Es una evidencia que en el medio urbano prolifera una amplia variedad de aves que han colonizado el entorno humano, conviviendo unas de manera transitoria u ocasional por motivos de migración, pero asentándose otras de forma permanente, anidando, reproduciéndose y masificando el hábitat por una población excesiva y a veces descontrolada. Esto provoca diversos problemas, desde los puramente estéticos, hasta los más graves por la degradación de las estructuras o elementos arquitectónicos, fundamentalmente debido a los excrementos y el alto grado de corrosión y deterioro que provocan los ácidos que contienen, los cuales afectan muy especialmente a las partes metálicas.
En la actualidad, la tendencia urbana cada vez mayor a la instalación de paneles o colectores solares, en muchos casos inducidos por las normativas medioambientales, que obligan a su instalación en las viviendas de nueva construcción, constituyen un nuevo reto en su mantenimiento frente a las aves urbanas, que hallan bajo sus estructuras el lugar perfecto para construir los nidos y reproducirse. En consecuencia, el entorno de los paneles queda sometido a la actividad de las aves, ensuciando y alterando las características de los paneles, tanto en lo que respecta al rendimiento de la captación solar, como en la limitación de la vida útil por motivo de la corrosión y debilitamiento de los materiales producida por los excrementos.
Se han ideado diversos métodos para luchar contra estos inconvenientes, desde los artilugios mecánicos que impiden que las aves se posen, pasando por espantapájaros, mecanismos de tipo magnético, eléctrico, sonoro, aerosoles…, y concluyendo en el sencillo pero práctico y eficaz peine antipájaros. De todo ello no se puede desligar el aspecto ecológico, medioambiental y de respeto a la integridad de la fauna; en consecuencia cualquier solución, actividad o dispositivo destinado a solventar este problema debe basarse en la ausencia de daño vital a los animales que se pretende controlar.
Los paneles solares constituyen una inversión y valor añadido en las viviendas de nueva construcción, e incrementan de forma significativa el precio de los inmuebles antiguos que instalan estos sistemas. Aun así, a pesar de que el montaje es de cierta simplicidad técnica, los paneles solares se sitúan habitualmente en un lugar elevado (tejados, terrazas…), expuestos a las variables meteorológicas (vientos, lluvia, nieve, granizo…) así como a las diferencias bruscas de temperatura; en consecuencia exigen un mantenimiento adecuado de forma cíclica. Pero, a todo ello hay que añadir la variable de las aves urbanas, pues como ya se comentó hallan en el entorno de los paneles un hábitat acogedor, especialmente el hueco inferior de la cubierta protectora, que les mantiene protegidos de las inclemencias y conserva la temperatura que necesitan para criar a los polluelos.
Cuando las aves anidan bajo los paneles solares se generan una serie de problemas que afectan muy negativamente a su mantenimiento y funcionamiento ordinario. Por una parte, se ve afectada la eficiencia energética, pues al hallarse las aves en un entorno tan próximo a las superficies captadoras, los excrementos las ensucian e impiden que la radiación solar pueda transformarse adecuadamente en energía eléctrica. Los ácidos corrosivos de los excrementos depositados sobre la lámina protectora de los paneles, van minando y deteriorando la capacidad de captación de las células fotoeléctricas. Unas pocas células atacadas no tienen un efecto significativo sobre la eficiencia total, pero si un buen número de ellas se ven afectadas por esa corrosión el rendimiento de los paneles caerá drásticamente. Además, la masificación de las aves puede dañar el cableado y provocar cortos, roturas o desconexiones.
Los excrementos también suponen un peso suplementario sobre la superficie de los paneles, que puede dañar su estructura si hay una acumulación extrema. La lluvia, por sí sola, no limpia ni soluciona el problema de la suciedad sobre los paneles; la cual termina adhiriéndose y formando una costra que sólo puede retirarse mediante una intervención manual de limpieza y mantenimiento.
Por otra parte, el anidamiento bajo los paneles provoca que estos no reciban la ventilación adecuada, conduciendo a un peligroso sobrecalentamiento de la instalación y el riesgo de que se produzca un cortocircuito, e incluso un incendio si la temperatura excede más allá de los límites tolerables, al estar favorecido por los materiales inflamables aportados por las aves durante la construcción de los nidos, como hojas, palos, ramitas secas e incluso materiales sintéticos que hallan en el medio urbano.
Se presentan otros problemas añadidos que no inciden directamente sobre el funcionamiento de las instalaciones, pero que causan incomodidad a los habitantes humanos de los inmuebles, como la contaminación acústica, olores desagradables o la infestación de parásitos en las aves y la generación de patógenos que pueden trascender a la salud humana.
La actividad continuada de las aves también provoca otros inconvenientes de naturaleza física que afecta a la vida de los moradores de los inmuebles, como la congestión de las canaletas por acumulación de excrementos, restos de comida, vegetales empleados en la construcción de los nidos…, obstruyéndolas o reteniendo las aguas de lluvia e impidiendo una evacuación adecuada. Consecuencias más graves de estos fenómenos pueden terminar en la formación de goteras, o incluso en inundaciones y hundimientos de la cubierta del tejado si el volumen de agua forma represas importantes.
