HISTORIA Y ARTE - LA EUROPA DE LA ILUSTRACIÓN: Economía y sociedad - 1ª parte
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Historia y Arte

LA EUROPA DE LA ILUSTRACIÓN

Economía y sociedad - 1ª parte


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Introducción

l siglo XVIII puede considerarse, desde el punto de vista económico, como una etapa preparatoria del sistema capitalista, que, durante el siglo XIX, se impondría definitivamente.

Se trató de un proceso lento, en el que intervinieron muchos factores diferentes y que no se desarrolló por igual en toda Europa. De hecho, muchas de las diferencias económicas que hoy se observan entre unos países y otros, arrancan del siglo XVIII.

En términos generales, la agricultura siguió siendo la base de la economía pero, tanto el comercio como la industria, sufrieron un notable desarrollo.

Todas las actividades económicas se vieron favorecidas por la influencia del pensamiento ilustrado y su fe en el progreso. El mercantilismo, vigente desde el siglo anterior, no desapareció, pero, desde mediados de siglo, dejó de ser la teoría fundamental que explicaba la riqueza de las naciones, para dejar paso a la doctrina de los fisiócratas, según los cuales, el origen de la riqueza estaba en la tierra.

A lo largo del siglo se produjo un paulatino cambio en la orientación de las economías nacionales, que, poco a poco, fueron abandonando las teorías proteccionistas para pasar a la implantación de medidas económicas de corte liberal.

El desarrollo económico

Con grandes diferencias entre unas naciones y otras, casi todas las actividades económicas crecieron a lo largo del siglo. En la base de ese desarrollo estuvo la recuperación demográfica que sufrió toda Europa después del bache sufrido en el siglo anterior. El aumento de la población se debió a las primeras mejoras de la medicina y la higiene, que frenaron la mortalidad, mientras que la natalidad siguió manteniéndose alta. En términos generales, la población europea aumentó en un 30 por ciento y ese aumento actuó como un dinamizador económico, al suponer unos mayores niveles de necesidades y, por lo tanto, de consumo.

La agricultura mejoró sus rendimientos con el empleo de utillajes de hierro (sobre todo los arados), con la difusión de cultivos comerciales, con la extensión del regadío, gracias a la construcción de canales, y con las numerosas nuevas roturaciones que el crecimiento de la población exigió que se hicieran y que, con frecuencia, fueron unidas a procesos de colonización, como la colonización de Sierra Morena en tiempos de Carlos III.

La producción industrial y el comercio se activaron mutua y paralelamente. El desarrollo comercial fomentado por las diferentes políticas coloniales y por el crecimiento demográfico, supuso el aumento de la producción industrial. El comercio también contó con reformas que le fueron favorables, como las mejoras, aun limitadas, de los sistemas de transporte y la desaparición progresiva de aduanas interiores y de peajes.

La industria encontró ventajas semejantes en las políticas de tendencia ilustrada, que fomentaron la creación de manufacturas, más o menos vinculadas al Estado, siguiendo el ejemplo de la Francia de Luis XIV. No obstante, la producción industrial siguió siendo predominantemente artesanal y de bienes de consumo y sólo hacia finales de siglo aparecieron las primeras grandes fábricas dedicadas a una industria de base.

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