La República ocupa la parte noroeste de la gran llanura rusa situada entre los golfos de Finlandia y Riga, este hecho, junto a las glaciaciones cuaternarias, ha moldeado sus límites geográficos que apenas tienen interrupción. Su altura máxima es de 317 metros y los lagos que encontramos dejan espacios naturales de gran belleza, donde destaca, al menos para el autor, la policromía de su capital con un precioso e inmaculado casco urbano de origen medieval que recuerdan enormemente las hazañas de los míticos Thor y Odín.
Su población es mayoritariamente estonia (ellos se denominan “tallopoeg” –hijos de la tierra- o “mames” –hombres del país- y constituye una rama de la familia finesa). El nombre procede de la más remota antigüedad cuando se les denominaban “estios”. Piteas ya lo dio a conocer a los griegos del Mediterráneo en el 340 a. C. Se destacan los “esthos” reunidos en una especie de confederación cuyas asambleas se celebraban en Rugala. En el siglo XII los daneses impusieron un tributo a los estonios y les llevaron las primeras ideas cristianas. Canuto IV invadió el territorio (1194-96) e impuso el bautismo. Los Caballeros Teutones formaron sus congregaciones y en 1346 Waldemaro IV les vendió la parte de Estonia por 19.000 marcos de plata y acaban esclavizando al pueblo estonio que se convirtió en pueblo siervo de los alemanes hasta el XIX. Aunque en el XVI se aliaron a los suecos, fue un corto período de prosperidad que acabó el 29 de septiembre de 1710 cuando la nobleza estonia capitulaba frente al zar Pedro el Grande y firmaban la Paz de Nystadt (1721) quedando incorporados al imperio moscovita. En 1880 la prensa nacionalista inició una violenta campaña contra los alemanes y el ambiente se enrareció tanto que terminaron dictándose enérgicas medidas contra el pueblo estonio.
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Al final del XIX fueron duramente castigados y miles de ellos deportados a los más lejanos confines del imperio ruso, pero no significó su sumisión y reclamaron con ahínco su propio autogobierno que el zar concedió, con limitaciones, en 1905. La Revolución Bolchevique de Noviembre de 1917 fue aprovechada por el Parlamento de Estonia para declarar la independencia y Rusia renuncia a sus derechos sobre su territorio en abril de 1918. Fue república independiente hasta el 6 de agosto de 1940 cuando sería anexada por la URSS, aunque los alemanes (que ya la habían ocupado en la I Guerra Mundial) la ocuparían militarmente entre 1941-1944 quedando dentro de los territorios de Ostland (entidad político administrativa que englobaba las tres repúblicas bálticas y algunas zonas de Rusia Blanca –Bielorrusia–).
Sus bosques, como ocurre en otras latitudes de la ex-URSS, están severamente dañados y en constante regresión aunque, gran paradoja, son vitales para su maltrecha economía que genera sus máximos recursos del papel, cemento, textil y la maquinaria industrial. De las tres repúblicas bálticas es la que tiene peores condiciones climatológicas, sus temperaturas oscilan entre los 6 bajo cero y los 17 grados en verano. Hacia el oeste tiene dos grandes islas: Saaremaa y Hüumaa.
Antes de las emisiones de 1919 empleó sellos rusos. Fueron propios entre 1919/1940 cuando volvería al control ruso (Moscú declaró su anexión en 1940). Durante ese período de independencia se emitieron poco menos de 200 valores que volvieron a tener un inusitado interés entre los coleccionistas tras la recuperación de la libertad a principios de los noventa cuando se desmoronó la Unión Soviética.
Durante la primera guerra mundial Alemania sobrecargó su emisión general de 1905-16 con la leyenda Postgebiet Ob Ost (Territorio de los Correos de Campaña de la Comandancia del Este) que fueron válidos para las tres repúblicas bálticas y algunas porciones anexadas de Rusia Blanca.
Los primeros sellos propios aparecieron bajo la denominación Eesti Post, después Eesti Vabarik y, finalmente, Eesti. Los últimos valores dejaron de ser válidos el 31 de enero de 1941 y hasta 1991 se emplearían los sellos de la desaparecida URSS. En 1941 aparecieron otros nueve sellos (dos emisiones) que circularon hasta el 30 de abril de 1942 cuando las autoridades de ocupación sobrecargaron los sellos alemanes con la mención Ostland. Hasta 1944 se conocen una veintena de sobrecargas provisionales que en algunos casos alcanzan buenos precios en documentos circulados, aunque no hay que menospreciar la expertización de las piezas si no queremos tener disgustos. Hay que tener en cuenta que el coleccionismo, durante el período comunista estuvo muy controlado y valiosísimas colecciones fueron destruidas, por ello es difícil localizar material de la época en buenas condiciones que, además, sufrió los rigores de la segunda guerra mundial con millares de casas y archivos destruidos.
El 6 de septiembre de 1991 se proclama la independencia y el 1 de octubre aparece la primera emisión básica dedicada al escudo nacional. Desde entonces una veintena de sellos anuales de impecable factura, nos muestran el rico legado de estas tierras bálticas en constante disputa, la música, la naturaleza, la fauna y temas patrióticos son bastante habituales en esta nueva etapa de libertad.
JUAN FRANCO CRESPO
lacandon999@gmail.com
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