De un tiempo a esta parte venimos hablando de la Transición Energética, para hacer referencia al proceso de cambio que ha de afrontar la sociedad actual en pos de abandonar la costumbre de conseguir energía a partir de la quema de materiales fósiles, y que surja una nueva sociedad donde la energía se obtenga a través de la captación, transformación y utilización de la energía contenido en los flujos biosféricos y litosféricos.
Sin embargo cabría preguntarse si la palabra “Transición” es la más adecuada en este contexto, ya que en realidad no se trata de un cambio que pueda hacerse pausadamente y sin prisas, sino que la situación de emergencia climática existente reclama toda la urgencia posible.
No cabe esperar que quienes utilizan los materiales fósiles para obtener energía deseen dejar de hacerlo tan fácilmente. La solución pasa por trabajar desde otros ámbitos para hacer posible la transformación del sector energético. De este modo han surgido empresas que trabajan con otro tipo de energías, llamadas renovables, en expansion.com se pueden ver unos cuantos ejemplos de estas.
Conscientes de la importancia de dejar a nuestros descendientes un mundo mejor, son muchas las familias y personas que han tomado ya la decisión de dejar de consumir energía tradicional para pasar a la electricidad verde.
Se suman también aquellas personas que deciden generar la energía que necesitan, bien poniéndose instalaciones solares fotovoltaicas en sus hogares, o participando en instalaciones solares o eólicas comunitarias. También forman parte del proceso quienes rehabilitan energéticamente sus viviendas, al reducir sus necesidades de energía haciendo un mejor uso de la misma. Esto permite evitar pérdidas y combatir el derroche de energía.
Debemos tener en cuenta que cada factura de energía que se paga a un oligopolio energético supone un empobrecimiento de la comunidad, ya que estos oligopolios practican la economía extractiva que tan solo enriquece a unos pocos.
Una verdadera transformación a nivel energético supondría dejar de obtener la energía de la forma en que venimos haciéndolo, y recuperar el poder de conseguirla de forma local, aprovechando el sol, el viento y el agua. Un proceso que, como estamos viendo, ha comenzado ya y todo apunta a que sea imparable.
Un hecho tan simple como este puede suponer una gran fuente de creación de riqueza local, siempre que las instalaciones de generación de energía, que dan la posibilidad de captar, transformar y utilizar la energía que contienen los flujos biosféricos y litosfericos, se encuentren a disposición de la gente. O lo que es lo mismo: que las personas, de manera individual y/o colectiva, consigan las tecnologías necesarias para conseguir esto, es decir, que aprovechen los recursos naturales a su alcance. Por otro lado, si esto no es posible que se recurra a comercializadoras que si lo hagan y no dependan del petróleo y sus derivados para suministrar energía a los consumidores.
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