Cuando las aves ya se han instalado bajo los paneles solares, nidificando e incluso reproduciéndose, ya no es posible retirarlas o ahuyentarlas de una forma respetuosa con la fauna; algunas legislaciones incluso prohíben destruir los nidos. Además, si las aves ya utilizaron los paneles como hábitat, aunque hayan partido harán lo posible por retornar al espacio que ya conocen y les resulta familiar y acogedor. Por ello, en la protección de paneles solares es preciso prevenir y actuar antes de que se produzca esa situación.
Si los paneles cuentan con sistemas eficaces para evitar que las aves se posen o aniden, intentarán buscar otro lugar alternativo que le suponga menos problemas para asentarse, y quedaremos así liberados de los inconvenientes de sus actividades.
Los paneles solares tienen una capacidad de autolimpieza gracias a su estructura lisa y sin rugosidades impidiendo que la suciedad se adhiera a las rendijas, y también por la alta temperatura que se da en la superficie la cual produce un efecto termoiónico repelente en las motas de polvo. No obstante, siempre habrá un mínimo residuo que irá tomando cuerpo sobre los paneles, y que será más evidente con el transcurso del tiempo por la acción del polvo en suspensión, el polen y otras materias que flotan y se mueven con el viento, y que se adhieren más fácilmente cuando son favorecidos por la humedad ambiental.
Ocasionalmente, si las aves no anidan en el entorno de los paneles solares, los excrementos que pudieran adherirse a la superficie no tendrían un efecto importante sobre el rendimiento, pero es prudente hacer una observación periódica para comprobar su estado y al menos realizar una limpieza anual. Conviene evitar los lavados con agua a presión, es preferible usar una esponja o un cepillo no abrasivo y agua destilada, despreciando los productos químicos que pueden dañar la película que recubre los paneles.
Como ya se comentó, existen variados sistemas de protección de los paneles solares contra la actividad negativa de las aves en su entorno, como mallas, ahuyentadores visuales y con sonidos, geles, púas verticales, etc, cada uno con sus pros y sus contras. No obstante, de todos ellos podemos destacar el peine antipájaros, por ser uno de los sistemas más simples pero eficaces para proteger los paneles solares de la colonización por aves.
Como se dijo, existen legislaciones que protegen las aves una vez han anidado, incluso desde el mismo momento en que comienzan a construir los nidos, permaneciendo la prohibición de destruirlos, eliminar las aves y sus crías o bloquear sus movimientos hasta constatar que la última de ellas haya volado. Por tanto, lo conveniente es montar el peine antipájaros justo cuando se instalen los paneles, abaratando así los costes y previniendo que un asentamiento oportuno impida desalojar las aves hasta que concluya todo el proceso de reproducción y abandono de los nidos.
Un peine antipájaros consiste en una tira de polipropileno u otro material duradero y resistente a las inclemencias meteorológicas, que presenta unas púas o rejilla por donde puede circular el aire y ventilar así el hueco bajo los paneles solares que se desea proteger, impidiendo al mismo tiempo que las aves puedan entrar y construir su nidos. Según la anchura de las ranuras, este sistema puede incluso impedir que se puedan colar otros pequeños animales, como roedores, evitando que acumulen restos de comida y materiales empleados en la construcción de sus refugios.
Existen varios mecanismos de anclaje en este tipo de protección, pero en general no es necesario desmontar los paneles solares para sujetar el peine a la estructura, mediante clips se puede realizar el anclaje al borde interior de los paneles de forma segura. El tipo de material de los peines permite que puedan ser recortados y adaptarlos al contorno de los paneles, cubriendo así todo el perímetro y cerrar el paso al espacio susceptible de ser colonizado por las aves.
Es creciente la tendencia a la instalación de paneles solares para beneficiarnos de la energía que nos regala el sol, y también por el cumplimiento de las legislaciones medioambientales que establecen normativas que obligan a incluir estos dispositivos en los proyectos de nueva construcción. Aunque el mantenimiento de los paneles no es exigente, se plantea el reto de las aves urbanas, que hallan bajo los paneles un hábitat propicio para construir sus nidos y reproducirse. Los daños por la actividad de las aves pueden ser de consideración; no sólo generan ruidos, malos olores y corroen los materiales por los ácidos presentes en los excrementos, pues también obstruyen la ventilación de los paneles y se pueden producir incendios por elevación de la temperatura en presencia de materiales combustibles utilizados en la construcción de los nidos. Además, el contacto de las aves con el cableado puede producir roturas y cortocircuitos.
La solución a la actividad negativa de las aves pasa por la instalación de algún sistema respetuoso con la fauna pero que les impida anidar y reproducirse bajo los paneles. Aunque existen variados sistemas que se pueden utilizar para este fin, el peine antipájaros es uno de los más eficaces y sencillos de instalar, siendo una opción fiable, segura y duradera.
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