HISTORIA Y ARTE - LA BAJA EDAD MEDIA: Economía y sociedad - 2ª parte
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Historia y Arte

LA BAJA EDAD MEDIA

Economía y sociedad - 2ª parte


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La economía (continuación)

n el norte de Europa se desarrolló una potente industria de paños en Flandes que provocó un activo comercio de lana entre ciudades como Gante, Ypres o Brujas y las Islas Británicas primero, y con España desde el siglo XIV. En Alemania ciudades como Lübeck o Hamburgo comerciaban con productos procedentes de Rusia y de la península escandinava (cereales, maderas y pieles). El activo comercio de esta zona dio lugar a la aparición de la denominada Liga Hanseática, asociación de ciudades, creada para mantener una serie de privilegios comerciales frente a los mercaderes procedentes de otras áreas de Europa.

Paralelamente a toda esta actividad comercial de carácter internacional, se desarrolló un comercio interior vinculado a los mercados urbanos y a las ferias que periódicamente se realizaban en ciudades en las que confluían las rutas de mercancías más importantes.

Todo este renacimiento económico pasó, entre los siglos XIV y XV, por un periodo de crisis y de decadencia general, fruto de una serie de circunstancias adversas como lo fueron las malas cosechas (por mala climatología y cierto agotamiento de los suelos), las frecuentes guerras (Guerra de los Cien Años) y las epidemias de peste (sólo la Peste Negra de 1348 mató a un tercio de la población de Europa). Todas estas calamidades provocaron crisis económicas con graves repercusiones sociales.

La sociedad

Las mejoras de la agricultura, el aumento de la población y la recuperación de las ciudades no sólo cambiaron las condiciones económicas de la Baja Edad Media, sino también las sociales. El marco urbano ofreció a la población no privilegiada una alternativa diferente al feudo. El artesanado o el comercio no suponían ya la relación de servidumbre a la que estaban sometidos los campesinos feudales. Junto a la sociedad estamental fue apareciendo, poco a poco, una sociedad de clases. Los grupos más favorecidos (nobleza y clero) aún mantuvieron sus privilegios durante mucho tiempo, pero junto a ellos fue cada vez más numerosa la burguesía (habitantes de burgos) que afianzaba sus posiciones y lograba de reyes o señores ciertos privilegios hasta entonces inalcanzables para el pueblo llano del régimen feudal.

En los feudos, mientras tanto, las cosas también cambiaron. Los señores, inmersos en una economía monetaria y deseosos de adquirir lo que el comercio ponía ya a su alcance, sintieron que cada día necesitaban más dinero. Fueron así liberados los campesinos, y las antiguas tierras, explotadas como mansos, pasaron a ser arrendadas, de forma que los viejos pagos en especie o en trabajo, se transformaron en pagos con dinero. Esta nueva fórmula mostró que el trabajador libre, sintiéndose propietario, rendía más que el siervo y era capaz de trabajar mayores extensiones de terreno. Resultó así que los antiguos mansos eran trabajados, ahora, por menos agricultores. Pudo aumentar, por ello, el número de individuos que acudían a las ciudades y de un modo u otro el pueblo llano fue adquiriendo un régimen de mayores libertades; no obstante fueron los económicamente más poderosos los que controlaron las ciudades.

El sistema de vida urbano y, en concreto, el artesanado pronto buscaron sus propias formas de organización socio-económica. Surgieron así los gremios, asociaciones de artesanos de un mismo oficio que regulaban su propio sistema productivo. El gremio decidía quiénes podían ejercer el oficio, cuáles debían ser los precios e incluso organizaba las compras de materias primas que consumían sus asociados. Hubo gremios de todos los oficios y los mismos talleres funcionaban como escuelas en las que los aprendices trabajaban a cambio del cobijo y la manutención. Allí aprendían el oficio y podían pasar a ser oficiales e incluso maestros si el gremio los consideraba adecuados y si había trabajo suficiente que justificara la apertura de un nuevo taller. Cada maestro era propietario de un taller que solía estar en su casa, allí trabajaban varios oficiales y algunos aprendices.

La Baja Edad Media no puso fin al sistema estamental originado por el feudalismo, pero supuso, gracias a la vida urbana, la aparición de una incipiente sociedad de clases que, aunque durante siglos pretendió lograr los privilegios de la nobleza, terminaría acabando con ellos.

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