HISTORIA Y ARTE - LA ALTA EDAD MEDIA: Mentalidad y pensamiento - 3ª parte
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Historia y Arte

LA ALTA EDAD MEDIA

Mentalidad y pensamiento - 3ª parte


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Papel de la Iglesia y la religión en el mundo feudal (continuación)

a situación de privilegio económico y de prestigio político de los dominios eclesiásticos generó, como resultado, que el poder civil se sintiera demasiado interesado en los nombramientos de los cargos de la Iglesia. Por ello se llegó a la práctica de la simonía, esto es de la compra de los cargos eclesiásticos. Ello trajo consigo, no sólo que la Iglesia perdiera gran parte de su independencia frente al poder civil, sino también, y eso era más importante, un profundo descrédito ante los fieles, algunos de los cuales llegaron a considerar no válidos los sacramentos administrados por los clérigos simoníacos.

Dada la enorme influencia de la Iglesia sobre la mentalidad popular, el desprestigio de la simonía no podía mantenerse. Por ello, pronto surgieron movimientos reformistas que predicaban el regreso a la austeridad originaria del monacato. El primero y más importante de estos movimientos fue el iniciado en Cluny a comienzos del siglo X por Guillermo el Piadoso, duque de Aquitania. Su éxito fue tal que un siglo más tarde, más de mil conventos europeos seguían ya la regla cluniacense.

La situación de primacía alcanzada por la Iglesia permitió a ésta impregnar todo de un punto de vista religioso que condicionó el orden político, el social y, como consecuencia, el económico. Así, el ejercicio de la guerra hubo de sujetarse a los días permitidos por el respeto a la pasión de Cristo; los caballeros solventaban sus disputas recurriendo al "Juicio de Dios" (el vencedor, que lo era gracias a la ayuda de Dios, imponía la verdad o la justicia) o los papas predicaban una Cruzada, asumiendo así auténticos programas de política internacional.

Por otro lado, la concepción teocrática (el poder proviene de Dios) era el más firme argumento que podía mantener el orden estamental; la ciencia hubo de sujetarse sin posible discusión a los principios que señalaba la Biblia y, por encima de todo, la figura de Dios como juez supremo fue el recurso final que la Iglesia utilizó para mantener el espíritu de la población sujeto a una profunda religiosidad que guiaba sus vidas.

Por todo ello pronto hubo clérigos que se lanzaron a anunciar el fin del mundo y con él la llegada del Juicio Final para el año mil y, cuando éste hubo pasado sin catástrofe alguna, aún hubo visionarios apocalípticos que trasladaron el suceso anunciado al año 1033, fecha en la que se cumplía el milenario de la muerte de Cristo.

A pesar de todo ello, no debe pensarse que la población de la época feudal vivía sujeta a una permanente angustia. Ni la fuerte presión religiosa, ni el azote casi constante de guerras, epidemias y hambres fueron suficientes para doblegar a una población que, con su constante actividad (arquitectónica, de recopilación cultural, productiva e incluso guerrera) demostraba pensar en el futuro con unas ansias de vivir que probablemente se acrecentaron ante los temores y las calamidades de la época.

La época feudal fue, pues, un periodo en el que la Iglesia afianzó su poder a través del Pontificado, auténtico Estado con dominio sobre amplios territorios, y de la difusión del monacato, con un control feudal sobre sus propiedades. Como fruto de esa preponderancia, la religión marcó muchos aspectos de las actividades humanas. Buena muestra de ello fue que el mundo del pensamiento mirara a través de la religión y de los puntos de vista de sus ministros que, en definitiva, eran quienes ejercían como intelectuales y como únicos poseedores de la cultura.

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