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LAS CUATRO PLAGAS DE CHINA, O DE CÓMO LA IGNORANCIA MATA

Hay episodios de la historia en que los humanos actúan negando la razón científica o desaprovechando los frutos de la experiencia, incluso en contra de sus propios intereses. Además, si la ignorancia se incluye en el cóctel, el resultado puede ser imprevisible.

Leyendo sobre la gran catástrofe del superpetrolero Torrey Canyon, sucedida el 18 de marzo de 1967 al varar violentamente en los arrecifes de Seven Stones (al Suroeste de Cornwall, Inglaterra), recordé otro hecho anterior sucedido en China que me reafirmó en la creencia de que el hombre jamás aprende de sus errores. En el caso del Torrey Canyon, una inmensa marea negra compuesta por 120.000 toneladas de crudo alcanzó costas y playas de las islas, así como litoral francés de la Bretaña. A las autoridades, viendo la miseria que se cernía sobre el futuro del entorno, sin ningún estudio de impacto ni posibles consecuencias, no se les ocurrió otra solución que bombardear el buque para que ardiera el crudo. Se emplearon tres días, durante los cuales sin descanso ocho aviones arrojaron 1000 bombas, 44000 litros de queroseno, 12000 litros de napalm y 16 misiles.

Catástrofe del Torrey Canyon

La magnitud de la operación fue tal que el sol llegó a quedar completamente oculto por la inmensa columna de humo negro y espeso, que podía ser divisada desde cualquier punto del horizonte. Las consecuencias fueron desastrosas: las hermosas bahías y ensenadas de Cornwall, así como toda la fauna que la poblaban, quedaron sumergidas en el crudo o destruidas. La industria de la pesca quedó arruinada por muchos años y un cuarto de millón de aves perecieron.

Y aunque lo sucedido en China nueve años antes, no tiene relación directa con el mar, no pude evitar vincular los hechos por la magnitud de ambos desastres: en los dos se hizo caso omiso al sentido común, se hizo valer la fuerza o la imposición gubernativa y se ignoró totalmente las posibles consecuencias.

En el año 1958 gobernaba en China Mao Tse-Tung, máximo dirigente del Partido Comunista y líder de la Revolución que proclamó la nueva República Popular en 1949. Su proyecto llamado «Gran salto adelante», tenía por objeto aumentar la productividad en la agricultura y sector industrial, empleando para ello el máximo de capital humano, evitando así tener que depender de las importaciones del extranjero. El plan pretendía movilizar a toda la población en general, y a una serie de comunidades familiares en particular, en un esfuerzo colectivo convenientemente dirigido.

Dentro del citado proyecto, el más descabellado ecológicamente hablando y que traigo aquí a colación, es el de las «cuatro plagas». Consistió en clasificar a una serie de animales como extremadamente peligrosos para el fin propuesto (el de la productividad agrícola e industrial). Y así, sin orden ni concierto, el gobierno chino decretó la eliminación total de ratones, moscas, mosquitos y gorriones. En concreto, el gorrión era uno de los animales más odiados, pues los agricultores veían como sus almacenes de grano decrecían notablemente por acción de estas pequeñas aves. Mao llegó a decir: «Los gorriones son una de las peores plagas de China».

Mao Tse-Tung en un cartel propagandístico de la época

Y así, toda la maquinaria del gobierno comunista de Mao se puso en marcha para hacer cumplir su mandato, llegando él mismo a involucrarse de forma personal. Las campañas, a todos los niveles, con gran aparato propagandístico, así como la acción más cercana sobre la población a través de los órganos políticos locales, fue de una efectividad inusitada. Lo que decía el partido era lo que se hacía y nadie osaba discutir ninguna orden. Todos participaban en la labor de erradicación de los animales proscritos, incluso el ejército.

Cartel propagandístico de las Cuatro Plagas

Mientras que los jóvenes se encargaban de eliminar a los gorriones por variados métodos (envenenamiento, destrucción de nidos y huevos…), los niños y ancianos hacían de centinelas o colaboraban con sus propios medios aunque fueran poco eficaces, como simples tirachinas. Cuando los gorriones eran avistados en vuelo, los ciudadanos gritaban, daban palmas o agitaban banderas, no permitiendo que las aves tocaran el suelo; con este método terminaban tan agotados que caían fulminados por paros cardíacos.

