Se ha convenido que la movilidad eléctrica es una de las formas que pueden ayudar a transformar nuestra actual forma de desplazarnos, para conseguir las metas de descarbonización dentro de los objetivos de desarrollo sostenible. Sin embargo, reemplazar una flota de más de mil millones de vehículos de combustión interna (ICE) por eléctricos, es una ardua tarea que pondrá a prueba las capacidades humanas para solventar los problemas más urgentes de la movilidad a nivel mundial.
Además, también es necesario contar con las reservas de los ciudadanos en el momento de optar a la compra de un tipo de vehículo u otro. Los vehículos eléctricos tienen una autonomía limitada, aunque con la tecnología actual se podrían cubrir la mayoría de los desplazamientos diarios, sin embargo existe todavía una reticencia por el miedo a quedarse sin energía en medio de un trayecto, por no disponer de puntos cercanos de recarga, o por el coste real que ese servicio le pueda suponer. Estos temores comienzan a disiparse gradualmente, y es de esperar una progresiva aceptación popular conforme las infraestructuras se vayan adaptando a las demandas.
Por otro lado, las políticas medioambientales son cada vez más exigentes en cuanto a las características de los vehículos nuevos, y de las áreas permitidas a la circulación para los vehículos más antiguos. Por ello, numerosos propietarios se ven en la disyuntiva de deshacerse de su vehículo de combustión, ante las consecuencias indeseadas para su movilidad. Puede informarse en el siguiente enlace cómo dar de baja un coche sin llevarlo al desguace.
Los medios de transporte impulsados directamente por electricidad, abarcan variados vehículos tanto colectivos como personales, desde aquellos que permiten la micromovilidad, como bicicletas de pedaleo asistido, bicicletas de carga, scooters, calesas, vehículos de dos o tres ruedas motorizados, de cuatro ruedas livianos para un máximo de dos pasajeros, hasta otros de mayor volumen y potencia como los vehículos para cuatro o cinco pasajeros, camiones, autobuses, trolebuses, trenes y tranvías, e incluso aviones. No entran dentro de esta definición aquellos vehículos híbridos, sean automóviles o trenes, que funcionan combinando motores eléctricos con los de combustión interna.
Los vehículos eléctricos de celda de combustible impulsados por hidrógeno, son otra alternativa a los motores convencionales de combustión interna, especialmente en aquellas aplicaciones que se requiera de un almacenamiento alto de energía. No obstante, este tipo de vehículos aun no han conseguido un desarrollo suficiente para un uso generalizado, debido fundamentalmente a las cuestiones relativas a la fabricación, almacenamiento y distribución del hidrógeno. Las empresas de producción de este combustible, así como las redes actuales de electrolineras y posibles puntos de recarga, todavía no se hallan acondicionadas o suficientemente extendidas para cubrir las demandas de este servicio.
Un horizonte de movilidad sostenible exigía cumplir con la agenda de desarrollo mundial de las Naciones Unidas (la Agenda 2030), y requería una transformación a nivel global de los sistemas de movilidad de pasajeros y carga, que permitieran proporcionar una forma de desplazamiento limpio, asequible, eficiente, seguro y con bajas emisiones de carbono. Esa Agenda describe 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), de ellos al menos siete tienen relación directa con la movilidad, seguridad vial, energía, infraestructuras resilientes, ciudades sostenibles, crecimiento económico, producción y consumo, y recursos naturales. Para poder alcanzar todos esos objetivos (y los diez restantes), se necesitaba una transición de envergadura, a gran escala, hacia la movilidad sostenible en la siguiente década.
El transporte constituye una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, y son los que crecen más rápido. El transporte se nutre del 62% de todo el petróleo refinado y transportado en el mundo, y que se utiliza para impulsar el propio transporte. En consecuencia, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por estos medios, resulta esencial para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París sobre cambio climático, implementando así el Objetivo de Desarrollo Sostenible nº 12 de la Agenda 2030, limitándolos por debajo de 1,5º C, o al menos de 2ºC, con respecto a los niveles preindustriales.
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