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e define la norma como la consolidación de un modelo de lengua que procede de su uso culto y cuya trascendencia para la vida del idioma es excepcional, ya que le da la fijeza y estabilidad que requiere como instrumento de máxima utilidad para la comunicación entre sus hablantes.

Una dimensión esencial de esa norma tiene que ser, lógicamente, la ortografía. Esto explica que, en torno a ella, se haya suscitado una abundante reflexión teórica, al menos en dos aspectos: el error ortográfico, y el cambio y reformas de la ortografía.

Las "faltas de ortografía"

Cuando a veces se desdeña la ortografía, pretendiendo que lo importante es lo que se quiere decir, independientemente de los instrumentos que lo expresen, se olvida que la función primordial de la escritura consiste en servir de representación gráfica para la lengua hablada.

Podrá optarse por una u otra ortografía, pero parece claro que, si todos los que se expresan en una lengua la escriben del mismo modo, la comunicación entre ellos será más fácil; y si en cualquier caso ha de aprenderse a escribir -de modo muy diferente a como se aprende a hablar-, será más rentable que los que hablan la misma lengua aprendan a escribirla igual.

Ya se ha indicado que es inapropiado hablar de "faltas de ortografía"; sin embargo, resulta obvio qué se quiere designar con este término: cualquier incorrección, en la escritura, de la norma.

Ni todas las faltas de ortografía tienen la misma entidad ni son, desde el punto de vista cultural y escolar, igualmente censurables. Contra un prejuicio muy extendido, las que se refieren a la representación de los fonemas no son las más criticables, salvo cuando atentan a reglas universales (por ejemplo, la trascripción de /q/ como "z" ante /a/, /o/, /u/) o aparecen en palabras muy comunes; en los demás casos (palabras de escaso uso, que es preciso haber visto escritas previamente o cuya etimología hay que conocer para reproducirlas correctamente) el error es más disculpable.

Sin embargo, todo lo que se refiere a la acentuación y a la puntuación no merece ser disculpado, ya que existen reglas muy estrictas en castellano para acentuar y, en menor medida, puntuar. De tales errores se derivan perturbaciones esenciales en la comunicación, lo que en definitiva es un criterio muy válido para medir la "gravedad" de las faltas.

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