Los periódicos proclamaban sin pausa los gritos guerreros contra los gorriones, así el Diario del Pueblo de Pekín titulaba: «Ningún guerrero se retirará hasta que se gane la batalla», «Todos deben unirse a la batalla con ardor y valentía; debemos perseverar con tenacidad revolucionaria».

Todo el pueblo, jóvenes, niños y ancianos colaboraban en la erradicación de los gorriones, con cualquier medio a su alcance

Todo este esfuerzo colectivo de la población dio un resultado espectacular: en pocos meses los gorriones habían sido casi exterminados de la faz de la tierra china. La Corea del Norte de Kim Il Sung, del mismo corte político que China, estuvo también por la idea de seguir el ejemplo de Mao, pero esperó a ver sus resultados antes de tomar una decisión final.

En 1960, cuando los científicos estadounidenses de la United States National Academy of Sciences (NAS) de washington tuvieron conocimiento de la locura medioambiental de Mao, quedaron muy alarmados y publicaron un informe de investigación donde se aseguraba que los gorriones se alimentan sobre todo de insectos, y en mucha menos cantidad de granos, poniendo de relieve los peligros de desequilibrar la cadena trófica. Mao, no quiso contrastar en un principio esta investigación, por provenir de un país enemigo ideológicamente, y prosiguió con su plan de exterminio.

Foto publicada por un periódico de la época, de cómo se exhiben públicamente los gorriones capturados

Pero las consecuencias no tardarían en manifestarse. Con casi la totalidad de gorriones extinguidos los insectos comenzaron a multiplicarse por millones, al desaparecer sus depredadores naturales, tal como habían predicho los científicos americanos. Además, las langostas hicieron acto de presencia en imparables enjambres que asolaban todo a su paso.

Fue entonces cuando Mao tomó en consideración las investigaciones de algunos científicos chinos respetados; éstos analizaron los sistemas digestivos de muchos gorriones hallando que sólo una cuarta parte de su contenido era grano del que cultivaba el hombre, siendo las otras tres cuartas partes insectos dañinos. Mao vino entonces a dar por válido lo que ya había anunciado la NAS americana, y sin reconocer públicamente su gravísimo error, mandó difundir la orden de parar la persecución con un simple «Olvidadlos».

Pero el mal ya estaba hecho, millones de gorriones habían sido exterminados y su lugar ocupado por insectos y langostas. Sin la existencia de ningún depredador, la consecuente devastación y arraso masivo de las cosechas dio lugar a lo que se conoció como «La Gran Hambruna China», donde entre 15 y 30 millones de personas perecieron víctimas de la pobreza absoluta.

La Gran Hambruna China fue un periodo en el que fallecieron entre 15 y 30 millones de personas, víctimas de la pobreza absoluta.

El mandatario chino no quiso ver devaluado su prestigio reconociendo su ignorancia y el grave error cometido, así que en extremo secreto para no evidenciar el ridículo, solicitó a la Unión Soviética de Nikita Khrushchev (también de corte comunista en aquellos momentos) la entrega de 200.000 gorriones, que vendrían a paliar aunque sólo fuera levemente, la aniquilación de millones de ellos por los disciplinados ciudadanos chinos.

Es curioso hasta que punto las graves decisiones de los dictadores, o el resultado de sus regímenes, pueden llegar a perdurar en el tiempo. Hoy día, en pleno siglo XXI, la mala fama del gorrión sigue persistiendo en China, y todavía numerosos campesinos ignorantes de cómo funcionan las redes tróficas siguen eliminándolos si tienen ocasión, a pesar de que hace muchas décadas que cesó la orden de perseguirlos. Los nuevos gobiernos chinos debieron ser conscientes de estas prácticas negativas que se mantienen en el tiempo, y en  agosto de 2001 China estableció el estatus de ave protegida para el gorrión. Aún así, tuvo que promulgar leyes posteriores para endurecer las penas contra los cazadores y vendedores de gorriones, y también contra quienes maten estos animales, avisando de que serán «severamente castigados».

Ahora, los gorriones siguen bajando de población, pero ya son otros los factores principales: los pesticidas aplicados sin control en la agricultura y la agresión al medio ambiente en general.

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