HISTORIA Y ARTE - LA BAJA EDAD MEDIA: Mentalidad y pensamiento - 1ª parte
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Historia y Arte

LA BAJA EDAD MEDIA

Mentalidad y pensamiento - 1ª parte


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Introducción

l paso de un mundo rural a uno urbano fue causa de muchas transformaciones que hicieron que la mentalidad de la población cambiara. Para el pueblo llano la ciudad fue un nuevo horizonte de libertades y la posibilidad de establecer unas relaciones sociales fuera del marco del vasallaje. La nueva estructura social no reducía todo a nobleza y pueblo, ahora se podía ser burgués. La nueva categoría no tardó en imponerse y en tener un reconocimiento de derecho. Las antiguas clases dirigentes no fueron ajenas a este proceso y con frecuencia comerciantes y artesanos se asentaron en burgos bajo la autoridad de un señor, pero aún en esos casos, las relaciones entre uno y otros fueron bien distintas, pues la nueva mentalidad ya no estaba regida por la relación feudo-vasallática de la época anterior.

La ciudad planteaba nuevos problemas de convivencia que era preciso reglamentar; hizo falta desarrollar el derecho y de ello se encargarían las universidades. Lo mismo sucedió con la división del trabajo y las relaciones comerciales, que también exigían un marco jurídico que fijara obligaciones y derechos. Las mismas relaciones de vecindad fueron causa de roces y litigios que las leyes hubieron de solucionar.

Surgió, en definitiva, una concepción nueva de las relaciones, en la que el ciudadano comenzó a sentirse con derechos y a exigir que éstos se cumpliesen. La especialización de oficios y tareas hizo que se desarrollara un sentimiento de dependencia entre unos y otros que reforzó la idea de comunidad. Del autoabastecimiento se pasó a un sistema de vida en el que todos dependían de todos para obtener lo que cada uno precisaba. Surgirá así un sentimiento de ciudadanía que se pondrá de manifiesto en la construcción de las grandes catedrales que pasarán a ser el orgullo de unos ciudadanos dispuestos a rivalizar con sus vecinos por sus construcciones, sus fiestas, sus mercados o sus universidades.

Las nuevas órdenes religiosas

El desarrollo de la vida urbana trajo consigo modificaciones en el seno de la Iglesia. Si la ciudad había supuesto una mayor diversificación en la escala social, según la mayor o menor posesión de riquezas o de las distintas concesiones de privilegios, en el clero sucedió algo similar. Cada burgo tenía una importancia diferente y suponía concentraciones de población de número muy variado, que debía ser atendido espiritualmente. Ante esta nueva situación, la Iglesia desarrolló su organización, adaptándose a las nuevas circunstancias, con un proceso de jerarquización que permitía mantener el control de los fieles.

Había desaparecido el poder imperial, con lo que se ponía fin a la disputa entre el papa y el emperador por el poder sobre la cristiandad. Los papas ya no podían intentar gobernar la Iglesia a partir del dominio de un poder político, cuya estructura feudal vasallática estaba desorganizándose. Así, en las grandes urbes se instalaron los cardenales y los obispos y lo que antes había sido el alto clero, con sus propios feudos abaciales o cardenalicios, pasó a ser el clero que gobernaba en los grandes templos, buscando el amparo económico de los nuevos burgueses ricos.

Instalado en la cúspide de la nueva escala social ciudadana, el clero comenzó a ejercer su autoridad sobre unos fieles cuya única misión era la de obedecer.

El clero mandaba sin discusión en materia religiosa y su dominio estaba perfectamente escalonado, desde el simple sacristán hasta el Sumo Pontífice. Ésto queda perfectamente claro a partir de Inocencio III (finales del siglo XII y comienzos del XIII), momento en el que el Papado asume un pontificado universal, según el cual, su autoridad, en materia religiosa, se extendía a todo el orbe cristiano. El ejercicio de esa autoridad central sólo era posible jerarquizando y burocratizando la organización eclesiástica.

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