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Los animales abandonados

Cuando nos llevamos a casa ese hermoso cachorrillo de pocos días que nos observa con ojos lastimeros, la mayoría de las veces no valoramos las responsabilidades que en ese momento adquirimos.

La ilusión desmedida de los niños de la casa en los primeros días se va apagando conforme su mascota va creciendo inexorablemente, y se va haciendo viejo, lento y cansado. La prueba de amor se evalúa día a día: cada mañana, cuando nos obliga a su paseo matutino llueva o haga calor; cuando nos vamos a la playa, la piscina, el restaurante, el cine, la discoteca o simplemente cuando tomamos el taxi o el autobús, pero sobre todo cuando organizamos las vacaciones.

Las vacaciones son una gran prueba de responsabilidad para los dueños de animales domésticos, cientos de miles de animales de compañía son abandonados cada año en todo el mundo. El hotel, los transportes, las incomodidades que supone desplazarse con un animal que no es aceptado en muchos establecimientos públicos, mina la moral y la paciencia y termina siendo la diana en donde descargar las iras. Ese animal que nos ha dado fidelidad y cariño sin pedir nada a cambio, es en muchas ocasiones abandonado en mitad de nuestro trayecto vacacional, y termina siendo víctima de nuestra propia irresponsabilidad.

Los animales domésticos que son abandonados sufren numerosas incidencias en el ambiente natural que en la mayoría de las veces concluye con la muerte, principalmente porque se trata de animales que no tienen capacidad para procurarse el propio sustento, al no disponer de las habilidades propias de los animales salvajes para cazar y defenderse.

Un motivo muy corriente es el atropello, pues los dueños suelen abandonarlos en la propia vía cuando inician sus vacaciones, y al no comprender esa acción se mantienen en las inmediaciones esperando inútilmente el regreso de sus desagradecidos amos.

Pero no sólo se abandonan animales que conviven como mascotas en el entorno familiar, también provienen de circos (animales viejos o enfermos), apuestas (peleas o carreras), cacerías (perros heridos o mutilados durante el ejercicio de la caza), etc. Cuando estos animales son abandonados, el destino que les espera es generalmente la muerte, pues muy pocos logran sobrevivir a las enfermedades, hambre, sed o los ya citados atropellos. Algunos consiguen asilvestrarse, pero no sin enfrentarse a numerosos retos y peligros que acechan en los montes, como los lobos u otros animales gregarios que verán como intrusos a estos animales solitarios, que desconocen la existencia y funcionamiento de las jerarquías en determinadas especies.

Las víctimas de la irresponsable y desagradecida actuación humana, si no han muerto atropelladas o a causa de las enfermedades, engrosarán generalmente las perreras municipales o los refugios de las sociedades protectoras de animales. Sin embargo, sus destinos serán inciertos por motivo de la masificación que estas instalaciones sufren habitualmente.

Tanto las perreras municipales como las protectoras de animales, se ven desbordadas continuamente por el desgraciado fenómeno del abandono. Las protectoras, cuya función principal es la de proteger la vida y conseguir el bienestar de los animales, ven como una paradoja que para evitar el sufrimiento de sus huéspedes tengan que sacrificarlos regularmente, pues las dificultades que muchas de ellas encuentran en su gestión de funcionamiento les obliga a este ingrato trabajo.

Sin la colaboración ciudadana difícilmente se podrá solventar la problemática de la masificación de animales en centros de acogida. Muchas personas e instituciones defienden la esterilización para prevenir el exceso de animales, aunque los llamados «proteccionistas» consideran el sacrificio de los animales como fórmula de evitarles sufrimientos; este argumento no eliminaría sin embargo el problema del abandono y la superpoblación.

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