Si eres una mente inquieta, como yo, ávida de conocimiento y que se asombra cuando descubre algo que se sale de la rutina, entonces sigue leyendo.
Y es que, de lo que voy a hablar hoy no es precisamente algo que se salga de la rutina, pues sucede día a día, desde hace miles de millones de años, lo que ocurre es que no vivimos lo suficiente para admirar ese proceso en toda su extensión. Espero, que mi léxico sea a continuación lo suficientemente expresivo como para hacerte empequeñecer y al mismo tiempo admirar la grandeza del proceso geodinámico, y si es así, comenta el artículo al pie.
Decía, que la geodinámica es algo que sucede a diario, y así viene siendo desde que la tierra fue un ente en el Universo, pero su actividad es tan lenta que no la percibimos, sólo podemos estudiarla en base a pruebas que nos han quedado de las etapas geológicas anteriores. Sin embargo, imagina que fuéramos capaces de movernos a través de la línea del tiempo a tal velocidad, que nos permitiera reducir todo el periodo de vida de la Tierra primigenia hasta la actualidad (unos 4.500 millones de años) y condensarlo todo en unos pocos minutos: lo que veríamos nos dejaría maravillados y sobrecogidos.
Inicialmente, observaríamos una Tierra sulfurosa, sin oxígeno, con impresionantes tormentas eléctricas, violentas erupciones volcánicas y un cielo totalmente cubierto de espesas nubes formadas por los gases de las rocas incandescentes que progresivamente se van enfriando. Pero eso sería sólo una micromillonésima parte de un segundo en la vida de la Tierra, y en nuestro supuesto viaje en el tiempo tal hecho pasaría fugaz y casi imperceptible ante nuestros ojos. Como imperceptible pasaría la conversión de la atmósfera reductora de la Tierra en oxidante, la simultánea creación de las condiciones para la vida, la aparición de los primeros seres unicelulares y después los pluricelulares…La atmósfera oxidante (con oxígeno) hará que cambie por completo todo el panorama que estamos viendo montados en nuestra máquina del tiempo particular. A la velocidad que viajamos vemos y sentimos como actúa la geodinámica interna: la tierra se abre bajo nuestros pies y largísimas fallas dejan el interior al descubierto, las montañas se separan formando grandes abismos, inmensas fosas submarinas se producen a miles de metros de profundidad tragando millones de toneladas de agua y, al mismo tiempo, de otras grietas nacen enormes cúspides montañosas que se elevan incluso a 10 kilómetros de altura. De igual forma, otras tierras separadas por el mar se acercan rápidamente y colisionan con gran violencia, formando extensas y abruptas cordilleras. Algunas montañas no colisionan, pero son literalmente “tragadas” por otras, que las subducen y se mueven en su interior, como si de una cinta transportadora se tratara. El movimiento de las placas viene acompañado de intensos seísmos que manifiestan parte de su energía en la superficie terrestre.
Simultáneamente, de muchas aberturas de la corteza terrestre asoman cráteres que escupen fuego, magma y todo tipo de materiales volcánicos. Algunos son expulsados a cientos de metros de altura, dejando una atmósfera de nubes negras y espesas. Ríos de lava incandescente se desplazan sin pausa calcinando todo a su paso, y dejando al enfriarse un paisaje desolado. Muchos de esos ríos magmáticos alcanzan las aguas marítimas y lacustres, calentándolas hasta la ebullición y eliminando o desplazando por la fuerza la vida que contienen.
Pero el proceso no ha terminado: la superficie terrestre se desgaja en unos sitios y se vuelve a unir en otros, los continentes formados se rompen, se separan, forman islas, de nuevo colisionan y forman otros continentes… y, con su acción, materiales de todo tipo que se encuentran en la superficie, sean vegetales, animales o minerales, son sumergidos en las entrañas de la corteza y fuertemente comprimidos en una forma de energía que, millones de años más tarde (para nosotros, viajeros del tiempo, sólo un minuto) se convertirán en los hidrocarburos que tanto apreciamos en nuestra era. A todo este proceso se le llama geodinámica interna, y toda su actividad está enfocada a “construir”, es decir, formar corteza terrestre.Pero, así como la geodinámica interna “construye” continuamente, creando montañas y nueva superficie terrestre, simultáneamente actúa un “destructor” implacable: la geodinámica externa. Es un poderoso elemento que se opone a lo construido y lo derriba por diversos métodos: la corteza creada es “modelada” continuamente, las rocas y montañas se meteorizan por acción de la propia atmósfera, el viento, las aguas, los glaciares en movimiento, las variaciones de temperatura…, y convierten en arenas que son igualmente desplazadas a diferentes lugares.
Desde nuestra privilegiada posición, vemos como las aguas marinas destruyen continuamente corteza del litoral y penetran en la tierra formando “rías”. A la vez, ríos caudalosos arrastran inmensas cantidades de materiales hasta sus desembocaduras, que le cierran el paso y obligan a formar grandes deltas.
Las lluvias torrenciales colaboran en esta misión, constituyéndose en aguas salvajes de arrollada que erosionan fuertemente el suelo por donde discurren, formando profundas gargantas y transportando nuevos materiales a los cauces.
Por su parte, los glaciares avanzan montañas abajo arrastrando rocas de gran tamaño, que acumulan en sus faldas, y moviendo toneladas de tierra y arena hacia las vías fluviales, donde las aguas continúan su proceso de desplazamiento hasta lugares muy alejados de su origen.
Y mientras los ríos arrastran los materiales, muchas superficies arcillosas son “minadas” formando cursos carcavados, cada vez más profundos, dejando como señal de su paso unas altas torres, las llamadas “chimeneas de hadas”.
De la misma forma, las aguas filtradas discurren por los acuíferos subterráneos minando el interior de la tierra, dejando en ocasiones grandes huecos y galerías que en algún momento terminan derrumbándose, pasando a ser afectados por los agentes externos de la superficie, que continúan su labor de erosión y destrucción.
Nuestra máquina del tiempo se detiene al fin en la actualidad, y todo está aparentemente “detenido”: los continentes siguen en su sitio, el mar continúa bañando las costas, los glaciares allá en lo alto no delatan su lentísimo movimiento, las montañas de nuestro alrededor siguen ocultando el Sol cada atardecer… Pero no os engañéis, en este momento ¡¡está sucediendo!!: la geodinámica interna sigue “construyendo” sin pausa mientras la externa “destruye” sin misericordia, en un proceso continuo que no se detiene y no se detendrá nunca mientras la Tierra reciba energía de nuestro astro Rey.