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Historia y Arte
EL MUNDO ROMANO
Mentalidad y pensamiento - 3ª parte
La religión (continuación)
a tendencia a la superstición hizo que
los romanos fueran aficionados a las técnicas de adivinación y a la
interpretación de signos de la naturaleza como favorables o desfavorables con
respecto a cualquier actividad. Por ello fueron famosos los augures que
interpretaban el vuelo de las aves.
El culto podía ser privado y público. El privado carecía de rituales fijos y, atendido por el pater familias, rendía culto, fundamentalmente, a los antepasados y al hogar. Las casas solían disponer para este culto de un altar situado en la entrada y en el que se guardaban las mascarillas de cera de los antepasados muertos.
El culto público era el atendido por los sacerdotes que, aunque nunca llegaron a formar una casta cerrada e influyente, estaban organizados en colegios y presididos por el "pontifex maximus".
Los ritos se realizaban generalmente ante el templo, ya que éste, como en Grecia, se entendía sólo como morada del dios. Había distintos tipos, pero el más frecuente era el sacrificio de animales (en los primeros tiempos y aún en época de Augusto se realizaron sacrificios humanos, pero no fueron demasiado frecuentes) cuyas entrañas eran interpretadas por un sacerdote.
Si la interpretación no era positiva quería decir que el dios no estaba satisfecho y se comenzaba el sacrificio de nuevo, teniendo buen cuidado en cumplir minuciosamente con el ritual, pues éste debía sujetarse a las ceremonias precisas, a la mos maiorum, es decir a la fórmula exacta, a la costumbre de los antepasados.
Por lo que respecta a las divinidades, además de los numerosísimos numina destacaban los que formaban la llamada "triada capitolina" que desde época etrusca estaba compuesta por Júpiter, Juno y Minerva y eran considerados los dioses protectores de la nación y que, junto a nueve divinidades más, formaban los doce dioses consejeros, todos ellos fueron una adaptación al mundo romano de los más importantes dioses griegos. También de los griegos adoptaron la explicación mitológica del origen del Universo.
Durante la época del Imperio fueron llegando dioses y cultos extranjeros entre los que destacaron los cultos a Isis y Serapis, procedentes de Egipto, y el de Mitra, de origen persa-mesopotámico. Contra estos nuevos cultos se pusieron ciertos impedimentos, pero finalmente fueron tolerados.
Desde mediados del siglo II, el cristianismo comenzó a ser una religión con bastante presencia, aunque prohibida, ya que predicaba un monoteísmo riguroso que chocaba con los intereses de los emperadores, que eran considerados como dioses. A pesar de ello su difusión fue rápida en gran medida porque un credo de salvación como el cristianismo tuvo que resultar atractivo a las capas bajas de la sociedad, que fueron las primeras en sufrir la crisis económica y social de los últimos tiempos del Imperio.
Así, en el 313 d. de C., y ante el éxito de la nueva religión, el llamado Edicto de Milán hubo de reconocer la libertad de cultos, en un acto que, una vez más, evidenciaba el carácter práctico del gobierno de Roma.
Los Doce Dioses consejeros romanos
Júpiter (Zeus), padre de los dioses y del rayo. Juno (Hera), esposa y hermana de Júpiter y diosa del matrimonio. Minerva (Atenea), diosa de la inteligencia. Apolo (Apolo), dios solar y protector de las artes. Ceres (Deméter), diosa de la agricultura y la fecundidad. Marte (Ares), dios de la guerra. Diana (Artemisa), diosa lunar y de la caza. Mercurio (Hermes), dios del comercio y los transportes. Vesta (Hestia), diosa de la casa y del Estado. Venus (Afrodita), diosa del amor y la belleza. Neptuno (Poseidón), dios del mar. Vulcano (Hefesto), dios del fuego.
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