HISTORIA Y ARTE - EL SIGLO XIX: Economía y sociedad - 3ª parte
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Historia y Arte

EL SIGLO XIX

Economía y sociedad - 3ª parte


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La Revolución Industrial y sus fases

Introducción

l término Revolución Industrial surgió como definición de los cambios técnicos, económicos y sociales que comenzaron a producirse en Inglaterra desde finales del siglo XVIII.

En cierto modo, la industrialización fue la culminación de un lento proceso que venía gestándose desde varios siglos antes y que, desde finales del siglo XVIII, sufrió una aceleración de tal envergadura que alcanzó dimensiones revolucionarias.

La Revolución Industrial fue, pues, la respuesta a las necesidades de una población en constante aumento; el resultado técnico de todo un siglo, el XVIII, de racionalismo y empirismo ocupado en interpretar la naturaleza y, por lo tanto, deseoso de sacar de ella mayores rendimientos; la vía de superación de una profunda crisis política, cuyas fórmulas, vigentes desde la Edad Media, llegaban desgastadas a los albores de la Edad Contemporánea; y fue, también, y como expresión de la crisis política, la culminación de las aspiraciones de un grupo social, la burguesía, que desde la época del gótico luchaba por unas fórmulas económicas más conformes con un ideal moderno de trabajo, riesgo y esfuerzo que con el de los simples privilegios por razones de herencia y estamento.

En este sentido cabría decir que, si la Revolución Francesa fue la expresión política de un malestar social largamente madurado, la Revolución Industrial fue la respuesta que dio con la fórmula económica que ese malestar político necesitaba para consolidar sus planteamientos revolucionarios. Y si la Revolución Francesa fue una revolución burguesa, también la Revolución Industrial fue obra de la burguesía.

Orígenes

El proceso de industrialización tuvo sus inicios en Inglaterra, porque allí se dieron una serie de condiciones políticas (tradición liberal y parlamentaria), económicas (agricultura desarrollada y actividad comercial) y sociales (fuerte burguesía y nobleza emprendedora) que favorecieron la aparición de una nueva mentalidad productiva y comercial, potenciada por el notable sentido práctico de la técnica británica. Si, en el proceso de renovación tecnológica, Inglaterra tomó la delantera no fue porque allí se hubiera favorecido especialmente la investigación científica y técnica (Francia e incluso Alemania habían hecho más en ese sentido), sino porque sus inventos, quizá modestos, tuvieron una aplicación inmediata en los problemas de la producción y del rendimiento industrial con vistas al comercio.

Por otro lado, el estímulo comercial que sintieron los británicos debió ser la respuesta de este pueblo que, por su condición de isleño, tenía limitadas las posibilidades de expansión territorial.

Fue así como la tradicional industria textil británica comenzó a introducir innovaciones técnicas que mejoraron sus rendimientos e hicieron posible una expansión comercial. El descubrimiento del vapor como nueva fuerza motriz, a finales del siglo XVIII, fue determinante, ya que en poco tiempo se aplicó a todo tipo de máquinas fabriles (telares, molinos, minería, máquinas de acuñación, etc.) y, sobre todo, a una nueva forma de transporte, el ferrocarril, que hizo su aparición en 1825 con una primera línea entre Stockton y Darlington y que 25 años más tarde se había transformado en una red básica para toda Gran Bretaña.

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