Diario de un campurrio:
No podía creerlo, me llama mi madre para decirme que en su ausencia las vacas salvajes habían arrasado todo. Patearon toda la finca y no dejaron col con cabeza ni berza sobre su pie. Al principio pensé que se estaba refiriendo a los caballos salvajes, que abundan por todas las montañas de alrededor, pero no, me insistió en que se trataba de «vacas salvajes».
No tenía ni idea de que las vacas podían asilvestrarse, siempre creí que era una especie ya domesticada desde hace miles de años, y que su gran valor como fuente de carne hacía impensable que pudieran andar por ahí, libremente, comiendo aquí y allá donde les plazca sin ningún impedimento por parte de los humanos, y sin que nadie les echara el lazo y los metiera en una cuadra. Además, aquí no las dejamos vagar a su aire por motivos religiosos, como sucede en otros países orientales.
Cuando me acerqué a verlo me quedé sorprendido. Había llovido y la tierra estaba húmeda y muy blanda, por eso las vacas dejaron el campo lleno de numerosas huecos, profundos, que hacían difícil caminar por el terreno. Mi madre, que lleva toda la vida viviendo en el rural, iba identificando las huellas con maestría, igual que si se tratara de un cazador en el viejo Oeste. Por el tamaño de la huella y su profundidad, dedujo que habían entrado a la finca vacas adultas acompañadas de un ternero. Los estragos que provocaron fueron muy visibles, y lo que más nos fastidió fue que no dejaran ni un mísero repollo de los que teníamos reservados para el cocido del nuevo año. Tratándose de la zona en que nos encontramos, en la Ruta del Vino de las Rías Baixas, no quiero pensar que hubiera ocurrido si las vacas entrasen en plena germinación de las parras de Albariño, dando buena cuenta de los brotes tiernos.
Los agricultores y viticultores, además de las inclemencias meteorológicas, estamos sujetos a las malas acciones humanas en materia medioambiental. Se introducen lobos, zorros, caballos, jabalíes y ahora vacas, bajo un supuesto proyecto de recuperación de especies que, supuestamente, fueron endémicas de estos lugares en otros tiempos. Lo que se debe introducir es la aplicación de la Ley, y si hay una especie vigente respetarla y hacerla respetar, pero no forzar su introducción sin contar con los daños que puede provocar, no sólo al ambiente natural, sino también a los intereses particulares de las personas, que son tan defendibles como los demás.
Campurrio.
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para mi es una sorpresa y donde es eso me gustaria ver esos animales suelto sin que la mano del hombre modifique todo