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Principales autores y obras (continuación)

Fernando de Rojas (continuación)

Obra (continuación)

a Celestina es una "acción dialogada en prosa", que es muy posible fuese leída, sin representación, debido a que todavía no existía un espacio teatral que lo permitiera. Mucho después, en el siglo XX, esa representación se realizaría en numerosas ocasiones.

La acción se desarrolla en la época contemporánea del autor, y en una ciudad española que no se determina con claridad. El argumento, en síntesis, es el siguiente: Calisto, un joven que pertenece a una familia de buena posición, se enamora de Melibea, y para conseguir su amor recurre a los manejos de una vieja (Celestina), la cual, tras obtener la colaboración de los criados de Calisto (Sempronio y Pármeno), acaba consiguiendo que Melibea acceda a los deseos de Calisto. Los criados reclaman a la Celestina parte de la ganancia que obtuvo y, al negarse ella, la matan. La justicia prende y ejecuta a los asesinos. Después, Calisto continúa con las visitas a Melibea sin preocuparse de estas muertes. Una noche muere al caer por la escala desde el muro de la casa de Melibea, y ella, al no poder soportarlo se arroja desde una torre. La obra termina con la lamentación de Pleberio, padre de Melibea.

El lenguaje utilizado en la obra es de dos tipos, que se corresponden igualmente con los dos tipos de personajes que intervienen también en ella: es por una parte el del mundo de Celestina, las prostitutas y los criados, que utilizan un lenguaje popular, de la calle, realista y descarnado; y por otra parte el del mundo de Calisto y Melibea, en el que Fernando de Rojas emplea un lenguaje culto y refinado.

Extracto de la obra La Celestina

Acto XII - Muerte de la Celestina

Sempronio y Pármeno, los criados de Calisto, van a reclamar a Celestina parte de lo que le ha dado su amo por su mediación para conseguir a Melibea. Los tres discuten y los criados acaban matando a Celestina.

SEMPRONIO: ¡Oh vieja avarienta, garganta muerta de sed por dinero! ¿No serás contenta con la tercia parte de lo ganado?

CELESTINA: ¿Qué tercia parte? Vete con Dios de mi casa tú. Y ese otro no dé voces, no allegue la vecindad. No me hagáis salir de seso, no queráis que salgan a la plaza las cosas de Calisto y vuestras.

SEMPRONIO: Da voces o gritos, que tú cumplirás lo que prometiste o se cumplirán hoy tus días.

ELICIA: Mete, por Dios, la espada. Tenle, Pármeno, tenle, no la mate ese desvariado.

CELESTINA: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Señores vecinos! ¡Justicia, que me matan en mi casa estos rufianes!

SEMPRONIO: ¿Rufianes, o qué? Espera, doña hechicera, que yo te haré ir al infierno con cartas.

CELESTINA: ¡Ay, que me ha muerto! ¡Ay, ay: ¡Confesión, confesión!

PÁRMENO: Dale, dale, acábala, pues comenzaste, que nos sentirán. ¡Muera, muera! De los enemigos, los menos.
CELESTINA: ¡Confesión!

ELICIA: ¡Oh crueles enemigos! ¡En mal poder os veáis! ¡Y para quién tovistes manos! ¡Muerta es mi madre y mi bien todo!

SEMPRONIO: ¡Huye, huye, Pármeno, que carga mucha gente! ¡Guarte, guarte, que viene el alguacil!

PÁRMENO: ¡Oh pecador de mí!, que no hay por dó nos vamos, que está tomada la puerta.

SEMPRONIO: Saltemos de estas ventanas. No muramos en poder de justicia.

PÁRMENO: Salta, que tras ti voy.

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