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Historia y Arte
EL SIGLO XX
Arquitectura y urbanismo - 1ª parte
Introducción
l igual que en las artes plásticas, las primeras décadas del siglo XX fueron
para el mundo de la arquitectura profundamente fructíferas y renovadoras. El
siglo XIX había dejado en este campo un legado complejo que contenía una
contradicción aún sin resolver: la técnica había ofrecido nuevos materiales de
construcción, pero éstos se estaban utilizando, aún, en formas procedentes del
pasado.
La gran tarea de la arquitectura del siglo XX no fue otra que la de buscar esas nuevas formas que, dejando a un lado la tendencia historicista, se ajustaban no sólo a los nuevos materiales, sino también a las nuevas necesidades y a las nuevas tendencias estéticas.
No quiere decir esto que el arte de construir se haya encontrado supeditado al uso de determinados materiales o a gustos estéticos generados por las artes plásticas. Como toda manifestación artística, la arquitectura es una respuesta dada, en materia constructiva, a un tiempo concreto. De ese modo, todo nuevo material es utilizado por los arquitectos como elemento renovador en la evolución de su arte y toda nueva estética es al tiempo sufrida e impulsada por todas las manifestaciones artísticas. Queda, en el caso de la arquitectura, y más en la del siglo XX, el condicionante de las necesidades constructivas que impone la sociedad de su tiempo, pero ésas no son más que un reto para la capacidad creadora de los arquitectos.
Este último aspecto es, quizás, una de las grandes novedades que caracterizan la actividad edilicia contemporánea. Hasta el siglo XIX la arquitectura se ocupó de los grandes templos, de los palacios o cuanto más de las obras que debían acoger las instituciones oficiales; ahora bien, los enormes cambios operados en la sociedad del siglo XX han supuesto no sólo un rapidísimo aumento de la necesidad de viviendas, sino también unas exigencias de dignidad, de comodidad y de confort en las mismas que nunca se habían planteado. Al mismo tiempo las nuevas formas de vida, de trabajo, de transporte o de diversión han obligado a la creación de grandes edificios, "las nuevas catedrales", dispuestos a albergar a miles de personas, como es el caso de las fábricas, los estadios, las estaciones y los aeropuertos, los teatros y los cines o los palacios de la música, por citar sólo algunos.
En el marco de las grandes necesidades constructivas de unas ciudades que crecían con una rapidez inusitada, los arquitectos se han planteado una vez más el problema del urbanismo. De ese modo han ido surgiendo teorías que, lejos ya de los planteamientos utópicos de algunos urbanistas del siglo XIX, han estado marcadas por los criterios de utilidad práctica. En este sentido, el desarrollo de los medios de comunicación urbanos, imprescindibles en las grandes urbes por las enormes distancias, ha hecho que se conceda cada vez mayor importancia a las redes viarias con la creación de grandes arterias, cinturones concéntricos y todo un entramado de vías de importancia decreciente que permiten ir accediendo a todos los rincones de la ciudad.
En este sentido fue importantísima la labor teórica del arquitecto suizo Le Corbusier contenida en la denominada "regla de las siete V"(siete vías) elaborada en 1948 cuando aún los problemas de tráfico urbano apenas anunciaban la dimensión que han llegado a alcanzar. Junto a esta importancia concedida a las redes viarias, la tendencia predominante ha sido la de establecer distintas áreas o zonas destinadas a las diferentes funciones de la ciudad. Este criterio de zonificación, aunque ha tenido que adaptarse a los distintos tipos de ciudades según su evolución histórica, ha dado lugar a cierta semejanza entre unas urbes y otras, en lo que bien puede considerarse un estilo internacional de ciudad que se repite en todo el mundo desarrollado.
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