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Origen/distribución: Europa Central, Asia menor
Familia: Ranunculáceas

os preciosos y resistentes eléboros negros crecen silvestres en regiones de montaña de Centro Europa, Alpes, Cárpatos, Apeninos, y Asia menor, y en diversos lugares provistos de humedad. Se utiliza en farmacopea por las virtudes cardiotónicas de su rizoma, pero también ocupa un primer lugar en jardinería como planta de bordillo. Además de ser una planta perenne, ofrece la particularidad de que su agradable floración coincide con la época invernal, de ahí que también reciba los nombres de rosa de la nieve o rosa de Navidad.

Este eléboro es una planta frondosa y herbácea, que no suele superar los 40 cm. Las hojas son radicales, muy pecioladas y dentadas, de un intenso color verde.

Las flores están situadas sobre largos pedúnculos, que aparecen coronados por dos o tres flores grandes (unos 8 cm), con cinco pétalos extendidos, blancos o rosados, y sépalos verdes que al final ennegrecen. La floración es abundante y permanece en la planta largo tiempo durante el invierno. Es una de las mejores plantas para flor cortada. Las flores deben cortarse cuando están abiertas.

Este eléboro es el más conocido, presentando dos variedades de interés: "Van Keesen", de mayor tamaño, y "Praecox", mas pequeño, de flores color rosa pálido que surgen en otoño. Además de H. niger, también se utilizan para bordillos las siguientes especies: H. orientalis, de hasta 45 cm, con flores desde blanco a tono ciruela y floración desde el verano hasta la primavera siguiente; prefiere sombra. H. corsicus, bastante vistoso, de unos 60 cm; ofrece grandes racimos de flores colgantes.

Reproducción/cultivo/otros datos de interés

Si se multiplica mediante semillas, tardará unos 3 años en desarrollarse por completo, ya que el eléboro es planta de crecimiento lento. También puede reproducirse por división de mata, después de la floración, a principios de la estación templada. Las plantitas se sitúan en cajonera separadas unos 30 cm entre sí. Se llevan a tierra al iniciarse la estación fría, prodigándoles abonos orgánicos.

Se recomienda tierra de jardín, con turba y arena. En cualquier caso, bien drenada. La tierra debe conservar siempre un buen grado de humedad, pero nunca ha de estar encharcada.

Con excepción de H. orientalis, los eléboros vegetan mejor en una exposición bien iluminada pero sin sol directo. Soporta bien los fríos invernales.



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