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Historia y Arte
EL MUNDO ROMANO
Manifestaciones artísticas - 4ª parte
La arquitectura (continuación)
Edificios para espectáculos (continuación)
Los circos
os circos tienen menos interés y
apenas se conservan algunos restos. Eran rectangulares, muy alargados, con los
extremos redondeados; la arena estaba dividida longitudinalmente por la spina.
En Roma existieron tres: el Circo Máximo, el de Calígula y el de Majencio, que es el único conservado en parte (mide exteriormente 520 metros por 108 de anchura); en Hispania se conservan los restos de los de Mérida y Toledo.
Los arcos de triunfo. Fueron otra de las construcciones originales de los romanos. Levantados inicialmente para conmemorar victorias, más tarde tuvieron una función monumental y se situaron en las entradas de las ciudades o en las vías más importantes. Existieron diversos tipos, pero los más frecuentes fueron los de un solo arco. Los más antiguos conservados son de la época de Augusto. En Roma destacan el de Tito y el de Constantino.
Otras obras públicas
Los romanos fueron los primeros grandes constructores de carreteras en el sentido moderno de la palabra, con firme sólido, con puentes y las obras auxiliares necesarias. La extensa red de calzadas que construyeron tuvo como misión principal comunicar Roma con el resto del Imperio. Entre los puentes destaca, por su impresionante altura, el de Alcántara sobre el río Tajo (71 metros de altura máxima y 28 metros de anchura su arco mayor).
La necesidad de abastecer de agua las ciudades obligó a construir embalses y largas canalizaciones que salvaban los desniveles con imponentes acueductos como el de Segovia, que funcionó hasta hace unas décadas, o el de Mérida que transportaba el agua a esta ciudad desde el embalse de Proserpina.
La escultura
Como en Grecia, el mármol y el bronce fueron los materiales generalmente utilizados. Lo que realza la personalidad de la escultura romana es, sobre todo, el retrato y, en segundo plano, el relieve de tipo narrativo.
El retrato humano fue eminentemente realista y no se limitó a los grandes personajes. Tuvo en su origen una finalidad religiosa. El profundo sentido de la tradición familiar exigía que en el atrio de las casas existiera un altar dedicado a los dioses lares, que se rodeaba con los retratos de los antepasados. Hasta finales de la época republicana, estos retratos no eran otra cosa que las mascarillas funerarias de cera.
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