los sainetes de Ramón de la Cruz.

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